Sergio Massa

Sergio Massa EP

La tribuna

Los argentinos no creen en Argentina

25 octubre, 2023 02:21

A lo largo de las semanas previas a la primera vuelta de las elecciones presidenciales se ha detectado un fenómeno financiero en Argentina que, tratándose de un lugar tan devoto de la obra de Sigmund Freud, debería llamar la atención de los psicoanalistas locales. Y es que, ante el constante crecimiento del liberal-libertario Milei en las encuestas, se ha desatado un aumento significativo de la fuga de capitales con rumbo a paraísos fiscales, Estados Unidos o Europa.

Si bien lo novedoso no remite tanto a la propia evasión de divisas en sí, algo que forma parte de la rutina cotidiana de los argentinos desde hace décadas, sino al hecho de que sea el más pro capitalista de los aspirantes quien inquiete tanto a los propios capitalistas.

Ocurre que en la desquiciada Argentina contemporánea, hay fuga de capitales cuando parece que van a ganar los peronistas, pero igualmente se produce eso si los antiperonistas son quienes pueden ocupar la Casa Rosada. A efectos de que la carrera febril del dinero con dirección al otro lado de la aduana continúe interminable, pues, da igual quién gobierne en Buenos Aires; a esos efectos, no importa el nombre del ganador: el dinero se escapa siempre.

Algo que acaso venga a certificar que el genuino problema del país no reside en si Milei está más desequilibrado o menos desequilibrado, como tampoco en si los peronistas resultan ser más populistas o menos populistas, sino en el hecho cada vez más evidente de que los argentinos, muy en particular su élite económica y empresarial, no creen en Argentina. 

La dimensión crónica de esa fuga de capitales, en el fondo, no admite otra explicación. Por lo demás, la historia de la permanente inestabilidad estructural de Argentina se remonta a su origen mismo como Estado formalmente independiente, cuando el Virreinato del Río de la Plata dejó de constituir parte integrante del Imperio español para transformarse en una semicolonia encubierta de Gran Bretaña (no por casualidad los ingleses ocupan todavía hoy las Malvinas). Así, desde 1860 -instante en el que el nuevo país fija y consolida sus fronteras nacionales- hasta hoy, un intervalo temporal de 163 años, Argentina ha sufrido 16 grandes crisis económicas, una cada 10 años. 

Argentina ha sufrido 16 grandes crisis económicas, una cada 10 años

Aunque, a medida que transcurre el tiempo, la frecuencia de los colapsos periódicos se va reduciendo. Al punto de que, calculando la regularidad de los derrumbes sistémicos únicamente desde 1975 hasta la actualidad, la distancia promedio entre crisis y crisis disminuye a 6 años y 8 meses.

Sí, cada 6 años y 8 meses, con estricta puntualidad germánica, el país entero se viene abajo. Y eso solo pasa en Argentina, en ningún otro lugar. Argentina fue un país casi despoblado y exclusivamente agroexportador hasta 1930 (la época del falso mito de la enorme riqueza); fue después un país periférico que, entre 1930 y 1975, intentó igualarse a las naciones centrales de Occidente a través de la industrialización sustitutiva de importaciones; y desde 1975 hasta hoy, es un país que se ha ido transformando en un ejemplo de economía deliberadamente desindustrializada y hegemonizada cada vez más por la especulación financiera improductiva, una ruleta asociada al incremento permanente y exponencial de la deuda. De la industria al casino. 

Pero siempre, en los tres modelos, su talón de Aquiles, la causa de todas las crisis sin excepción, ha sido el sector exterior. La eterna losa que termina aplastando una y otra vez a Argentina es contar con una divisa nacional demasiado etérea, frágil e inestable. De ahí que, manden los históricos y genuinos peronistas populistas, el posperonismo muy descafeinado de los Kirchner ( o sea, los socialdemócratas europeos en versión porteña), los radicales, los militares de las distintas dictaduras, la derecha liberal y convencional de Macri y Bullrich, o ahora el Loco ( si es que termina ganando), los argentinos siempre andan intentando desprenderse de los pesos que guardan en sus carteras para cambiarlos por dólares norteamericanos. Es su sino. 

Los argentinos siempre andan intentando desprenderse de los pesos que guardan en sus carteras para cambiarlos por dólares norteamericanos

La inflación descontrolada que hoy asola el poder adquisitivo de las capas medias y populares del país no se puede entender sin reparar en esa pulsión colectiva en pos de la huida del peso y la consiguiente acaparación de dólares. Por algo, los habitantes de Argentina, según un informe oficial de la Reserva Federal de los Estados Unidos, resultan ser los ciudadanos particulares extranjeros que más dólares poseen en todo el planeta.

Y en un entorno nacional definido por ese sesgo psicológico y cultural tan dominante, el propio de los muchos argentinos que no creen en el futuro de su país, la inflación puede pasar a convertirse en un fenómeno deseado y promovido por algunos agentes económicos. 

Al cabo, siempre que alguien haya logrado cambiar sus reservas en moneda local por divisas extranjeras, en particular dólares americanos, puede obtener más tarde enormes incrementos de riqueza si el peso se desvaloriza. Y si hay muchos argentinos queriendo comprar muchos dólares y vender muchos pesos a cambio, lógicamente, el precio del peso bajará y el del dólar subirá. Pero en un país que ha desmantelado el grueso de su industria nacional, hay que importar muchísimos bienes de consumo, bienes que se irán encareciendo más y más a medida que la cotización del dólar vaya subiendo más y más. A más depreciación del peso, más inflación.

Un juego muy peligroso, ese de aficionarse a especular contra la propia moneda, que puede llegar a ser muchísimo más peligroso todavía cuando es el propio Estado quien se dedica a fomentar y financiar esas partidas de poker en las que una parte de Argentina apuesta a lo grande contra otra parte de Argentina. Así, sin ir más lejos, el Ejecutivo de Macri procedió a endeudar al Estado, en 2018, con el mayor crédito que nunca antes hubiera concedido el FMI a ningún país en toda su historia, 44.000 millones de dólares. ¿Y dónde fue a parar el 87% de todos aquellos dólares? Pues al extranjero, bien lejos de Argentina. Primero, el Estado argentino vendió los dólares del FMI a compradores argentinos que se los pagaron con pesos argentinos; acto seguido, las divisas salieron de Argentina para nunca más volver. Y por el camino, claro, se depreció el peso y se dobló la inflación. Ese definitivo disparate es hoy Argentina. Y Milei lo puede empeorar.

*** José García Domínguez es economista.

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