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La tribuna

Consumidores verdes, sí, pero ¿inversores verdes?

15 agosto, 2023 03:13

Según el último informe de Riesgos Globales elaborado por el Foro Económico Mundial, el segundo y cuarto riesgo de mayor severidad en el corto plazo, es decir, en los próximos dos años, son la ocurrencia de desastres naturales y eventos climáticos extremos, y el fracaso en la mitigación del cambio climático, respectivamente. Ambos riesgos se elevan al primer y tercer lugar cuando ampliamos el horizonte temporal a los 10 años.

Y es que este hecho no debería sorprendernos en un verano como el actual, en el que hemos visto sucederse numerosas olas de calor, al mismo tiempo que los incendios azotaban incansables el sur de Europa. Unos incendios que no sólo tienen un impacto demoledor sobre el medioambiente (incremento de las emisiones de carbono a causa del fuego, impacto sobre la biodiversidad, destrucción de las infraestructuras, etc.), sino también a nivel económico. A principios de este año conocíamos, a través de un estudio realizado por el Banco Mundial, que los incendios forestales del 2022 supusieron un coste de, al menos, 2.000 millones de euros.

Por tanto, parece lógico pensar que estos acontecimientos estén haciendo que la sensibilidad de la sociedad hacia cuestiones relacionadas con la sostenibilidad sea cada vez mayor. Un estudio publicado por Mastercard el pasado julio advertía que el 66% de los consumidores en España suele tomar decisiones de compra en función del compromiso de las empresas con la sostenibilidad.

Sin embargo, más allá de las exigencias que los consumidores están trasladando al mercado y a las empresas sobre sus productos y servicios, ¿ocurre lo mismo con los inversores? ¿están los inversores españoles siendo cada vez más exigentes desde un punto de vista de sostenibilidad con sus decisiones de inversión? La respuesta parece no estar tan clara.

A pesar de que las cifras apuntan hacia un cambio de tendencia, los números no son tan rotundos como en el caso del consumo. Según datos de Inverco (Asociación de Instituciones de Inversión Colectiva y Fondos de Pensiones), a 30 de junio de este año, el patrimonio en fondos de inversión clasificados como sostenibles suponía un 34,2% del total de la oferta, más del doble de lo que suponía a finales de marzo de 2021, donde el porcentaje ni siquiera alcanzaba el 10%.

El 66% de los consumidores en España suele tomar decisiones de compra en función del compromiso de las empresas con la sostenibilidad

Por tanto, y a pesar de que se observa un mayor apetito inversor hacia estas estrategias, ¿por qué no vemos una mayor convergencia entre las decisiones de consumo y las decisiones de inversión?

La falta de familiaridad con ciertos términos como “factores ASG” (ambientales, sociales y de gobernanza) o “ISR” (inversión socialmente responsable), la confusión de la inversión sostenible con la filantropía (la cual no persigue en ningún caso un objetivo financiero), la creencia de que las inversiones sostenibles son necesariamente menos rentables o la falta de una oferta comercial robusta y atractiva, pueden ser algunos de los motivos que expliquen dicha divergencia.

No obstante, más allá de estos motivos, quizás muchos inversores no sean conscientes de la oportunidad económica que la inversión a favor del medioambiente y el clima ofrece. Por ejemplo, el sector de nuevos materiales y economía circular se encuentra actualmente inmerso en la búsqueda de soluciones más sostenibles e innovadoras como los bioplásticos o los nanomateriales que contribuyan a una economía circular, menos intensiva en residuos y menos dependiente de materias primas finitas. Estos materiales se aplican en diversas industrias, como la automotriz, la aeroespacial o la construcción, y tienen un impacto directo sobre el medioambiente y la economía.

Según datos de la Unión Europea, avanzar hacia una economía más circular y eficiente en la gestión de los recursos, generaría beneficios sobre el medioambiente, al mismo tiempo que estimularía la competitividad, la innovación y el crecimiento económico en un 0,5% adicional del PIB. Otro ejemplo son las tecnologías limpias o “cleantech”, las cuales se utilizan en el desarrollo de sistemas y soluciones energéticas más sostenibles y duraderas.

Este sector, según datos de la IRENA (Agencia Internacional de Energía Renovable) exige una inversión alrededor de 150 billones de dólares entre 2023 y 2050, es decir, una inversión anual superior a los 5 billones para lograr el objetivo global de limitar el incremento de las temperaturas en un máximo de 1,5 °C.

Por tanto, sólo cuando el inversor comprenda que alinear sus decisiones de inversión con sus preferencias de consumo no es sólo compatible, sino que además permite generar un impacto medioambiental positivo, al mismo tiempo que un retorno económico-financiero, lograremos atender las necesidades de financiación que el cambio climático y el medioambiente exigen.

*** Claudia Antuña es profesora de Afi Escuela.

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