La Taxonomía de la UE: un lenguaje común para la sostenibilidad
La clasificación de actividades sostenibles propuesta por la Comisión Europea, conocida como Taxonomía de la UE, debe identificarse como un hito significativo para el mundo financiero y empresarial. Este marco proporciona un lenguaje común que tiene el potencial de alinear y concretar el concepto de sostenibilidad, permitiendo un entendimiento mutuo y facilitando la comunicación sobre qué se considera sostenible.
Esta Taxonomía establece ya criterios claros para contribuir a los objetivos de sostenibilidad ambiental y climática fijados por la Unión Europea, dado que recientemente se ha aprobado un nuevo reglamento que completa dicha definición iniciada en 2021. Son 151 las actividades económicas que según el Reglamento de Taxonomía pueden ser consideras sostenibles, y asimismo susceptibles de financiación con criterios de sostenibilidad, siempre y cuando cumplan con ciertos criterios claramente determinados en la norma.
El propósito de la Taxonomía va más allá de definir con claridad qué es sostenible. También proporcionar un marco que permite el intercambio efectivo de información entre diversos agentes del mercado. La Taxonomía se convierte, así, en una regla universal para identificar la sostenibilidad y operar en consecuencia, una suerte de piedra Rosetta en la materia.
En el núcleo de esta clasificación se encuentran criterios meticulosamente elaborados que permiten clarificar una actividad como sostenible si genera un beneficio ambiental o climático que puede ser medido y evaluado. Este enfoque facilita la vinculación de dicha actividad a productos y operaciones económicas que pueden medirse y contrastarse contra dichos criterios. Varias son las empresas que definen ya su negocio en base a dichas especificaciones -energía verde, vehículos cero emisiones, construcción sostenible- y muchas más irán surgiendo y generalizándose en base a esta clasificación -infraestructuras verdes, industria cero emisiones o software para la gestión de riesgos, por imaginar algunas-.
Pero también es útil para el diseño de productos y operaciones financieras proporcionando una guía valiosa para los inversores y empresas. Además, irán apareciendo iniciativas, estándares y certificaciones que ayuden a acrecentar su uso, tal y como plantea el recientemente aprobado Estándar Europeo de Bonos Verdes.
En el núcleo de esta clasificación se encuentran criterios meticulosamente elaborados que permiten clarificar una actividad como sostenible si genera un beneficio ambiental
Es esencial señalar que, en la actualidad, la obligación de utilizar esta Taxonomía recae únicamente en las grandes empresas, tanto financieras como no financieras, que están obligadas a reportar sobre sus actividades sostenibles. Aunque el número de entidades sujetas a esta obligación puede no ser hoy abrumador, su impacto es innegable debido a su tamaño y a la influencia que ejercen sobre proveedores, clientes e inversores. Estas entidades obligadas han de desarrollar una nueva contabilidad interna de su actividad -contabilidad verde-, que supone etiquetar e informar del porcentaje de negocio, inversión y gastos que tienen vinculados a dichas actividades sostenibles.
Sin embargo, estoéste es solo el comienzo. A medida que las grandes empresas lideren el camino, otras seguirán el ejemplo para hablar el mismo lenguaje con sus clientes e inversores. La Taxonomía se convertirá en una herramienta clave para construir la confianza y la transparencia en el mercado, creando un estándar unificado que trascienda sectores y tamaños de empresas.
Las entidades financieras y no financieras ya han iniciado un viaje que se anticipa como un camino continuo. La clave para su éxito a largo plazo reside en la comprensión de este nuevo lenguaje sostenible por parte de los clientes. A medida que los reguladores y supervisores continúen definiendo pautas adecuados para su uso e integración en la operativa normal de mercado, y que los gobiernos vayan diseñando incentivos sobre dichas actividades, se espera que el flujo de actividad y financiación hacia prácticas sostenibles aumente significativamente en los próximos años.
Los primeros datos reportados por las empresas empiezan a mostrar una pauta muy interesante, que no por esperada deja de ser relevante. Hay sectores muy influenciados con esta clasificación que tienen una clara vinculación con las actividades sostenibles: industria, energía y construcción, principalmente. Pero muchas otras empresas que realizan actividades fuera de estos sectores también encuentran vínculo, aunque sea con menor intensidad o centralidad, con la Taxonomía de la UE.
Además, en general, las empresas reportan un porcentaje de alineamiento con la Taxonomía mayor en sus inversiones, es decir, en lo que es relevante a futuro, que en lo que respecta a su negocio actual, demostrando la premisa esperada de que los elementos esenciales de la taxonomía se reflejarán en las nuevas decisiones de inversión y financiación, más que en la actividad recurrente o sus gastos operativos. Y todo ello sin haberse aún definido incentivos específicos por el sector público.
Necesitamos que las empresas sean transparentes sobre su actividad económica en relación con la taxonomía; que los gobiernos apoyen estas decisiones mediante incentivos que aceleren la transición necesaria; y que los equipos clave en las empresas conozcan, se formen, y operen con la Taxonomía como un elemento imprescindible más de sus conocimientos de base.
*** Ricardo Pedraz González, profesor de Afi Escuela.