Fortalezas y retos de la cadena agroalimentaria
Si de algo puede presumir España es de tener un sector agroalimentario altamente competitivo a nivel internacional, como demuestra la elevada cuota de mercado que tiene en el total de las exportaciones del sector europeo, siendo además uno de los pilares más importantes del sector exterior de nuestra economía. Y esta buena carta de presentación se completa con dos datos: aporta el 9,2% y el 11,2% del PIB y el empleo total, respectivamente, de la economía española.
Esta es la visión que se desprende del Observatorio del sector agroalimentario español en el contexto europeo que viene realizando anualmente Cajamar. En la sexta edición que se presentó hace unos días, se aportaron datos como los ya comentados y muchos más para realizar un extenso diagnóstico del sector, que incluye la cadena agroalimentaria, pasando por tanto por el sector primario, la industria de la transformación y también la fase de comercialización mayoristas y minorista de alimentos y bebidas.
Con datos de 2022, la cadena agroalimentaria española generó rentas por valor de 111.500 millones de euros, lo que supone el 9,2% del PIB, siendo España la cuarta potencia europea del sector agroalimentario. En términos de empleo, el sector da empleo a 2.347.108 trabajadores, lo que supone el 11,4 % del total. De toda la cadena de valor, la fase de distribución es la más importante en cuantía, ya que en términos de renta supone el 44% del total, por encima de lo que aporta la agricultura, ganadería y pesca (28,8%) y la industria de la transformación (30,7%).
Si bien la comercialización de productos agroalimentarios es en cuantía la que más rentas y empleo aporta, es la industria la que es capaz de aportar un mayor valor añadido por empleado, con una productividad por trabajador que es un 42% superior a la que alcanza la fase de distribución. Por tanto, de cara al futuro, convendría aumentar el peso de la industria de alimentos y bebidas, convergiendo de esta manera al mayor peso que tiene en la Unión Europea.
La competitividad del sector agroalimentario español es elevada si la comparamos con sus competidores europeos, ya que presenta un coste laboral por unidad de producto que es un 26% inferior, destacando sobre todo el sector primario que es un 70% más competitivo. Un factor que explica esta competitividad es su elevada productividad, ya que un empleado del sector español genera un 32% más de valor añadido. En el caso concreto del sector primario, la productividad en España es un 120% mayor que la de la UE-27.
La competitividad del sector agroalimentario español es elevada si la comparamos con sus competidores europeos
Con esta elevada competitividad, es lógico que España sea la cuarta potencia exportadora de alimentos y bebidas de la UE-27, con una cifra récord de exportaciones en 2022 de casi 70.000 millones de euros, que supone el 17,5% del total de exportaciones de bienes de España. Aunque en 2022 se ha reducido el superávit de su balanza comercial (por la intensidad con la que han aumentado los precios de las importaciones en un marcado por la inflación), aporta 14.000 millones de euros al saldo neto de la balanza comercial de España.
A pesar de esta magnífica carta de presentación, el sector agroalimentario se enfrenta a cuatro amenazas a destacar: el reducido tamaño de sus explotaciones (el sector está dominado por microempresas y empresas sin asalariados), un reducido esfuerzo inversor en I+D, la escasa penetración de la digitalización, y la exposición a riesgos del cambio climático. Y frente a esas amenazas, debe aprovechar la oportunidad histórica que representa la financiación de los fondos Next Generation European Union, con un PERTER (Proyecto Estratégico para la Recuperación y Transformación Económica) del sector con ayudas cercanas a los 1.320 millones de euros.
Una parte de esas ayudas se dirige a la protección del medio ambiente, a la transformación digital, y a la mejora de la rentabilidad. Hasta ahora el grado de ejecución de esos fondos es muy reducido (15%), por lo que debe acelerarse su uso en los próximos meses, lo que le permitirá reducir la brecha que tiene con la EU en esfuerzo innovador.
Hasta ahora el grado de ejecución de esos fondos es muy reducido (15%), por lo que debe acelerarse su uso en los próximos meses
Otro reto importante del sector es el relevo generacional. Hay un dato que habla por sí solo: más del 40% de los propietarios de las explotaciones agrarias tiene más de 65 años. Y para atraer empleo, el sector debe ser rentable y para ello no es suficiente ser competitivo (que lo es) sin los márgenes son reducidos. El aumento de los costes de producción como consecuencia del encarecimiento de la energía (electricidad, gasóleo, etc.) y del conflicto bélico (con un claro impacto en el precio del pienso y fertilizantes), han impacto negativamente en la rentabilidad.
A estos factores hay que añadir el efecto de la sequía, que impacta negativamente en la producción y aumenta el coste de producción en perjuicio de la rentabilidad. Ha sido el Banco de España el que acaba de certificar la caída de márgenes que se ha producido en el sector, en el recién estrenado Observatorio de Márgenes Empresariales.
Textualmente, “durante el período 2021-2022, el encarecimiento de las materias primas tuvo un impacto muy negativo sobre los sectores de la cadena alimentaria, que registraron una caída de cerca del 25% en sus márgenes. Más recientemente, estos márgenes habrían comenzado a recuperarse, si bien aún permanecerían en niveles inferiores a su media histórica”. En consecuencia, es necesaria para recuperación del margen para asegurar la viabilidad futura de la cadena agroalimentaria.
*** Joaquín Maudos es catedrático de economía de la Universidad de Valencia, director adjunto del Ivie y colaborador del CUNEF.