Ciertamente, el brote corporativo de los taxistas tuvo iniciales efectos positivos, pero definitivamente se ha revelado como negativo para su profesión y las necesidades de su área metropolitana, al haber transitado desde la solidaridad gremial a la imposición de prohibiciones y limitaciones de mercado que han cercenado la inversión y el interés general de los usuarios.

Es decir, enfocados al conservadurismo en vez de al progreso y la modernidad. Aquella modernidad de la que la ciudad condal fue faro durante el siglo XX y de la que Josep Pla, en su libro "Barcelona, una discusión entrañable" daba cuenta, al encomiar la transformación de Barcelona en una ciudad moderna líder en España durante décadas, y que, luego, sin que Pla pudiera ya verlo, siguió imparable hasta llegar a ser sede de las Olimpiadas.

El de Palafrugell describía cómo la ciudad se modernizó y se convirtió en un importante centro cultural y económico, pero el hecho cierto es que todo eso se ha paralizado en muchos ámbitos, y, en particular, en la última década en lo que al servicio de taxi se refiere. Viajero incansable, es posible que Pla tomase muchos taxis, pero a buen seguro que, si aún viviese, probablemente no estaría muy satisfecho con el actual servicio condal, si lo comparase con el de otras ciudades de su misma categoría mundial.

Desde la irrupción de la digitalización en la movilidad, se ha constatado la ralentización de la innovación en dicho servicio respecto a ciudades similares. Barcelona y sus autoridades han tenido graves dificultades para la aplicación ágil y operativa de novedades como los precios cerrados. La escasa flexibilidad en la denominada Tarifa 3 -ensayo para dicha novedad- es ahora objeto de controversia y discusión entre las diferentes asociaciones de taxistas, siendo algunas más abiertas a su flexibilización y otras marcadamente involucionistas, exigiendo la vuelta a la rigidez tarifaria, contraria a los intereses de los usuarios y de aquellos de sus compañeros taxistas que utilizan aplicaciones digitales para incrementar su eficiencia y sus ingresos.

Barcelona y sus autoridades han tenido graves dificultades para la aplicación ágil y operativa de novedades como los precios cerrados

Esta situación contrasta con el éxito de las medidas de flexibilidad en materia de precios que se han producido en otras importantes capitales para liberar el potencial aún mayor de los taxis. Algunas ciudades, como San Francisco, Buenos Aires, Santiago de Chile, Viena, Singapur, Sídney y Madrid, entre otras, han cambiado sus políticas tradicionales para permitir que las plataformas calculen las tarifas de taxi a través de una aplicación en lugar de un taxímetro, muestren los precios por adelantado a los pasajeros y conductores para que los acuerden antes del viaje y utilicen cualquier suerte de precios dinámicos para ajustar las tarifas en respuesta a las fluctuaciones de la oferta y la demanda en tiempo real.

Así, la fusión de taxis y VTC en una sola oferta de productos y precios, ha aportado en estos sitios una serie de beneficios a los taxistas, usuarios, y a la movilidad en general. Por ejemplo, los taxistas de Madrid en el segundo trimestre de 2023 completaron, de media, más del doble de viajes que los taxistas que no utilizan este sistema. El resultado alcanza cifras de ganancia de un 60% más por semana, además de reducir en más de un 20% los kilómetros en vacío, lo que supone una reducción pareja de emisiones, de circulación ociosa o en búsqueda de viajeros y de la congestión del tráfico en las zonas de mayor densidad.

El impacto positivo de esta limitada flexibilidad de precios ayuda a explicar por qué más de 10.000 taxistas están registrados en las diversas plataformas digitales que operan en Madrid. Tal es así que muchos de ellos están reclamando la posibilidad de ampliar las horas de actividad para obtener mayores ingresos.

Otro ejemplo es el caso de los taxistas de Buenos Aires que prestan servicios para una importante plataforma internacional; sus ingresos reales aumentaron en más del 200%, desagregado el efecto de la desbordante inflación sufrida por Argentina, lo que ha mantenido a esta profesión prácticamente ajena a la crisis económica de aquel país.

Así lo avalan también recientes estudios publicados por la prestigiosa consultora Access Partnership referidos a las siete ciudades enunciadas, donde los investigadores encontraron que, en relación con las tarifas operadas estrictamente con taxímetro, los precios cerrados o dinámicos por adelantado logran reducir los tiempos de espera de los pasajeros y mejorar la eficiencia e ingresos del conductor, mientras que, tanto los pasajeros como los taxistas, prefieren la posibilidad de elegir entre viajes en taxi con taxímetro y con precios, cerrados, flexibles o dinámicos.

Los precios cerrados o dinámicos por adelantado logran reducir los tiempos de espera de los pasajeros 

El camino iniciado por todas estas ciudades es, por tanto, un caso de éxito mundial al que Barcelona permanece ajena, presa de una regulación que perjudica a todo un colectivo, que ahora discute si mantener sus políticas de precios rígidas o abrirse -como Pla-, desde la idiosincrasia catalana al mundo, y flexibilizar definitivamente los precios del taxi.

Ningún cambio está exento de riesgos, pero parafraseado otra reflexión del de Palafrugell - “Sin el pragmatismo localista la política es pura demagogia, y sin las ilusiones superiores es pura mediocridad administrativa”-, esperamos que los taxistas y autoridades de movilidad de Barcelona y Cataluña sean prácticos y apliquen con ilusión las mejores experiencias internacionales, para no caer en la mediocridad y dinamizar la actividad como sus usuarios merecen.

***Emilio Domínguez del Valle es abogado experto en movilidad y transportes.