Los Gobiernos débiles son siempre más peligrosos que los fuertes. La inseguridad de su posición y la necesidad de repartir poder e influencia entre sus socios y sus coaligados les impulsan a desplegar una estrategia de control. En el plano político e institucional ello conduce a colonizar y desactivar los contrapesos a su acción y, en el económico, al intento de tomar al asalto las grandes empresas u organizaciones con una participación relevante en ellas.
Y un Ejecutivo con la audacia y la temeridad suficiente siempre tiene una gran capacidad para lograr esos objetivos en países con sociedades débiles, con una tradición estatista y con un anticapitalismo emocional. A día de hoy, España entra en esta categoría.
Desde hace un tiempo ha corrido como la pólvora por los mentideros De la Villa y Corte, siempre proclives a recoger y extender rumores, el hipotético deseo gubernamental de hacerse con el dominio de la Fundación "la Caixa", una entidad que se ha consolidado a lo largo de los últimos años como la segunda fundación europea y una de las más importantes del mundo por el volumen de activos gestionados, alrededor de unos 26.000 millones de euros.
Esta institución de la sociedad civil sintetiza o, mejor, simboliza a la vez una estrategia de cohesión social a través de su obra social y una vocación industrial plasmada en su participación en sectores estratégicos de la economía española.
En un país con una crónica escasez de capital nacional que, además, tiene una creciente aversión a realizar inversiones industriales, la Fundación "la Caixa" es un baluarte, sin duda decisivo, para preservar la presencia de los intereses de España en empresas y entidades financieras con una relevancia básica para la economía nacional, así como para evitar la deslocalización de la toma de decisiones.
Es un baluarte para preservar la presencia de los intereses de España en empresas y entidades financieras
Su participación en el accionariado de CaixaBank, de Naturgy, de Cellnex, de Agbar o de Telefónica, por citar algunos ejemplos emblemáticos, refleja con una claridad meridiana el relevante papel de la Fundación "la Caixa" en el tejido económico español y en ámbitos que afectan no sólo a la actividad productiva sino a la seguridad económica de España como el energético o el tecnológico.
También, ha emprendido una paulatina internacionalización de su cartera empresarial en los últimos años. Entre sus inversiones destaca su participación el Grupo Financiero Inbursa en México, en el Bank East de Hong Kong o en el gigante portugués del retail y de la distribución Sonae. En la actualidad, alrededor del 16% de los ingresos consolidados de Criteria Caixa se generan fuera de España.
Esa posición no es producto de la casualidad, sino el resultado de una estrategia desplegada a lo largo de varias décadas sobre dos valores: la profesionalidad y la independencia de la gestión.
La conjunción de ambos ha permitido construir un entramado económico-institucional privado, no sometido a los vaivenes de la coyuntura y de la política y, por tanto, capaz de desarrollar un proyecto consistente a largo plazo, generador de valor para los accionistas y para la sociedad. Y mantener esa filosofía es fundamental en un proceso de cambio disruptivo y decisivo como al que se enfrenta y se enfrentará España en los próximos años.
Es imposible reindustrializar sin grandes compañías y grupos tractores, que no abundan en España
Por otra parte, cualquier política de reindustrialización con una presencia significativa de capital español es inimaginable sin la Fundación "la Caixa" que junto a Repsol, Iberdrola y pocas firmas más tienen los recursos, la capacidad y la voluntad de apostar por el desarrollo industrial del país y por hacer posible su incorporación a la revolución tecnológica en curso.
Es imposible reindustrializar sin grandes compañías y grupos tractores, que no abundan en España. Y eso se hace más complicado en un entorno donde la política gubernamental aplicada hasta la fecha que no ayuda demasiado, sino todo lo contrario, a su consolidación y a incentivar su asunción de riesgos.
Es imposible reindustrializar sin grandes compañías y grupos tractores, que no abundan en España
En este contexto, cualquier intento o de politizar de manera directa o indirecta la Fundación "la Caixa" para ponerla al servicio de objetivos diferentes a los que le son propios sería algo muy grave a efectos internos y deterioraría de manera sustancial la imagen de España en la esfera internacional.
La sensación, ya presente en los mercados, de una progresiva injerencia gubernamental en la economía y de un clima poco respetuoso hacia la iniciativa privada, daría un salto cualitativo en el supuesto de que el Gobierno pretendiese mediatizar o ingerirse en la gobernanza de uno de los holding financiero-empresariales más grandes de la Unión Europea.
No existe ningún argumento sólido para justificar una acción como la descrita y, de llevarse a cabo, eso se traduciría en un control real por parte de agentes metaeconómicos de una parte sustancial del tejido empresarial español o, para ser precisos, de compañías con una enorme importancia en la economía española.
Se estaría ante una especie de reconstrucción del Instituto Nacional de Industria (INI), lo que produciría una perdida de credibilidad y de confianza en España. La delicada situación que atraviesa la Vieja Piel de Toro desaconseja adoptar cualquier iniciativa que erosione su percepción por los inversores y por los mercados. Como diría D´Ors, hay momentos en los que “los experimentos no se hacen con champán, sino con gaseosa”.