La intensificación de las sanciones comerciales de los Estados Unidos hacia China, fundamentalmente cubriendo drásticas restricciones a la exportación de productos tecnológicos relacionados con los chips más avanzados y con su proceso de fabricación, está resultando en una división cada vez más fuerte entre ambos países, que alcanza además a sus aliados.
Además de compañías norteamericanas como Nvidia, que sin duda desearían inundar el importantísimo mercado chino con sus chips especializados para el desarrollo de inteligencia artificial, compañías de otros países, como la fabricante de equipos de fabricación de litografía ultravioleta extrema ASML, fundada en los Países Bajos, ven restringida su capacidad para venderlos al gigante asiático, en donde tendrían múltiples clientes interesados en adquirirlos.
Considerando no solo que cada uno de sus equipos es un monstruo que cuesta cientos de millones de euros y ocupa varios contenedores y tres aviones 747, la imposibilidad de vender al mercado chino supone un enorme contratiempo para la compañía, que podría ver además cómo otros competidores aprovechan para intentar emular las capacidades de sus máquinas.
En muy poco tiempo, veremos cómo una iniciativa parlamentaria apoyada tanto por republicanos como por demócratas, con el presidente Biden a la cabeza, propone la obligatoriedad de que la compañía china ByteDance, propietaria de TikTok, desinvierta y la venda a un propietario norteamericano si quiere seguir operando en el país sin ser prohibida.
La iniciativa, que parece destinada a ser aprobada en esta ocasión y que cuenta ya con varios candidatos a pujar por la compañía, podría ser, en cualquier caso, completamente estéril, dada la frontal oposición del Gobierno chino a permitir que una compañía como TikTok sea objeto de lo que consideran directamente un robo.
La frontal oposición del Gobierno chino a permitir que una compañía como TikTok sea objeto de lo que consideran directamente un robo
La realidad es que TikTok ha sido cualquier cosa menos ejemplar en su gestión de los datos personales de sus usuarios y que es bien sabido que el Gobierno chino tiene acceso ilimitado a ellos, lo que implica que llevan años haciendo mapas de influencers, periodistas y personalidades que podrían ser eventualmente utilizados para lanzar peligrosas campañas de desinformación, y que dentro de los Estados, su único defensor en este momento es nada menos que Donald Trump, que comprobó en sus propias carnes la fuerza del colectivo de jóvenes usuarios de TikTok —dejaron vacíos varios de sus mítines confirmando muchísimas entradas para finalmente no aparecer— y ahora parece querer apelar a ese voto.
Mientras los usuarios de TikTok norteamericanos parecen estar resignándose ya a trasladar sus cuentas a otras redes sociales, apelando a la fragilidad y la caducidad de este tipo de servicios, los consumidores chinos están dando cada vez más la espalda a los productos de compañías norteamericanas como Apple o Tesla y comprando en su lugar productos chinos como Huawei, conocida ya como “la Apple china”, o BYD, que avanza en el dominio del estratégico mercado del vehículo eléctrico en todo el mundo. La propia Apple y otras compañías de electrónica de consumo intentan abandonar la fabricación en China lo más rápido que pueden, y trasladarse a India y a otros países.
Estamos, sin duda, ante un gigantesco cisma que propone una división radical del mundo. En un lado, un gigante no democrático, un país cuyos habitantes no pueden ni plantearse elegir a sus gobernantes y que, por tanto, permite que esos mismos gobernantes puedan plantear y mantener estrategias a largo plazo, sin preocuparse de ningún tipo de alternancias en el poder. Un país que no ha dudado en cerrar sus fronteras a productos de otros países o en imponer condiciones draconianas a las compañías extranjeras que pretendían acceder a su mercado, sin ningún miedo a ser acusado de ser furiosamente proteccionista, y que fabrica buena parte de los productos que el resto del mundo consume.
La realidad es que TikTok ha sido cualquier cosa menos ejemplar en su gestión de los datos personales de sus usuarios
En el otro lado, el gigante en decadencia: unos Estados Unidos acosados por una bipolarización política brutal, con una deuda externa abrumadora denominada en papelitos que imprimen cuando les da la real gana, con serios problemas de salud pública que inundan sus calles de personas con obesidad mórbida y de zombies afectados por la adicción al fentanilo, con más armas en poder de la población que en todo el resto del mundo junto (incluidas las zonas en conflicto), y en donde todos los días parece haber algún tiroteo con víctimas mortales.
A este paso, todo indica que el escritor británico George Orwell, fallecido en 1950, no fue únicamente un visionario con respecto al tipo de sociedad en la que viviríamos, completamente dominada por un Gran Hermano que vigila todos nuestros movimientos y hasta nuestros pensamientos, sino también por su visión geopolítica: un mundo dividido en bloques irreconciliables con visiones radicalmente distintas, y en guerra permanente.
Una visión cada día más desalentadora. Y sobre todo, si pensamos en la importancia de los problemas y desafíos que los seres humanos deberíamos estar acometiendo juntos, cada día más patética.
***Enrique Dans es Profesor de Innovación en IE University.