Que una conferencia climática de Naciones Unidas se celebre en un país como Dubái era ya un muy mal augurio. Que además, su presidente aparezca en unas conversaciones privadas diciendo que “no hay ciencia alguna tras las demandas que reclaman la eliminación de los combustibles fósiles” es ya directamente insultante, alucinógeno y digno de que se produjese una rebelión multitudinaria de todo el resto de participantes y saliesen de esa conferencia dando un portazo y dejando el prestigio internacional de Dubái donde se merece estar, es decir, por los suelos.
Sin embargo, esto es política. Y en política, es bien sabido que es muy frecuente que te tengas que comer algunos sapos para conseguir lo que quieres, y este es uno de estos casos. De hecho, las reacciones contra semejantes declaraciones tan profundamente estúpidas, anti-científicas y fuera de lugar, están llevando a que las reclamaciones y exigencias que se hagan en el contexto de esta COP28 sean mucho más fuertes: si sabemos que quien organiza la partida no solo tiene las cartas marcadas, sino que además hace todas las trampas del mundo, pretende desplumarnos a todos y además, es un perfecto imbécil, lo normal es que reforcemos nuestras peticiones y nos apoyemos unos a otros para luchar contra ello.
La idea de que “no hay base científica” es la personificación de la teoría del avestruz, un pájaro que arrastra el malentendido de que entierra su cabeza en la arena para no ver un peligro (algo completamente falso y que habría provocado sin duda la extinción de los avestruces). El sultán Al Jaber es exactamente como el avestruz del mito, y además, no le falta desierto donde ir a enterrar su cabeza: el acuerdo entre los climatólogos, las personas que publican estudios realmente objetivos y documentados en revistas científicas de prestigio en las que la única forma de publicar es que tu artículo sea revisado por otros climatólogos de manera ciega, es absolutamente total. El 100% de los climatólogos afirma que existe una emergencia climática, y que además, esa emergencia climática está provocada por la acción del hombre al quemar combustibles fósiles.
En política es bien sabido que es muy frecuente que te tengas que comer algunos sapos para conseguir lo que quieres.
Ante eso, el sultán Al Jaber entierra la cabeza y dice eso de “yo no miro”. En su lugar, se saca de la manga a un Premio Nobel de la Paz, de Literatura, de Medicina o de cualquier otra disciplina, y le saca unas declaraciones que dicen eso de “uy, no sé, esto es muy complicado”, lo que le basta para afirmar que el consenso científico no es total, y que por tanto, “no hay ciencia”. Una persona con ese nivel no solo no debería —por supuesto— presidir una conferencia del clima, sino que simplemente no debería de dirigir nada, por el bien de aquellos a los que dirige.
Gracias a un estudio muy reciente publicado en una revista científica de esas que el sultán Al Jaber no lee, sabemos ahora no solo que los combustibles fósiles son la causa directa de la emergencia climática, sino que, además, nos matan del mismo modo que lo hace una dieta rica en sodio. Estar sentado en un atasco respirando la basura que sale de los tubos de escape provoca importantes picos en la presión arterial de los ocupantes de los vehículos, picos que, además, se prolongan hasta veinticuatro horas y contribuyen a la aparición de problemas cardiovasculares.
Si nos queremos preguntar qué ha hecho que las enfermedades cardiovasculares o cerebrovasculares se hayan convertido en dos de los mayores asesinos de nuestro tiempo, ahora ya sabemos por qué: por pasarnos horas respirando esa porquería que vende el sultán y sus amigos.
Es comprensible que criticar los combustibles fósiles genere resistencias: si no fuera por ellos, la humanidad no habría alcanzado los niveles de confort y desarrollo económico que ahora disfrutamos. Pero tenían truco, lo sabemos desde hace décadas, y lo que es peor, tenemos todos los elementos necesarios para llevar a cabo la transición tecnológica que elimina ese problema. Podemos prescindir de los combustibles fósiles, seguir disfrutando de energía abundante, y además, eliminar los efectos secundarios de su uso, las emisiones.
eE planeta tiene todos los elementos necesarios para llevar a cabo la descarbonización del transporte y de la industria.
Por mucho que digan algunos desinformados, el planeta tiene todos los elementos necesarios —y en abundancia— para llevar a cabo la descarbonización del transporte y de la industria. Si crees que no hay suficiente litio, olvídalo: simplemente, no lo habíamos buscado bien, y además, es solo una de las posibilidades que tenemos para hacer baterías. Si piensas que las tierras raras son un problema, y de ahí su nombre, más de lo mismo: hay muchas más de las que pensábamos, y en muchos más sitios.
La COP28 es el momento que hay que aprovechar para decirle al sultán Al Jaber que es un imbécil, que no tienen ni maldita idea de lo que habla, y que vamos a arrinconar a sus empresas petroleras para que firmen un compromiso de eliminación de los combustibles fósiles al más corto plazo posible. Una descarbonización ordenada que permita la electrificación de todo y una reducción de las emisiones que evite que, simplemente, destruyamos el planeta en el que vivimos y lo hagamos inviable para la supervivencia humana. Todo eso es lo que está en juego en esta COP28 organizada por una panda de trileros que pretendieron engañarnos a todos, tomarnos a todos por idiotas, y que se merecen el mayor de los descréditos internacionales.
No es el momento de dar portazos: es el de aprovechar que hay un tipo como el sultán Al Jaber al frente de esta farsa, para forzar las negociaciones y torcer la mano del tramposo. Hay que reforzar las exigencias y salir de Dubai con la cabeza alta. A ver si logramos ser conscientes de lo que la verdad, la ciencia y el sentido común pueden conseguir.
***Enrique Dans es Profesor de Innovación en IE University.