Pensionista en un cajero

Pensionista en un cajero EP

La tribuna

La inmigración ante el reto demográfico

Los trabajadores extranjeros ocupan demandas no cubiertas de nuestro mercado laboral, contribuyendo además a afrontar la sostenibilidad del sistema público de pensiones.

4 junio, 2024 02:24

Uno de los principales problemas a que se enfrenta la UE durante las próximas décadas es la evolución demográfica. El reciente informe “2024 Ageing Report” de la Comisión Europea prevé que la población de la UE comience a disminuir en los próximos años, y que el número de personas mayores aumente, especialmente en relación con el número de personas en edad de trabajar.

Este reto demográfico se debe, por una parte, al rápido envejecimiento de la población: más de una quinta parte de los habitantes de la UE tienen ahora 65 años o más, por el aumento de la esperanza de vida. Y, simultáneamente, la tasa de natalidad en la UE está disminuyendo de forma alarmante, con 3,8 millones de bebés nacidos en 2022, lo que supone un descenso respecto a los 4,7 millones de nacimientos registrados en 2008. El descenso de la población menor de 20 años contribuye a las cifras globales de envejecimiento y al aumento de la edad media de las personas que residen en la Unión, que en 2022 era de 44,4 años -casi seis años más respecto a las cifras de hace 20 años-.

El cambio demográfico reconfigura la economía y la sociedad europea. En primer término, eleva el gasto en políticas sociales, principalmente pensiones, sanidad y dependencia. En segundo lugar, al disminuir la población en edad de trabajar se puede producir escasez de mano de obra, con efectos en las inversiones y la productividad. Por último, este cambio demográfico también incide en la cohesión social, territorial e intergeneracional, lo que podría agravar las brechas socioeconómicas existentes.

La manera de afrontar estos cambios demográficos puede convertir la solución en oportunidad, sobre todo si somos capaces de desarrollar políticas de inmigración de forma inteligente. Los flujos migratorios no sólo pueden paliar el problema demográfico, sino que pueden resultar vitales para mantener la competitividad de la economía de la UE.

En España durante los últimos años la incorporación de los trabajadores extranjeros al mercado laboral ha sido muy superior que la de los trabajadores españoles. En el primer trimestre de 2024 contamos con casi un 50% más de trabajadores extranjeros que en el primer trimestre de 2018, mientras que los trabajadores españoles han crecido un 5,5% en ese mismo periodo.

Así el peso foráneo en el mercado laboral es cada vez mayor, cubriendo ya casi uno de cada cinco nuevos puestos de trabajo. A pesar del aumento de ocupación extranjera en actividades de mayor cualificación, dicha población se concentra fundamentalmente en los empleos de menor cualificación. Según la EPA, de los 21.250.000 ocupados que hay en nuestro país, 3.095.200 son de origen extranjero (un 14,6% del total, con datos del primer trimestre). El 72% están concentrados en los servicios, en muchas ocasiones de baja remuneración poco demandados por los españoles, ya sea en la hostelería, restauración, comercio o los cuidados. De hecho, más del 66% de los trabajadores foráneos están en ocupaciones elementales, en la construcción, o trabajan como vendedores, camareros y personal de seguridad.

Gráfico: Variación de ocupados entre 1T 2018 y 1T 2024

Gráfico: Variación de ocupados entre 1T 2018 y 1T 2024 Fuente: EPA

Cuadro: Ocupados en primer trimestre de 2024 (en miles de personas)

Cuadro: Ocupados en primer trimestre de 2024 (en miles de personas) Fuente: EPA.

La inmigración también influye en la proyección de la composición de la población, pues mayores niveles de inmigración traen como resultado una población más joven, diversa y con una natalidad más alta. Según el Censo de Población del INE, de los 48.692.804 habitantes en España el primero de abril de 2024, 39.776.973 han nacido en España y 8.915.831 en el extranjero, con lo que la población propiamente inmigrada representa un 18,3% del total, frente al 4,2% en 2002 y el 11,2% en 2012. En los últimos 22 años la cifra de personas nacidas en el extranjero ha crecido en más de 7 millones. Todo ello, sin duda, tiene efectos muy positivos tanto para el mercado de trabajo español como para la contribución a la sostenibilidad del sistema de pensiones.

Otra cosa son las percepciones del fenómeno migratorio. Según el barómetro del CIS de enero del 2024, la inmigración es el octavo principal problema que hay en España, y para el 10% de los encuestados es una de las tres principales preocupaciones sociales. No obstante, cuando se pregunta si afecta personalmente al encuestado, la preocupación cae al decimosexto puesto, algo que puede deberse a la importancia de la inmigración latinoamericana -más de un 45% del total-, con cultura y costumbres bastante parecidas a las españolas.

De hecho, la inquietud por la implantación del racismo se encuentra en niveles reducidos, ya que únicamente lo menciona como un problema general el 0,7% -ocupa el lugar 44 entre los principales problemas que existen en España-, y otro 0,3% como una afección personal -ocupando el puesto 50 en el ranking de tales preocupaciones-.

En un mundo en constante cambio, la dinámica de la población es fundamental para conformar las políticas y planificar los recursos. La gestión inteligente del fenómeno migratorio en Europa es vital para combatir comportamientos xenófobos, y aprovechar sus ventajas de cara a la necesaria consolidación del Estado de bienestar europeo.

*** Mónica Melle Hernández es profesora de Economía de la UCM.

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