El pasado martes tuve la suerte de acudir a la presentación del nuevo número de la revista Política Exterior, que inaugura una nueva etapa. Es una gran noticia para quienes seguimos esta revista. El título de este número es “La revancha de los líderes autoritarios”, haciendo referencia al libro de Gideon Rachman, La era de los líderes autoritarios. Cómo el culto a la personalidad amenaza la democracia en el mundo, editado por Crítica. Precisamente el autor, junto con Rafael Latorre, mantuvieron una interesante conversación sobre el tema. Se tocaron aspectos muy importantes de la política internacional, de los políticos autoritarios de ayer y de hoy, aunque no se mencionó el caso de España.
En el artículo de la revista que firma Rachman, y que resume y explica su libro, dice el autor que hay una nueva generación de “hombres fuertes” unidos por su desprecio al liberalismo que, armados con nuevos métodos de gobierno autoritario, amenaza la democracia por todo el mundo. Es un magnífico artículo que no debería eximir de la lectura del libro. Están Putin, Orban, Erdogan, AMLO, Xi Jinping, Trump y Bolsonaro, pero no están los Castro o el binomio Chávez-Maduro.
Su tesis se basa en que el culto al hombre ha oscurecido, si no eliminado, el cuidado de la salud de las instituciones. Y eso lleva a que estos “hombres fuertes” tengan como objetivo dinamitar, más o menos rápidamente, más o menos obscenamente, el Estado de derecho. Así, describe cómo, cuando la oposición china presionó para que los tribunales mantuvieran su independencia, Jinping declaró abiertamente que no se debía seguir el constitucionalismo, ni la separación de poderes occidentales.
Y eso me llama la atención por lo de “occidentales”, porque también en Occidente se está perdiendo el constitucionalismo y la independencia del poder judicial. “Para un líder fuerte, la ley no es algo que haya que obedecer, sino un arma política contra sus oponentes”, escribe Rachman.
¿Cómo no mencionar la amnistía inconstitucional, la manipulación de las instituciones que deberían hacer de contrapeso del poder político y el narcisismo patológico de Sánchez? Varios amigos que conocen mis principios liberales, al finalizar el acto, me preguntaron por mi opinión acerca de Milei. ¿Es un populista? ¿Será uno más en la lista de líderes autoritarios que describe Rachman?
Están Putin, Orban, Erdogan, AMLO, Xi Jinping, Trump y Bolsonaro, pero no están los Castro o el binomio Chávez-Maduro
Lo bueno del “caso Milei” es que ya le han llamado todo lo que le tenían que llamar, así que, en adelante no va a haber sorpresas. Mis amigos más afines en Argentina, que han sido objeto de ataques por parte del carácter colérico de Milei, y que ahora le apoyan sin remilgos, me explican que la alternativa es un suicidio, y que, por más que Milei se haya acercado a movimientos conservadores más radicales de lo que nos gustaría, hay que apostar por que gobernará con sensatez.
Milei se acercó a aquellos a quienes en el pasado había atacado por puro egocentrismo, porque son los mejores expertos en sistemas monetarios y dolarización. Y pactó con el partido político con quien se había enfrentado, para evitar que volviera el kirchnerismo. Los nombramientos han sido una muestra de esos pactos y le han servido para que muchos critiquen sus decisiones, desde todos lados.
Estaba esperando su discurso. Me sorprendió que dijera la verdad crudamente, sin anestesia. El camino del gradualismo seguro que es menos doloroso, pero se necesitan recursos financieros y “no hay plata”. Esa frase la repitió varias veces. No hay plata, no tenemos dinero y hay que tomar medidas drásticas, que nos va a hacer daño. Y, para empezar, anula los contratos de publicidad institucional durante un año y reduce al mínimo los ministerios. ¿Un gesto? Tal vez, pero decir la verdad y predicar con el ejemplo es tan inusual como deseable en política.
Comparemos con los discursos grotescamente optimistas de nuestro presidente. Si nos dejáramos llevar por lo que dice y por las decisiones que toma, nos sentiríamos tan orgullosos de nosotros mismos como él de su libro, del que no es autor, y cuya autora real, en la presentación, hizo un alarde de servilismo felicitando al presidente por el libro escrito por ella. Un despropósito.
Milei se acercó a aquellos a quienes en el pasado había atacado por puro egocentrismo, porque son los mejores expertos en sistemas monetarios
¿Por qué la gente sigue a estos líderes autoritarios de nuestras democracias? Rachman describió las razones de este fenómeno muy claramente: se presentan como salvadores, para lo cual, necesitan un enemigo, en el caso de Sánchez, a “los fachas”. Además es no convencional, instintivo y, sobre todo, entiende muy bien lo que la gente quiere oír.
Y, sinceramente, la gente está harta de problemas económicos. De la crisis del 2007 y su mala recuperación, pasamos a la pandemia, la difícil pospandemia, la crisis energética tras la invasión rusa de Ucrania, la inflación, y estamos ya esperando que pase algo más. Así que, si nos dicen que todo va bien, que la culpa es “de los ricos” y que podemos gastar hasta el infinito y más allá, porque la Unión Europea nos va a dar sus bendiciones, mejor que mejor.
Y lo mismo sucede desde el punto de vista político. Se crea un escándalo, se monta mucha bulla, y cuando la gente está aburrida de tanto ruido, se pacta una “solución de consenso” y, al que discrepe se le acusa de atentar contra la convivencia. No importa si lo que hay encima de la mesa es el Estado de derecho, la Constitución o cualquier otra cosa.
¿Qué quiere oír la gente de sus políticos? Que todo va bien, que no va a pasar nada y que somos los número uno de Europa. El relato siempre gana, por fantástico que sea.
No olvidemos que Argentina ha vivido del relato las últimas décadas y ahora alguien ha venido a decirles “no hay plata”. Tal vez en nuestro país se deberían escuchar más las voces que, desde hace tiempo, y a costa de ser menospreciados, decimos: “No hay tanta plata”.