Reto de las nuevas reglas fiscales
La clave está en combinar unos objetivos de déficit y deuda razonables y realizables, con inversiones públicas que potencien el crecimiento económico y garantizar cohesión social.
Con la pandemia, la Comisión Europea paralizó la cláusula de salvaguardia del Pacto de Estabilidad y Crecimiento que prevé una desviación temporal de los requisitos presupuestarios, porque el objetivo prioritario en esos duros momentos era hacer frente al virus. Déficit y deuda pública se situaron más lejos que nunca de los límites fijados en el 3 % y el 60 % respectivamente, y esas distancias variaban sensiblemente entre países.
A finales de 2021, en un escenario fiscal peor y más asimétrico entre países que el de 2019 por el aumento del gasto público para hacer frente a la pandemia y la caída del PIB acaecida durante el confinamiento, la Comisión Europea retomó oficialmente el proceso de revisión de las reglas fiscales con el objetivo de plantear una propuesta concreta, debatirla y llegar a un acuerdo en 2022 que entrase en vigor en 2023.
Si bien la invasión de Ucrania por Rusia en febrero del 2022 y sus efectos económicos fueron postergando este debate, la reactivación de las reglas fiscales es ya inminente. España parte de una situación relativamente desfavorable, ya que se sitúa entre los países más golpeados por la crisis pandémica, con unos desequilibrios fiscales más pronunciados.
De hecho, en 2022 ha sido el cuarto país de la UE con una deuda pública más alta (113,2%) y el quinto con mayor desfase presupuestario (4,8% del PIB). Por ello, en España el reto de la vuelta de las reglas fiscales es aún mayor y la forma en la que se concrete condicionará muy significativamente la política presupuestaria de los próximos años.
No obstante, conviene corregir los desequilibrios con cautela, y teniendo en cuenta la experiencia de anteriores periodos de ajuste. La política de austeridad a ultranza que se aplicó en la UE en la anterior crisis financiera iniciada en 2008 produjo resultados indeseados. Los recortes del gasto público que se llevaron a cabo, en lugar de corregir las cuentas, condujeron a más recesión y a mayores desajustes.
Es preciso, por tanto, aprender de los errores. Para lograr el objetivo de consolidación presupuestaria es crucial aplicar unas reglas fiscales inteligentes con unos objetivos de déficit y de deuda públicos razonables y realizables, que hagan posible a la vez las necesarias inversiones públicas productivas y el crecimiento económico y del empleo.
El Banco Central Europeo aboga por dar mayor protagonismo a una regla de gasto, pero ve necesario un ajuste de la deuda pública realista, gradual y sostenido. Sin duda, el compromiso con la estabilidad fiscal es el camino para evitar situaciones de tensión y alarma como la vivida hace unos años con la prima de riesgo. Pero sin provocar un ejercicio de austeridad fiscal extrema, que sería contraproducente por sus efectos negativos para el crecimiento económico y la cohesión social.
El compromiso con la estabilidad fiscal es el camino para evitar situaciones de tensión y alarma como la vivida hace unos años con la prima de riesgo
Concretamente, se prevé que las reglas fiscales se modifiquen en el segundo semestre de este año, durante la presidencia de España del Consejo de la UE, con el objetivo de que se apliquen ya en los Presupuestos de 2024. Se trata de garantizar la sostenibilidad de la deuda a medio plazo y a la vez fomentar un crecimiento sostenible e inclusivo. Para ello, los países miembros deben establecer planes de reforma e inversión que contribuyan al mismo tiempo a la sostenibilidad fiscal, a un crecimiento sostenible propiciado por la transición ecológica y digital, y a una mayor cohesión social.
Sin embargo, existe disparidad de posiciones entre los gobiernos de los Estados miembros sobre cómo deben ser reformadas las reglas fiscales. Los partidarios de la frugalidad -“halcones”- reclaman retomar el cumplimiento estricto de las reglas; mientras que las “palomas” defienden buscar un equilibrio entre consolidación de la deuda realista, inversiones que permitan avanzar las transiciones digital y energética, para lograr un crecimiento y creación de empleo de calidad, y mejorar a la vez la cohesión social en la UE. Veremos qué postura gana, a tenor que cómo resulte el tablero político de los Gobiernos de los Estados miembros tras las recientes y próximas elecciones en varios de ellos.
La UE se juega mucho. Sobre todo, en un contexto de elevados tipos de interés durante un tiempo prolongado, hasta que los precios se hayan encauzado. Y un aún débil crecimiento económico tras las crisis encadenadas de la pandemia y la energética. Sin olvidar, las tensiones geopolíticas derivadas de la globalización y la consolidación de EEUU y China como dos claras áreas económicas altamente competitivas, frente a las que la UE debe posicionarse. Para conseguirlo, es crucial poner la mirada en el futuro con medidas inspiradas en el pragmatismo, dejando atrás una gestión puramente contable de la política presupuestaria.
*** Mónica Melle Hernández es consejera de la Cámara de Cuentas de la Comunidad de Madrid y Profesora de Economía de la UCM.