Mis amigos siempre me dicen que no se le puede decir a la gente que lo hace mal, porque no lo quiere oír. Y no es que yo vaya por la vida dando lecciones: no soy ejemplo para nada, en ningún ámbito de mi vida. Sin embargo, me voy a atrever a apelar a la responsabilidad de la ciudadanía respecto a los “relatos” económicos y no económicos, de los diferentes partidos pero, en especial, los del actual presidente del Gobierno.
Porque, como me dice Lorenzo Bernardo de Quirós, el Gobierno miente y el modelo está agotado. Porque las políticas económicas siguen el patrón del apaga fuegos, pero no hay una visión a largo plazo, lo que se llama visión de Estado.
Hasta yo, que tengo en mi punto de mira la eliminación absoluta de los privilegios y del poder arbitrario del Estado, me doy cuenta de que necesitamos un Estado fuerte. No en el sentido de ampliar su poder coactivo, que es máximo, para lo bueno y para lo malo. Sino, compacto, con el foco puesto en la sociedad que dejamos a nuestros hijos, con el firme propósito de que la economía sea lo suficientemente sólida para aguantar de la mejor manera posible lo que venga. Con capacidad para tomar decisiones económicas responsables, haciendo abstracción de la etiqueta ideológica que el contrario quiera ponerle, con el objetivo de rascar votos y alimentar la crispación.
No es eso lo que nos encontramos. Los anuncios de campaña de las elecciones regionales y locales del pasado mayo se han amplificado ahora que se han adelantado las generales a finales de julio. Leo en The Guardian este párrafo: “Estamos atrapados en un sistema que consiente a políticos inútiles y moralmente vacuos, siempre que no amenacen con remodelar la economía o la cultura política… Si esos políticos consiguen mantener este mundo despiadado con estilo, tanto mejor. Si fracasan, escaparemos rápidamente de la escena del accidente de coche. Mientras lo hacemos, tal vez podamos distraernos con el paisaje de los muchos ultrajes inquietantes, pero, en última instancia, superficiales, que dominan ahora nuestra vida política”. Habla de Boris Johnson y la ciudadanía británica votando a un mentiroso, a sabiendas de que lo es. Podría referirse perfectamente a España y a los votantes de Sánchez.
Pero, ¿qué ciega a los ciudadanos? Varios velos: el primero y más importante es el mantra “Todos mienten”. Ese “todos lo hacen” justifica cualquier cosa: un suspenso en el colegio, cobrar sin factura, tirar papeles al suelo o colarse en el metro. Y al votante le permite votar a cualquier candidato, haga lo que haga, porque todos tienen esqueletos en su armario.
Ese “todos lo hacen” justifica cualquier cosa: un suspenso en el colegio, cobrar sin factura, tirar papeles al suelo o colarse en el metro
Y, así, el presidente que más obscenamente ha mentido, tiene posibilidades de seguir gobernando. Si no lo logra es porque no quiere y prefiere pasarle la patata caliente al que venga, sea Alberto Núñez Feijóo, sea Yolanda Díaz. La ingenuidad del votante español le lleva a afirmar: “No veo a Yolanda gobernando un país”, después de haber vivido a Trump en Estados Unidos, o a Irene, Ione y Pam en puestos de responsabilidad, en nuestro país. Todos los escenarios, los más bizarros también, están encima de la mesa
Pero, además de señalar la mentira flagrante, es necesario analizar la realidad económica. Otro problemón. Porque hay una interpretación conveniente de cada dato estadístico. Uno puede elegir el trimestre o la variable a estudiar. Podemos compararnos con nosotros mismos o con el resto de los países de Europa. Podemos argumentar que las diferentes crisis nos golpearon más fuerte a nosotros que al resto. Nada de preguntarse por qué nuestra economía se ha resentido más.
Para colmo, las metáforas empleadas, como la de que la economía española va como una moto, no hacen sino reforzar la sensación de que vivimos en una burda comedia. El presidente debería recordar la España de la Champions League de Zapatero "la que más partidos gana, la que más goles marca y la menos goleada", obviando que el 4% de crecimiento del PIB escondía la burbuja inmobiliaria y una crisis de las cajas de ahorro de la que él no se hizo cargo. Sánchez y sus ministros mienten.
Calviño dice en televisión que España cumple las reglas fiscales de la UE, que están suspendidas desde la pandemia. Si no lo estuvieran, no las cumpliríamos porque nuestro déficit público es mayor que el 3% del PIB y la deuda pública excede el 60% del PIB. Y, no solamente eso, la AIReF considera que es muy difícil que se cumpla en el 2024, cuando se restablezcan las reglas fiscales comunitarias, y ya viene avisando de que “nos pilla el toro”. Pero, ya saben: la moto.
La sobre reacción a los datos buenos, que todos celebramos, pero algunos analizamos, dice mucho de la necesidad de blanquear una gestión global francamente decepcionante. Por ejemplo, somos el país que más rápidamente consiguió los pagos de los fondos de Bruselas, pero es el duodécimo en ejecutarlos, y su impacto en la economía real es cuestionable.
Somos el país que más rápidamente consiguió los pagos de los fondos de Bruselas, pero es el duodécimo en ejecutarlos
Las perspectivas económicas para otoño no son buenas. No lo decimos Luis de Guindos y el Club de Economistas Cenizos, lo dicen todos los analistas, incluidos los más afines al régimen (que, por cierto, ya ven el desgaste de Sánchez y empiezan a recular y a arrogarse una neutralidad inexistente). Así las cosas, con los números sin cuadrar, la idea de repetir elecciones en septiembre no es lo mejor que nos puede pasar.
¿Quién va a hacerse cargo? ¿Los que no paran de lanzar ayudas a diestro y siniestro para anclar votos? ¿Yolanda Díaz, sin proyecto y que se ha manifestado como certera lanzadora de puñales entre los suyos? ¿Feijóo intentando que Vox le deje poner en marcha un proyecto posible, aunque sólo sea por permitir la gobernabilidad? Porque, por desgracia, quienes alardean de banderita y patriotismo son los que prefieren el caos a no estar en el Gobierno. Ese es el proyecto de Vox. Todo lo demás es prescindible, como Rubén Manso o Víctor Sánchez del Real.
No sé qué tiene que pasar en este mes que falta para que haya una opción clara y evitemos el desastre de la repetición de las elecciones. Tal vez un electorado responsable y sin miedo, tanto para votar como para no votar.