“Some never try but if anybody can, we can” Barry Gibb.

Luis de Guindos ha introducido ésta semana un poco de cordura en un escenario de euforia propagandística con respecto a la economía. Lo triste es que tenga que ser el Banco Central Europeo el que recuerde a nuestro Gobierno que no podemos caer en la autocomplacencia, cuando la inmensa mayoría de los países de nuestro entorno dan mensajes mucho más prudentes a los ciudadanos.

Esta brizna de cordura es esencial porque lo que ha llevado históricamente a España a sufrir más los periodos de crisis ha sido la euforia injustificada. Las crisis no se generan cuando se le dice a la gente la verdad, ya que les permite prepararse. Las crisis siempre vienen cuando se les vende a los ciudadanos una fantasía económica, como ocurrió en 2006-2007, y la bofetada de realidad hunde la economía.

El hecho de que el vicepresidente del BCE y sus colegas lleven meses ofreciendo un mensaje inequívoco con respecto a la inflación, los tipos de interés y la fragilidad económica tiene un efecto esencial para evitar una crisis: las familias y empresas llevan preparándose para un entorno complejo desde hace meses. Desafortunadamente, en nuestro país, el Gobierno no se ha dado por enterado.

La deuda pública vuelve a marcar un récord histórico. “El saldo de la deuda de las Administraciones Públicas (AAPP) según el Protocolo de Déficit Excesivo (PDE) ascendió a 1.535 miles de millones (mm) de euros en marzo de 2023, con una tasa de crecimiento del 5,6% en términos interanuales”. Es decir, un 113% del PIB, según el Banco de España.

Las crisis siempre vienen cuando se les vende a los ciudadanos una fantasía económica, como ocurrió en 2006-2007

Es mucho peor. Los pasivos totales de las Administraciones Públicas, que son deuda pública, se deben y se pagan, ya superan los 1,9 billones de euros, casi un 144% de deuda sobre PIB. La AIReF estima que el déficit cerrará en el 4,2% del PIB, lo que sitúa a España como uno de los países con mayor desequilibrio fiscal y déficit estructural de nuestro entorno. La AIReF estima que la partida de intereses de la deuda en los presupuestos subirá de nuevo en 2023 y se situará en un 2,9-3,0% del PIB en 2026-27.

Los tipos de interés, como ha anticipado el BCE, deben permanecer en el nivel de normalización durante un periodo para que la política monetaria funcione. De momento, la encuesta de condiciones de crédito del banco central refleja un fuerte endurecimiento, con casi la mitad de las entidades encuestadas mostrando que los tipos están subiendo y la demanda de crédito se contrae. Es una condición necesaria para contener una inflación que es muy difícil de contener sin una reducción significativa de la cantidad de dinero en el sistema.

Bajar la inflación del 10% al 5% ha sido relativamente fácil. Yo siempre digo “Powell 1-Putin 0”. Las subidas de tipos han hecho que todas las principales materias primas caigan a niveles por debajo del precio previo a la invasión de Ucrania a pesar de una fuerte demanda, recuperación de China y recortes de producción. Es mucho más caro almacenar, tomar posiciones largas, transportar y financiar margin calls… y las materias primas lo reflejan en los mercados internacionales. Pero de 5 a 2% va a costar, especialmente cuando los gobiernos no reducen el gasto.

El problema es que el Gobierno no se da por enterado y sigue aumentando los desequilibrios. Cuando un agente económico que pesa más del 50% del PIB sigue gastando y consumiendo unidades monetarias como si no pasara nada, todo el peso de la normalización monetaria recae sobre el tejido productivo y las familias. Ocurren dos cosas: por un lado el acceso y coste de crédito se endurece, y por otro, los estados, que siguen financiando su déficit a pesar del mayor coste, genera un mayor efecto desplazamiento negativo al absorber una gran parte del crédito disponible que se mantiene en la economía.

El Banco Central Europeo sí cuenta con factores positivos por parte del sector público agregado de la eurozona. Hay más países conteniendo gasto y reduciendo déficit que países aumentándolo. Pero esa divergencia en responsabilidad crediticia y fiscal de los estados es un gran peligro a medio plazo. En algún momento, los países responsables se van a hartar de financiar los excesos y promesas electorales de los irresponsables, especialmente cuando los ciudadanos de toda la eurozona sufren las consecuencias en mayor inflación.

Los países responsables se van a hartar de financiar los excesos y promesas electorales de los irresponsables

La contracción de crédito, de momento, tiene un impacto moderado. Sin embargo, ese efecto no se suele percibir hasta que pasan unos 18-20 meses. Los datos ya muestran parte del impacto: la contabilidad nacional publicada por el INE refleja que España lleva dos trimestres de contracción de la demanda nacional.

Los datos son inequívocos. A pesar del admirable comportamiento del sector servicios, dos trimestres de contracción de la demanda nacional y una inflación acumulada desde junio de 2018 del 15% según el INE, nos muestran que es necesario ser cautelosos y prudentes y no caer en la euforia. Con una inflación subyacente de más del 6%, no se puede exigir al BCE que baje tipos y monetice deuda. Es una salvajada que empobrece a todos los ciudadanos.

Vienen meses complejos. El BCE debe corregir los excesos monetarios que llevaron a la inflación actual. La inflación no la causan los beneficios empresariales, ni los salarios ni la OPEP. Eso son consecuencias, no causas. La inflación está creada por aumentar la masa monetaria muy por encima de la demanda de dinero. El BCE lo sabe, está haciendo lo que puede, pero necesita que los estados –el agente económico de mayor peso en el PIB- sean responsables, reduzcan el consumo de nuevas unidades monetarias y no acaparen el crédito disponible.

España entró en una de las mayores crisis de su historia por vender la fantasía de que estábamos en la “Champions League” y que todo en 2008 eran tonterías de los norteamericanos porque nosotros estábamos mejor que nadie.

Es momento de cordura, no de propaganda.