Varios cigarrillos aplastados.

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La tribuna

Voluntad política frente a las tabacaleras

30 enero, 2024 01:38

63.000 personas mueren al año en España a causa del tabaco, según la Sociedad Española de Epidemiología. Esta cifra se multiplica y asciende a los ocho millones anuales a nivel global según la Organización Mundial de la Salud. Unas cifras que han pasado de ser trágicas a simples estadísticas. Cifras fruto de una industria con enorme influencia y poder de manipulación que ha impreso toneladas de billetes a costa de la vida humana.

Hoy en día sería impensable la producción a nivel industrial y su posterior comercialización de una sustancia como el tabaco. Este hecho solo se explica por nuestra deriva histórica, el poder de la industria tabacalera y la presencia del tabaco en nuestra sociedad. Las evidencias de las consecuencias nocivas del tabaco para la persona y su alrededor son incuestionables, pero actualmente uno de cada cinco adultos en España fuma de forma diaria, según el último informe del Observatorio Europeo de Políticas y Sistemas Sanitarios. Y un quinto de la población son muchos votantes.

Por añadidura, el negocio de las tabacaleras juega en su contra, acabando con la mitad de sus consumidores. Ha leído bien: la mitad de las personas fumadoras morirá a causa del tabaco. Esto lleva a intentar atraer a cada vez más personas de países en vías de desarrollo. Y a enganchar y normalizar el hábito entre los más jóvenes, con estrategias tan perversas como el diseño de vapeadores y productos similares para acercarse incluso a la población infantil.

La referencia a la libertad individual como contrapartida a las leyes regulatorias del tabaco es una de las principales bazas de los defensores de este tóxico. Como si nuestra libertad de decisión no se viera influenciada por las garras de las tabacaleras y las redes de este colosal grupo de presión. Aun con ello, este argumento no carece de peso, y siempre se deberá tener presente la libertad individual.

La libertad individual es primordial, pero también lo es la preservación de la salud de las personas que rodean a aquellas que expulsan el humo tóxico. Las muertes atribuibles a fumadores pasivos de tabaco ascienden a los 1,3 millones en todo el mundo. El cáncer con un mayor número de muertes a nivel global es el de origen pulmonar. Y su responsable directo en el 85% de los casos es el tóxico prevenible vendido por esta industria. Estar expuesto al humo de terceros proveniente del tabaco incrementa de forma alarmante el riesgo de problemáticas como el cáncer de pulmón, asma y patologías cardiovasculares.

Los problemas de salud atribuibles a sustancias hedónicas no pueden ser abordados únicamente por medio de la educación sanitaria, como indica la célebre declaración Endgame de la Organización Mundial de la Salud. Medidas regulatorias como las fiscales, el empaquetado neutro, la advertencia en los productos y los espacios libres de humo se han mostrado eficaces para disminuir el consumo de tabaco.

Esto, además, debe ir de la mano de ayudas para la deshabituación, campañas educativas y programas de prevención. En esta línea, la prohibición de su consumo en espacios públicos se postula como evidente, dadas las firmes conclusiones relativas a consecuencias en la salud de terceros. Sumado a lo anterior, el tabaquismo acarrea pérdidas a las arcas del estado, por lo que el argumento económico también carece de peso.

¿Optaremos por preservar la salud colectiva o seguiremos permitiendo que la industria del tabaco ingrese millones a costa de la vida humana? La regulación firme es la respuesta, y la voluntad política es la clave para lograr un mundo libre del flagelo del tabaquismo.

***Gonzalo Baquero Sanz es presidente del Consejo Estatal de Estudiantes de Medicina.

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