Una vez que ha pasado la vorágine de la semana de la mujer, creo que merece la pena una reflexión tranquila sobre los problemas asociados a ser mujer en la España del siglo XXI, especialmente desde el punto de vista económico. Porque haber problemas, haylos. Unos legales, otros conceptuales, otros económicos, pero no podemos decir que la mar está en calma.
Personalmente, la semana pasada no pude participar en ningún acto, conferencia o similar porque estaba enferma. Ni siquiera pude ir a la presentación del libro de la editorial Ladera Norte y coordinado por Yaiza Santos y Berta González de Vega, Indomables. Diez mujeres frente al feminismo hegemónico. Por suerte, habrá más presentaciones en varias ciudades de España, y en alguna me podré colar.
Porque tengo el privilegio de haber escrito uno de los capítulos, el titulado “La riqueza es la llave de la cárcel”. Y les voy a adelantar las dos primeras frases: “La liberación de la esclavitud pasa por la emancipación económica. La de la mujer también”. Es decir, además de promulgar leyes que prohíban la esclavitud, de asegurar que todos somos iguales ante la ley, que quiere decir que la misma ley se nos aplica a todas las personas por igual, y que hay libre acceso a educación, participación en la vida política y a cargos públicos, la verdadera liberación pasa por la emancipación económica.
Eso no implica necesariamente ser rica, sino ser independiente. Y eso es incompatible con depender de subvenciones y de protección gubernamental. Combatir la desigualdad de número en consejos de administración, en cargos políticos o en las carreras científicas por la vía rápida, imponiendo cuotas, no elimina el machismo de las mentes de las mujeres y de los hombres machistas. Porque, no me cansaré de repetirlo, la mentalidad no se cambia a golpe de ley, sino siendo conscientes de que estamos alimentando un prejuicio injustificado.
El enaltecimiento de la dependencia de la mujer como única salvación posible es similar al “Quién te va a querer más que yo” del padre, marido o novio que te quiere atada a su pierna.
La mentalidad no se cambia a golpe de ley, sino siendo conscientes de que estamos alimentando un prejuicio injustificado
Además de ese, el principal problema con que nos encontramos es que está mal visto crear riqueza y, aún peor, disfrutar de ella. El famoso verso de la canción de Shakira: “Las mujeres no lloran, las mujeres facturan” ha despertado todo tipo de resquemores en el feminismo hegemónico, ese que prefiere a la mujer encadenada a la “generosidad” del Gobierno.
Shakira es rica, no tiene derecho a hablar. No conviene recordar su multiculturalidad, sus treinta años de carrera, las dificultades familiares cuando su padre se arruinó, siendo ella una niña de ocho años. Shakira es rica y ha tenido un lío con Hacienda. No sirve. Ana Patricia Botín tampoco. Es una rica heredera. Los ricos son malos, incluso cuando son mujeres.
Esa es la gran paradoja. En lugar de enseñar a las niñas (¡y a los niños!) a ser generadores de riqueza, de manera que, por un lado, en un futuro sean adultas emancipadas que decidan el destino de sus beneficios en función de sus valores; y, por otro lado, favorezcan el desarrollo económico de todos gracias el incremento de actividad económica de su entrono, se les enseñan otras cosas.
Por ejemplo: que el resto de los españoles debemos financiar cualquier cosa que el Gobierno de turno decida, sin monitorizar cada euro gastado; o que son los políticos en el poder, el feminismo hegemónico, quien dicta los cánones. Determinan qué es una mujer, mucho más allá de la biología. Promulgan leyes contrarias a las buenas prácticas jurídicas aunque eso implique la reducción de condena y la puesta en libertad de agresores sexuales. Promulgan leyes que permite que los hombres divorciados cambien de género en un año y obtengan beneficios respecto a los hijos como “madres no gestantes”, dando pie a todo tipo de fraudes.
El derecho, la justicia, la racionalidad económica, la sensibilidad social está subordinada al criterio de este feminismo hegemónico que no me representa, y contra el que escribo.
Promulgan leyes contrarias a las buenas prácticas jurídicas aunque eso implique la reducción de condena y la puesta en libertad de agresores sexuales
Porque ¿a qué realidad económica se enfrenta hoy una mujer? Además del deterioro del Estado de derecho, que trata Guadalupe Sánchez en Indomables, y que afecta a la credibilidad económica del país, las mujeres nos enfrentamos a una dura realidad económica. Los impuestos nos caen sobre los hombros a nosotras también. La falta de capital privado nacional también nos afecta como empresarias potenciales.
Las mentiras económicas y el maquillaje de datos también nos perjudica a las mujeres. La intervención en los precios del sector inmobiliario y el desaguisado que ha supuesto la regulación también afecta a las mujeres que se quieren emancipar e ir a vivir por su cuenta.
El coste energético derivado de la cerrazón del gobierno respecto a la energía nuclear, también lo pagamos las mujeres. La escandalosa deuda pública también la van a pagar las mujeres del mañana. La lenta asfixia a los autónomos afecta a hombres y mujeres. El declive del sistema educativo perjudica a niños y niñas. Y así, todo.
Por supuesto que soy capaz de percibir el machismo latente de algunos sectores (cada vez más raquíticos) de la sociedad. Me doy cuenta de la diferencia numérica en las carreras científicas y tecnológicas. No soy ciega ni negacionista. Lo que me planteo es si necesitamos la intervención castrante del Gobierno. O si vamos a actuar como los empresarios del siglo XIX en España, aterrados por la competencia, que pedían subidas de aranceles que nos sumieron en el insondable pozo de la falta de competitividad.
¿Y si resulta que, además, somos capaces de organizarnos nosotras solas sin sacerdotisas que viven a nuestra costa? ¿Por qué no mejorar el marco en el que los ciudadanos crean riqueza para que también las mujeres podamos emanciparnos y, si queremos hacerlo, ganar dinero y gastarlo como nos dé la gana? Muy sencillo: porque eso haría libres a las mujeres y a los políticos (hombres y mujeres) que viven de nuestra dependencia se les acabaría el chollo.