Durante muchos años se ha intentado hablar de una pretendida “democracia accionarial” a través de la regulación de las Juntas de Accionistas.
Por ejemplo, propiciando la participación de accionistas en esas juntas o la transparencia de la información, sobre todo al minoritario disperso; aquel que tiene participaciones pequeñas compradas individualmente. También se animó al voto electrónico o la posibilidad informarle por medio de una “oficina de accionista” como nexo entre la alta dirección de la institución y sus propietarios minoritarios dispersos.
Todo ello ha quedado en “deseos” bien intencionados. Un ejercicio de “relaciones públicas” cara al mercado, pero con poca trascendencia real. No hay que engañarse. Salvo casos excepcionales, las Juntas de Accionista están bastante controladas por los gestores.
Porque la realidad es que el propietario de acciones vota en el mercado, que es donde su decisión tiene efecto inmediato. Esa es la verdadera democracia accionarial.
Es lo que ha hecho el mercado con Telefónica. La empresa ha anunciado un plan estratégico en el que se plantea repartir 6.900 millones de euros en cuatro años vía dividendos a sus accionistas.
Hubiera sido de esperar que los accionistas contentos con ese anuncio hubieran mantenido sus acciones de telefónica y comprado más ¡Pues no! El mercado votó en contra. Las acciones cayeron en su cotización en medio punto, dejando el precio en 3,69 euros.
Hay varias explicaciones para esa reacción. Una es que el reparto de 0,3 euros por acción durante cuatro años no se considerase suficiente rentabilidad. Pero al precio de 3,69 euros ese 0,3 euros de dividendo representa una rentabilidad nada despreciable.
Esa puede ser una de las razones para que el fondo soberano saudí STC (Saudí Telecom Company) que posee el 5% del capital, quiera aumentar su posición hasta cerca del 10%. Una meta para la que negocia con el Gobierno español. Negociación estancada mientras la SEPI amenaza con entrar en el accionariado para neutralizar el poder extranjero de ese posible 10%.
Es posible que la Telefónica de 2023 sea más sólida financieramente, pero parece que al mercado le parece más aburrida
Otra explicación para esa reacción del mercado es que, aunque la rentabilidad por dividendos sea alta, el riesgo de la compañía también lo sea.
No es así. Su plan estratégico asegura que la generación de “flujo de caja” será suficiente para pagar los créditos de la empresa. De hecho, ahora tiene casi el doble de liquidez que el volumen de vencimientos de deuda que tendrá que pagar en los tres próximos ejercicios.
Entonces ¿por qué no ha subido la acción y más bien ha bajado?
Una tercera explicación es que hay accionistas que no compran por la expectativa de rentabilidad por dividendos, sino por la perspectiva de plusvalía de las acciones. En el mercado se cotiza la rentabilidad por dividendos, pero también la posibilidad de crecimiento del precio de las acciones.
Un precio que depende del crecimiento del negocio. Telefónica durante la época de César Alierta fue una empresa en expansión. Sus operaciones en el extranjero crearon la esperanza de crear una “multinacional” española importante a nivel internacional. Sus inversiones americanas y europeas daban expectativas de crecimiento en ventas y beneficios.
En aquellos años el mercado respondió con compras. Los accionistas aprobaron aquella aventura internacional de Telefónica.
Algo que ahora parece haberse apagado. Es posible que la Telefónica de 2023 sea más sólida financieramente, pero parece que al mercado le parece más aburrida.
La rentabilidad por dividendo es para aquellos que buscan la seguridad. Los que tienen aversión al riesgo. Del plan estratégico de la Telefónica del presidente Álvarez-Pallete se desprende que la compañía busca a ese tipo de accionista. Un accionista estable que invierta a largo plazo y busque la permanencia.
Por contra, ese mismo plan parece desincentivar la inversión especulativa. La que busca la plusvalía aunque esa expectativa lleve aparejada el riesgo de la aventura.
Y es que, como he aprendido de la historia de las organizaciones, la verdadera decisión estratégica es la elección de la persona de vértice y Álvarez-Pallete no es César Alierta.
Alierta fue un directivo de fusiones y adquisiciones y Álvarez-Pallete es un financiero. El primero era el crecimiento y la plusvalía, el segundo la consolidación y el dividendo.
** J. R. Pin Arboledas es profesor del IESE.