Industria del petróleo y el gas

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La tribuna

Contra el decrecimiento: innovación y talento

6 marzo, 2024 02:12

Tras la paulatina recuperación económica desde la gran crisis de 2008, los gobiernos afrontan nuevas dificultades unidas a la inherente necesidad del crecimiento económico. Unas necesidades acrecentadas tras la pandemia global, la crisis de suministros y la crisis energética derivada de la guerra en Ucrania. 

La complejidad de nuestras sociedades está imponiendo nuevos condicionantes en la agenda política de forma complementaria a los convencionales e imprescindibles objetivos de crecimiento, empleo y cohesión social. 

Las externalidades negativas que nuestro modo de vida ha generado forman parte de las preocupaciones crecientes de la sociedad, poniendo de manifiesto que debemos asegurar un crecimiento sostenible, compatible con las preocupaciones materiales y la concienciación medioambiental. Es por este motivo que de un tiempo a esta parte han cobrado mucha fuerza ideas formuladas hace ya medio siglo como son la Teoría del Decrecimiento: una corriente de pensamiento que defiende la reducción de la producción material y del consumo para asegurar la supervivencia del planeta. En mi opinión, una irresponsabilidad en términos económicos y de bienestar social. 

A su vez, podemos situar estas preocupaciones en el clásico “trilema” energético: sostenibilidad medioambiental, seguridad de suministros y competitividad, tres objetivos indispensables en cualquier sistema energético y, por ende, económico en la actualidad.

En este sentido, el cambio climático se constituye como una de esas principales preocupaciones internacionales y locales de la actualidad como hemos podido experimentar de forma nítida en los últimos años. Ser capaces de crecer y ganar competitividad y cohesión social sin que ello impacte negativamente en nuestro planeta es una de las tareas primordiales de la primera mitad de este siglo. 

El cambio climático se constituye como una de esas principales preocupaciones internacionales

Lo cierto es que el cambio climático plantea una problemática singular y distinta al resto al tratarse de lo que se conoce como un “dilema cooperativo”, es decir, que su solución requiere de la concertación de varias partes y no de esfuerzos unilaterales. 

Esta realidad palpable nos la ofrecen los datos de emisiones de efecto invernadero anuales: actualmente, y de acuerdo con los datos del EDGAR de la Comisión Europea, el ranking de países más emisores está liderado por China, con aproximadamente un 30%; le sigue Estados Unidos con un 12% aproximado; la Unión Europea con un 6,5%; India con un 7% y Rusia con casi un 5%.

Además, conviene resaltar las claras tendencias alcistas de los países asiáticos frente a las trayectorias descendentes de Estados Unidos (fruto especialmente del cambio del carbón por gas) y de la Unión Europea con su impulso del Pacto Verde Europeo. Para muestra un botón: todo el progreso medioambiental de la Unión Europea del ultimo año ha sido “compensado” por el incremento de emisiones de India. A su vez, estas cifras contrastan con el peso singular de países como España, que apenas representan el 0,6% de las emisiones mundiales de efecto invernadero. 

La conclusión es obvia: no se puede solucionar este problema con acciones unilaterales ni siquiera cuando nos referimos a una unidad política como la Unión Europea. 

Todos queremos crecer, mantener o incrementar nuestro nivel de vida; es un anhelo legítimo y deseable que también comparten los países emergentes. Sin embargo, la evidencia empírica del cambio climático nos obliga a tomar medidas, pero ¿qué podemos hacer cuando ni siquiera depende de nosotros como europeos y españoles?

La evidencia empírica del cambio climático nos obliga a tomar medidas

Los principales emisores son aquellos que están por desarrollar, Asimismo, existen distintos ámbitos donde la descarbonización tiene dificultades, como son los sectores de la construcción o la ganadería. Además, aún carecemos de tecnologías esenciales para el almacenamiento o la captura de carbono, elementos indispensables de acuerdo con la Comisión Europea para alcanzar nuestro ambicioso objetivo de ser una economía neutra en emisiones de carbono para 2050. 

La respuesta no es sencilla pero sí se puede apuntar a un óptimo: debemos cumplir con nuestros compromisos internacionales (en eso mismo se basa la multilateralidad que defendemos en el marco internacional), adaptarnos a las realidades que impone el cambio climático en nuestros ecosistemas y, especialmente convertir a España y a Europa en un hub o proveedor de tecnología de descarbonización.

Un informe elaborado por la consultora Manpower sobre la transición energética apunta a la generación de entre 1,7 y 2 millones de nuevos empleos directos, indirectos e inducidos hasta 2040 en la Europa de los 27 y en el Reino Unido, a razón de 101.000 empleos cada año. Sólo el 12% de esos 1,7 millones de nuevos empleos estará en el sector energético.

Sus empresas proveedoras sumarán hasta el 44,3% de los nuevos empleos, considerando todos ellos indirectos. Y el 43,7% restante se repartirá por el resto de la cadena de valor. Este importante “ejército” necesitará en lo que respecta a la industria, unas capacitaciones específicas, lo que obliga a las administraciones y empresas a ponerse, nunca mejor dicho, las pilas en incluir la formación en tecnologías específicas en todos los niveles del sistema educativo. Pero no sólo hace falta una formación reglada para futuros profesionales, sino también una formación que permita el reciclaje de los trabajadores. En definitiva, formar y retener el talento para que podamos liderar esta carrera tecnológica hacia la descarbonización debe ser un objetivo irremplazable.  

Este panorama (disparidad de emisiones por país y limitaciones tecnológicas) apunta claramente a que es el camino del compromiso con la innovación y el talento el que debe primar en el enfoque de la transición energética para una potencia media como España y una organización como la UE. Liderar no es solamente reducir mas emisiones que el resto sino también ser capaz de ayudar a los demás a que contribuyan a este objetivo. 

Por todo ello, debemos apelar a un gran pacto de compromiso, innovación, formación y retención del talento en la descarbonización en España y en Europa, porque la respuesta a los desafíos medioambientales y sociales no vendrá de la mano del racionamiento, la escasez o la planificación centralizada -lo que proponen los decrecentistas-, sino de nuevas soluciones que consoliden el crecimiento sostenible y nos sitúen a la vanguardia medioambiental, tecnológica e industrial como españoles y europeos. 

**María Muñoz es directora de Asuntos Públicos en Kreab.

Valdesca Martínez.

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