La Comisión Europea ha decidido dejar “para septiembre” a doce países por su déficit excesivo. Nosotros nos hemos salvado por los pelos, como quien aprueba con un 4,2 compensable. Es cierto que nuestra cifra, un 3,6% del PIB, solamente se excede en seis décimas, similar al dato de República Checa, y que las previsiones del gobierno y la propia UE preven que se alcance ese 3% en este año. La tendencia es decreciente. Digamos que esa es la condición para “compensar” la mala nota.
No se tiene en cuenta si los ingresos del Estado están inflados por la inflación o no. No se mira, tampoco, la cifra de deuda pública sobre PIB, que excede con mucho el límite marcado por la Unión Europea y está aumentando, alcanzando récords históricos. O si el ratio mejora por porque el PIB aumenta. O por qué aumenta el PIB.
¿Es un dato bueno? En la medida en que la penalización finalmente recaería sobre los lomos de los pagadores de impuestos españoles, y en cuanto que esa penalización iba a servir de excusa para cualquier cosa con la coletilla de “es que nos obliga Europa”, sí, es un buen dato. Pasamos raspando.
Lo que me preocupa no es eso, sino el cómo. De la misma forma que un notable copiando no es igual que un aprobado escaso a base de codos, el crecimiento del PIB apoyado en el gasto público, el aumento de los ingresos públicos debido a la inflación y la mejora en las cifras de desempleo a causa de la pantomima de los “fijos discontinuos” no me inspira mucha confianza. Ya me disculparán que sea tan “ceniza”.
Tengo que reconocer que siempre he sido euroescéptica. La parte positiva es que me ha permitido tener conversaciones maravillosas con personas tan solventes como Belén Becerril, que fue, precisamente, subdirectora el Instituto de Estudios Europeos de mi universidad durante muchos años. Con el tiempo me di cuenta de que las autoridades monetarias europeas eran más confiables que las autoridades monetarias españolas.
En la medida en que la penalización finalmente recaería sobre los lomos de los pagadores de impuestos españoles
A fin y al cabo, aunque solamente fuera porque el “club” de gobernadores de bancos centrales imponen un cierto límite a los posibles desmanes egocéntricos de una autoridad nacional ligada al poder del partido político instalado en las instituciones, merecía la pena la Unión Europea. Tiene muchos temas que habría que mejorar en los que no voy a entrar ahora. Pero uno de ellos afecta al tema que nos ocupa.
Y es que las instituciones europeas “compran” a ciegas los datos y los argumentos de los países y, cada vez más, reaccionan en función del sesgo. A unos países se les reprende por pisotear el Estado de derecho, pero al nuestro, no. ¿Por qué? Por pura conveniencia política. Y aquí hay que reconocerle a Sánchez, además de la audacia, su capacidad seductora. Quédense con quien les mire como Ursula von der Leyen mira a Pedro Sánchez.
El benevolente gesto de la Comisión Europea con España, lejos de ser algo menor, es como bendecir las bombas en una guerra. La misma capacidad destructiva y mortífera de esa bomba parece menor, o justificada, si es bendecida antes de ser lanzada.
Así, la Unión Europea está sancionando el peligroso camino económico de Sánchez y, por ahora, su silencio respecto al obsceno asalto al poder judicial, a cuenta de la amnistía, pero también de la suspensión de la condena a Magdalena Álvarez, y las amenazas directas del gobierno a jueces y periodistas a raíz de la imputación de su esposa, está bendiciendo también el camino hacia la democracia bolivariana y autócrata a la que nos arrastra el sanchismo. Y con esto quiero decir que la Unión Europea es cómplice.
Si no hay sorpresas antes, las próximas elecciones generales serán en el año 2027. Incluso si para entonces ocurre un milagro, la oposición tiene un candidato adecuado y se logra un acuerdo para desbancar a Sánchez y sus socios, el daño económico en la capa profunda del tejido económico va a ser muy difícil de restaurar. Y la destrucción de las bases de la democracia puede ser irreversible.
La Unión Europea está sancionando el peligroso camino económico de Sánchez y, por ahora, su silencio respecto al obsceno asalto al poder judicial
Habría que sanear todas las instituciones corrompidas. Habría que recuperar la confianza de los ciudadanos en las instituciones de justicia. Y habría que hacer todo esto con un Parlamento mayoritario. Sin venta concesiones a la catalana, pero de distinto signo. No aspiremos a ser el califa en lugar del califa, como el infame visir Iznogud creado por Goscigny.
Lo cierto es que hay un rumor, que tal vez refleja más deseo que realidad, acerca de la deriva automática del PSOE y del propio Sánchez. “Está tocado”. Pocas personas a mi alrededor piensan que esta situación puede mantenerse hasta el 2027. Sánchez tiene el difícil cometido de mantener viva la economía mientras hace “todo lo demás”.
Así que, si la economía aguanta, ¿seguirá siendo España una monarquía por entonces, toda vez que ya hay declaraciones que cuestionan la figura del rey descaradamente? ¿Tendrá España la misma configuración territorial? ¿Seguirá la Unión Europea o habrá sucedido un Franxit, Italxit, Germxit? ¿Y formarán esos países junto con el Reino Unido un nuevo club de la post-Europa? ¿Hasta dónde llegará el imperio chino en el 2027? ¿Habrá inaugurado Putin la Nueva Unión Soviética, de la mano de sus aliados?
Quedan tres años, nada más y, más allá de la ironía de alguna de esas preguntas, lo cierto es que otras tienen todo el sentido y su respuesta es preocupantemente incierta. Quienes bendicen hoy, se lamentarán mañana.