Se cumple un mes desde que el candidato de la oposición, Edmundo González Urrutia, de acuerdo con las actas recolectadas y publicadas, ganaba al, hasta entonces presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, por un 70% frente a un 30% de los votos.
A pesar de ello, y de las presiones internacionales, Nicolás Maduro no solamente se ha negado a mostrar las actas y reconocer su derrota, sino que ha secuestrado a los representantes electos el partido de la oposición, junto con otros miles de ciudadanos, incluyendo unos 150 niños que han sido encarcelados.
A ninguno se le ha respetado los derechos mínimos que todo prisionero debe tener, como una orden de detención, asistencia legal, información a sus familiares, etc.
La historia de la represión bolivariana no es nueva. Ya en el año 2001, Hugo Chávez creaba los Círculos Bolivarianos, conocidos como "círculos del terror" por su crueldad en la represión a los ciudadanos que se oponían al régimen chavista. Durante el gobierno de Nicolás Maduro, las cosas no han cambiado.
Las protestas de 2014 terminaron con un saldo de 43 fallecidos, más de 486 heridos, 1854 detenidos y 33 casos de tortura. Y tras las protestas de 2017 el número de muertos era 163 muertos, el de heridos 82 2977 y 1351 ciudadanos eran detenidos.
¿Cómo combatir a la serpiente? ¿Cómo cortarle la cabeza? Hay dos vías: una la judicial y la otra la económica.
Los informes de Michelle Bachelet, cuando la ex-presidenta chilena era Alta Comisionada de las Naciones Unidas (ONU) para velar por los derechos humanos en Venezuela, han sido muy claros.
Si en el año 2019 se denunciaba que tanto el gobierno como las instituciones dependientes del mismo habían puesto en práctica una estrategia "orientada a neutralizar, reprimir y criminalizar a la oposición política y a quienes critican al gobierno", en el del año 2020 se pone de manifiesto que las autoridades eran conocedoras de los asesinatos, torturas y tratos crueles, violencia sexual, ejecuciones extrajudiciales y desapariciones forzadas que ocurrían desde 2014.
Finalmente, en el informe del año 2022, se denuncia el acoso, la censura y la confiscación impune de equipos profesionales, así como el bloqueo de portales web, además del "uso de la legislación antiterrorista y contra el crimen organizado para impedir el trabajo de defensores de derechos humanos y periodistas".
Con estos antecedentes ¿qué podemos esperar? Las declaraciones de unos y otros, ya sean presidentes o referentes religiosos, culturales y políticos, no son nada para un criminal como Maduro. ¿Cómo combatir a la serpiente? ¿Cómo cortarle la cabeza? Hay dos vías: una la judicial y la otra la económica.
Cualquier Estado puede denunciar ante la Corte Internacional de La Haya a Nicolás Maduro por crímenes de lesa humanidad. No se entiende bien que esa denuncia no se haya producido antes, dada la información de que se dispone.
El otra arma contra Maduro y su régimen criminal es económica. En España sabemos que una de las estrategias para ahogar a la organización criminal que aterrorizó nuestro país durante décadas, la ETA, fue seguir el dinero y cortar las vías de financiación.
En España sabemos que una de las estrategias para ahogar a (...) la ETA fue seguir el dinero y cortar las vías de financiación.
¿Quién financia a Maduro? Por un lado, es necesario poner encima de la mesa la presunta y muy plausible relación de Maduro, su Guardia Nacional y algunos miembros de las Fuerzas Armadas Venezolanas con el cártel internacional Los Soles.
Es necesario recordar incidentes como el ocurrido en 2015 en Estados Unidos, en el que se detuvo al hijo y a un sobrino de la primera dama mientras intentaban introducir 800 kilos de cocaína en Estados Unidos, o el sucedido en el año 2013, cuando algunos miembros de la Guardia Nacional de Venezuela trataron de introducir cocaína del cártel de Los Soles en un vuelo con destino a París.
Gracias a la acción policial francesa, finalmente fueron arrestados y las 31 maletas de cocaína fueron incautadas. Estos hechos reafirman las sospechas y nos traen a la mente otras maletas introducidas bajo cuerda en el aeropuerto de Barajas.
Por otro lado, mientras la población venezolana vive en la miseria, el gobierno ve aumentar sus ingresos gracias a la exportación de petróleo, que siguen siendo la gallina de los huevos de oro del país, a pesar de la creciente obsolescencia de las instalaciones. Precisamente, Maduro ha nombrado como Ministra del Petróleo a Delcy Rodríguez, la de las maletas de Barajas.
¿Es moral mantener un régimen criminal por razones económicas, a sabiendas de que es criminal? ¿Basta con manifestarse y denunciar en los medios?
¿Quién está, en definitiva, ayudando al gobierno venezolano y financiando indirectamente a Maduro? Los países que importan su petróleo y las empresas autorizadas a invertir en las instalaciones venezolanas alimentando a la serpiente. Por ejemplo, la empresa estadounidense Chevron, que tiene un 34% de la propiedad de Venezuela Petroindependencia, la empresa mixta cuyo socio es el gobierno venezolano. Una alianza que recientemente se ha visto prolongada hasta el año 2050, exonerando a Chevron a pagar nada por la extensión del acuerdo.
Pero no son sólo los Estados Unidos, Venezuela también exporta a otros países, incluido España. No es una sorpresa, teniendo en cuenta el vergonzoso papel del ex presidente Rodríguez Zapatero y de los socios del gobierno actual. Además de petróleo, Venezuela exporta minerales y chatarra e importa carne, leche, medicamentos… bienes necesarios para la supervivencia.
Porque, a pesar del tirón petrolero, la balanza comercial venezolana sigue siendo deficitaria. Eso quiere decir que el aumento del PIB a causa del petróleo no va acompañado de una mejora en los niveles de consumo privado, y, por supuesto, de inversión privada, de manera que redunde en una mejora del nivel de vida de los venezolanos.
¿Es moral mantener un régimen criminal por razones económicas, a sabiendas de que es criminal? ¿Basta con manifestarse y denunciar en los medios? Tal vez ha llegado la hora de cortarle la cabeza económica a la serpiente. Para eso se requiere valentía, convicciones y, casi de manera egoísta, darse cuenta de que un día podríamos ser nosotros los que necesitáramos un apoyo internacional que fuera más allá de los gestos.
Porque las torturas, las detenciones extrajudiciales, los abusos sexuales, encierro de niños y demás, no van a cesar hasta que no caiga Maduro y las redes que le sostienen. De no hacerlo, todos seremos testigos y cómplices de las barbaridades que perpetre el dictador contra su pueblo.