Dele brillo a su cartera
No es California, no es mediados de siglo XIX, no es el río Buenaventura, ni el aserradero de Sutter's Mill porque no es la fiebre del oro de California, pero hace unos días el oro ha vuelto a “volar” superando de largo el precio de los 2.300 dólares por onza, alcanzando un récord histórico de precio.
Para muchos, comprar oro puede tener varias ventajas: sirve como cobertura contra la inflación porque a medida que la inflación aumenta, el poder adquisitivo de la moneda se reduce, es decir, tener dinero en efectivo reduce su valor nominal y el oro, suele aumentar de valor durante periodos inflacionistas.
Además, es activo refugio en momentos de incertidumbre y tiene la virtud de diversificar la cartera por su poder descorrelacionador con los activos tradicionales, muchas veces mejorando la ratio rentabilidad/riesgo por el efecto positivo en el numerador y el denominador y la mayor parte de las veces sólo bajando el riesgo.
Para los detractores, la rentabilidad a lo largo del tiempo es el mayo hándicap porque, en general, el preciado lingote tiene históricamente menos recorrido que otro tipo de activos, así que es bueno como apuesta satélite, pero nunca debe ser el core de una cartera. Y sólo comprarlo por si “viene el lobo” igual sale bien una y tres, mal.
Otro de los problemas y no pequeños es que, en el caso de las materias primas, aunque cotizan como cualquier activo financiero, su precio se forma, además de por la oferta y la demanda, por la relación entre el nivel de stocks y el de producción y las expectativas que el mercado tenga de lo que se va “producir” y “consumir” y esto complica mucho inferir el precio del lingote para el futuro.
2023 ha sido un año bueno para el oro, como lo está siendo 2024; aunque si miramos la rentabilidad promedio de los últimos quince años (2009-2023), hemos tenido poco más del 7% de promedio en un periodo en el que conviven años con el 2020, que subió más de un 24,2% y un 2013 que cayó más de un 27,6% y que es el segundo peor año natural -después del -32% de 1980- desde los precios de 1928.
Durante este mismo periodo, la bolsa americana (medida a través de la rentabilidad del S&P500 con dividendos) ha alcanzado más de un 14% de media, frente al 6,5% de la deuda corporativa, el 5% del real estate y el paupérrimo 1,7% de la deuda
soberana a 10 años.
Sólo comprar oro por si “viene el lobo” igual sale bien una y tres, mal
Tomando algo más de perspectiva, si hubiéramos podido invertir cien dólares desde 1928 hasta 2023 ahora tendríamos algo más de 10.042 dólares, lo que representa una tasa interanual de casi el 5% en más de 96 años frente al casi 9,5% de la bolsa durante ese mismo periodo. Pero ese comportamiento, si fraccionamos por periodos, cambia mucho.
Desde 1928 hasta la década de los 70, el precio del lingote no tuvo un especial buen comportamiento, un 1,7% anualizado, si lo comparamos con los rendimientos de la bolsa +7,8% o con la deuda corporativa +4,3%.
Y es que desde justo en la década de los 70 el oro subió un 1250% en tan sólo 10 años. Recuerden que en verano del 1971 Nixon abandonó los Acuerdos de Bretton Woods y rompió con la convertibilidad del patrón oro en un momento en el que los precios pasaron de tasas interanuales promedio de los 1,2% entre los años 1960 a 1965 a los 5% del lustro 1966–1970.
Si la subida es porque el mercado vio en el brillo del oro una cobertura al aumento desmesurado de los precios o si fue un refugio por la ingente cantidad de dinero en el sistema sin respaldo real, no lo sabremos con exactitud.
Hay quienes señalan que en estos días hay un cierto regusto de lo que pasó en la década de los setenta del siglo pasado, pero la geopolítica es muy diferente y el momento del ciclo, como saben, también; hay menos crecimiento del que nos gustaría, pero bastante más de lo que cualquiera tenía en sus expectativas.
Como siempre, uno no puede recomendar comprar esto o aquello sin sentarse con un cliente primero y escuchar sus preferencias, sus necesidades, su horizonte de inversión o simplemente que prefiere tener en su cartera y que es lo que seguro no quiere tener.
Pero sí puedo afirmar que, de momento, hay que seguir teniendo oro en los portfolios. Hoy contamos con más alternativas que permiten una mayor diversificación de las carteras a los activos tradicionales, pero pocas como el lingote.
En lo que llevamos de año ya ha corrido mucho (sólo en marzo subió más de un 9%), pero no tengan duda: si la inflación no remite tanto como lo que esperamos, otros países deciden seguir a Zimbabue que ha vuelto al patrón oro, la geopolítica se complica aún más o la Fed no termina por relajar la política monetaria… Busquen alternativas para sus posiciones en bolsa y bonos… lo van a necesitar.
***Alvaro Galiñanes Franco es director de Inversiones de Santander Private Banking Gestión.