El crecimiento económico en Europa se desacelera mientras que la política monetaria se orienta hacia una reducción de tipos de interés anticipando un ciclo de recortes justo a la vuelta del verano. En el centro de ese conundrum, la industria alemana enfrenta desafíos significativos evidenciando una debilidad estructural que podría agravar la situación macroeconómica del continente.
El más importante tiene que ver con la actividad manufacturera que afronta un escenario desafiante. La producción industrial está en franca recesión desde hace doce meses. Los datos de junio muestran una caída interanual del -6.7%, la mayor desde el Covid. Este decrecimiento se enmarca en un contexto de desaceleración económica más amplio donde el PIB alemán ha crecido apenas un 0.2% en el segundo trimestre de 2024, reflejando una demanda interna débil y una disminución de las exportaciones.
La situación energética juega un papel crucial en este panorama. La dependencia de Alemania del gas natural ruso, agravada por las tensiones geopolíticas, ha incrementado los costos energéticos afectando significativamente a las industrias intensivas en energía como la química y la siderúrgica. Las grandes empresas manufactureras, como BASF y ThyssenKrupp, han reportado márgenes de beneficio reducidos debido a los elevados costos de producción, mientras que el coloso Volkswagen ha caído en una espiral negativa que afecta seriamente su estabilidad industrial y financiera.
La capacidad de las industrias alemanas para competir globalmente se ha visto mermada, mientras intentan adaptarse a las nuevas normativas medioambientales
Por otro lado, la transición energética hacia fuentes renovables, aunque necesaria, ha generado incertidumbre en el corto plazo con inversiones significativas que aún no se traducen en una estabilidad energética confiable. En consecuencia, la capacidad de las industrias alemanas para competir globalmente se ha visto mermada, mientras intentan adaptarse a las nuevas normativas medioambientales y a la volatilidad del mercado energético.
La política energética, conocida como "Energiewende", es objeto de críticas significativas debido a varios fracasos y desafíos. A pesar de las enormes inversiones en energías renovables como la eólica y la solar, Alemania sigue siendo altamente dependiente del carbón que proporciona casi el 40% de su electricidad. Esta dependencia se debe a la necesidad de tener una fuente de energía de respaldo cuando las condiciones climáticas no favorecen la generación de energía renovable.
Además, los costos energéticos para los consumidores han aumentado considerablemente. Los hogares y las pequeñas empresas soportan gran parte de estos costos a través de impuestos y tarifas, mientras que las grandes industrias intensivas en energía están exentas de muchos de estos cargos, lo que genera una carga económica desproporcionada y afecta la competitividad de las pequeñas y medianas empresas.
El enfoque alemán también ha generado tensiones en la infraestructura de transmisión eléctrica, especialmente al tratar de transportar energía desde las regiones del norte, donde se produce la mayor parte de la energía eólica, hacia el sur industrial. Esto ha resultado en altos costos de estabilización de la red y retrasos en la construcción de nuevas líneas de transmisión.
Las exportaciones de Alemania a China están en declive, lo que plantea una amenaza para su crecimiento económico
Finalmente, el rechazo a la energía nuclear y el aumento de la dependencia del gas importado han llevado a críticas sobre la sostenibilidad y la seguridad energética a largo plazo de Alemania, sugiriendo que la política energética del país necesita una reevaluación significativa para lograr sus objetivos de manera más eficaz y equitativa.
A estos puntos ya conocidos hay que sumar un tercer elemento, China. Alemania es una economía netamente exportadora y el continente asiático representa un complemento vital con el que sostener la irregular demanda de la zona euro. Pero las exportaciones de Alemania a China están en declive, lo que plantea una amenaza para su crecimiento económico. Esta situación se debe a la emergente competencia local ya las políticas de sustitución de importaciones. Además, la reducción de márgenes y participación de mercado de empresas alemanas, la automovilística es un buen ejemplo, afecta muy seriamente la rentabilidad de las empresas alemanas.
El modelo de crecimiento germano ha estado basado en tres pilares que se han venido abajo y esto ha llevado a que el país de la ortodoxia en la política monetaria demanda bajadas urgentes de tipos con las que hacer frente a un paradigma económico que amenaza Europa.