Una investigación de Voxeurop, una cooperativa de periodismo de investigación europea, ha investigado los entresijos de la decisión que los veintisiete gobiernos de la Unión Europea tomaron a finales de septiembre y que redundó en una versión mucho más diluida de la norma Euro 7 que regula las emisiones de los vehículos de combustión interna, y ha calculado que esa decisión nos costará a los europeos más de cien mil millones de euros en daños a nuestra salud y al medio ambiente, todo por evitar que las empresas del automóvil puedan llegar a tener pérdidas.
Es un caso claro de hasta qué punto los directivos de una industria pueden ser una panda de sinvergüenzas y condicionarlo todo, hasta la salud de las personas o del medio ambiente, a sus cuentas de resultados. En la práctica, la adaptación de la norma Euro 7 a los intereses de la industria del automóvil debería ser otro escándalo tan grande como lo fue en su momento el dieselgate.
El incesante lobbying de esa industria ha conseguido que, finalmente, los políticos en Bruselas dieran su brazo a torcer y admitiesen lo inadmisible: que prefieren proteger los beneficios de las empresas a la salud de sus ciudadanos. Que si les prometen inversiones en sus países, cosas como la salud o el medio ambiente pueden pasar a segundo plano.
Pero sobre todo, esa obsesión por invertir en lobby y no adaptarse a la norma tal y como estaba concebida supone un fracaso tan extremadamente grande, que esos directivos de empresas automovilísticas deberían considerarse como lo que realmente son, una panda de fracasados, y retirarse. Jubilarse, tengan la edad que tengan, como debería hacerlo cualquiera que muestra semejante incapacidad para adaptarse al contexto que le ha tocado vivir. Por el bien de todos.
¿Qué dicen los directivos de las empresas del automóvil? Simplemente, que no son capaces de hacer una transición al vehículo eléctrico que les funcione económicamente. Que son completamente incapaces, con las anticuadas estructuras que tienen, de fabricar y vender vehículos eléctricos ganando dinero, y que quieren más tiempo para seguir envenenándonos a todos con una tecnología, el motor de combustión interna, que está completamente superada en todos los sentidos. La prueba es clara: de la lista de los veinte modelos eléctricos más vendidos en el mundo, dieciséis son fabricados o bien por Tesla, o por compañías chinas. La industria del automóvil tradicional ni está, ni se le espera. Son, simplemente, unos completos incompetentes.
De la lista de los veinte modelos eléctricos más vendidos en el mundo, dieciséis son fabricados o bien por Tesla, o por compañías chinas
¿Por qué no son capaces de hacer automóviles eléctricos mínimamente decentes? En primer lugar, porque los desprecian. Porque los fabrican como un “no me queda más remedio”, como un “el mercado, que no tiene ni idea, los está pidiendo, pero no me gustan”. En realidad, cuando ven un Tesla o muchos modelos chinos, se mueren de envidia y no son capaces de entender cómo los usuarios pueden querer vehículos con interfaces simples que recuerdan más a un smartphone que a sus complejísimas cabinas llenas de botones y palancas, y se pasman y niegan la evidencia cuando ven que esos vehículos, además, tienen prestaciones de conducción muchísimo más brillantes que los suyos (ante lo cual protestan “porque no hacen ruido”, como si el ruido fuera un atributo positivo).
Pero sobre todo, son incapaces de concebir cómo esas compañías pueden estar vendiendo cada vez más coches sin hacer publicidad, cuando ellos se gastan más de mil euros por vehículo, Por la tele, abre una revista: las compañías de automoción tradicionales hacen tanta publicidad, que te encontrarás con sus cansinos anuncios constantemente. Y tampoco pueden entender cómo “esas marcas” pueden generar confianza si no tienen concesionarios… los mismos concesionarios que, en sus cuentas de resultados, se llevan una buena parte de su margen de venta. ¡Sorpresa! ¡No les salen las cuentas! No,. es que son una panda de viejunos que no se enteran de nada.
Porque claro… ¿por qué no tienen concesionarios? Simplemente, porque no los necesitan. Su mantenimiento es ínfimo, y cuando requieren algo, es mejor incluso enviar un mecánico a casa del cliente. El último mantenimiento que tuve que hacerle a mi coche, cambiar el filtro del aire del habitáculo, vino un vehículo a mi casa, se bajó un mecánico de la propia marca (no de “Talleres La Pava” ni de “Concesionario Fulano”), lo cambió en diez minutos, y me cobró cincuenta euros. Eso fue todo. Pregúntale al fabricante de tu coche de toda la vida si está dispuesto a algo así.
Los fabrican como un “no me queda más remedio”
La automoción tradicional no puede plantearse cumplir con Euro 7 porque son una panda de incompetentes anclados en el pasado. Si los vehículos dejan de necesitar cambios de aceite, revisiones de frenos o cambiarle la junta de la trócola, y simplemente, si hace falta, te lo notifican a través de su app y te ofrecen una cita de servicio, los fabricantes tradicionales se pierden, y dicen eso de “los vehículos eléctricos no funcionan”, o “no hay suficiente demanda para ellos”. No, claro: no os funcionan… a vosotros, panda de descerebrados. Y no hay demanda… para los vuestros, que como no habéis invertido en investigación, no sabéis hacerlos y creéis que se trata simplemente de poner un motor eléctrico donde antes estaba el de combustión. Haciéndolo a propósito no podrían haberlo hecho peor.
Es el momento de pedir a los políticos que nos salven —sí, ya sé que esto dicho así genera entre poca y ninguna esperanza— de una industria en total decadencia. De unos directivos en plena obsolescencia que pretenden convencernos de que, como en aquella canción veraniega hortera de hace años, “nos gusta la gasolina, dame más gasolina”. Que lo de respirar y lo de salvar el planeta es para débiles, hombre, dónde va a parar.
La norma Euro 7, que ya de por sí no era especialmente ambiciosa, convertida en una caricatura de sí misma. “No hay problema, contaminad, contaminad, malditos, que sé que os gusta”. En la cárcel es donde deberían de estar.
***Enrique Dans es Profesor de Innovación en IE University.