Eduard Punset, el que ha sido el divulgador científico por antonomasia en España, le daba la vuelta a un dicho popular diciendo que 'cualquier tiempo pasado, fue peor', invitando así a la reflexión sobre las dificultades para la vida humana en épocas pasadas y la importancia de seguir trabajando por un mejor futuro para todos.
Bajo esta premisa, podemos revisar el paradigma ecológico del cambio climático. En lo que llevamos de siglo XXI, la cantidad acumulada de toneladas de CO2 por emisiones procedentes de combustibles fósiles y de la industria, asciende a más de 600.000 millones, según Global Carbon Budget.
Esto supone que en estas dos últimas décadas se han acumulado más de una tercera parte de todas las emisiones generadas en la historia de la humanidad, llevándonos a la actual situación de profunda emergencia climática y a proyecciones futuras muy preocupantes.
Entre las afirmaciones más alarmantes, están precisamente las corrientes de negacionismo climático que condenan las iniciativas que contribuyen a promover la transición ecológica
La parte positiva es que en los últimos años se están llevado a cabo numerosos esfuerzos e iniciativas para abordar el cambio climático a nivel político, social y económico, ofreciendo así una esperanza tangible para un futuro mejor.
Europa ha implementado diversos mecanismos y políticas bajo el estandarte del Nuevo Pacto Verde Europeo, que aspira a lograr una transformación económica y social sustentada en energías renovables y en una sociedad más justa y equilibrada, aunque, este proceso se está produciendo a un ritmo mucho más lento de lo necesario.
Esto sigue evidenciando la urgente necesidad de seguir trabajando en la implementación de cambios sistémicos profundos que se traduzcan en una transformación social y ecológica real.
Sin embargo, esta imperante necesidad de acelerar la transición hacia un modelo más justo, democrático y ecológico corre el riesgo de estancarse, incluso de revertirse.
Nos encontramos en un periodo de gran incertidumbre e inestabilidad, marcado por la pandemia de la COVID-19, conflictos geopolíticos como la guerra en Ucrania, una crisis energética y otras crisis humanitarias como la destrucción en Gaza.
Esta situación de confusión, exacerbada por el periodo de post-verdad y desinformación que está alcanzando niveles desbordantes, está siendo aprovechada por movimientos populistas que utilizan el descontento y el miedo de la ciudadanía para promover discursos simplistas y emocionalmente persuasivos para así fomentar sus políticas extremas.
Entre las afirmaciones más alarmantes, están precisamente las corrientes de negacionismo climático que condenan las iniciativas que contribuyen a promover la transición ecológica, como el Pacto Verde, considerándolas, además, causantes de todos los males económicos y sociales actuales.
Ante este escenario nada prometedor, no debemos sucumbir al pesimismo, debemos continuar con la mirada puesta en un horizonte de transición ecológica ilusionante y esperanzador, como menciona Emilio Santiago en uno de sus libros. Este horizonte debe ser capaz de inspirar y movilizar a la mayor parte de la ciudadanía, ofreciendo una promesa de vida con un bienestar más equilibrado.
Para lograr esta visión, es fundamental volver a reconectar con el papel de la democracia como vehículo de un cambio social. No podemos entenderlo como una amenaza y se debe recordar que vivimos en un sistema democrático y de libertad que no siempre ha existido.
Los estados democráticos comprometidos deberían promover el conocimiento, la innovación y la creatividad de los ciudadanos, favoreciendo su participación en la acción local y combinarlo con el trabajo institucional en el ámbito político.
En estas dos últimas décadas se han acumulado más de una tercera parte de todas las emisiones generadas en la historia de la humanidad
En este sentido, el Pacto Europeo por el Clima brinda a las personas, las comunidades y las organizaciones la oportunidad de participar en la acción por el clima en toda Europa. Así, en el ámbito del Pacto Verde Europeo, el Pacto por el Clima aspira a convertirse en un espacio vivo para aprender y mejorar el conocimiento, compartir información, debatir y actuar ante la crisis climática, y apoyar el crecimiento y la consolidación de un movimiento europeo en favor del clima.
Una sociedad basada en el conocimiento y en la ciencia tendrá su reflejo a nivel político. Una sociedad vacía y sustentada en la desinformación también tendrá su homólogo en la política. La propia ciudadanía debe por tanto comprometerse demostrando competencia electoral y participar para favorecer la transformación social a través de las estructuras establecidas.
Si bien nos enfrentamos a desafíos significativos en el presente, debemos mantener la esperanza en un futuro mejor. A través de la acción colectiva, el conocimiento y el compromiso político, podemos enfrentar los retos del cambio climático y sentar las bases de un equilibrio y justicia ambiental que permita un mayor bienestar de las generaciones venideras.
Las próximas elecciones europeas son una oportunidad para que la ciudadanía pueda mantener viva la esperanza y pensar que: Cualquier tiempo futuro, será mejor.
***José Segarra Murria, Embajador del Pacto Climático Europeo