“Eight days a week is not enough to show I care” Paul McCartney.

En España seguimos asfixiados por la propaganda, y los últimos datos no son buenos. Mientras el Gobierno se vanagloria de la subida de las previsiones de PIB de la OCDE, esos mismos datos certifican que España lleva cinco años con el PIB per cápita estancado. Mientras el Gobierno se apunta la reducción de la inflación, la realidad es que Francia registra un nivel de inflación interanual más bajo y España lleva once meses con un nivel de inflación superior a la media de la eurozona.

Es muy triste que el Gobierno de España celebre ser el país de la OCDE con la mayor tasa de paro, superando ya a Grecia, y con el PIB per cápita estancado. 

Es muy triste que se planteen ideas como la jornada de cuatro días en un país que lleva dos décadas con la productividad estancada. Es mucho más triste que la derecha compre esa idea intervencionista y perjudicial, que es especialmente negativa para la mayoría de las empresas de nuestro país, que son microempresas, y que mantendrá los salarios reales deprimidos y el tamaño empresarial seguirá siendo muy inferior a la media de nuestro entorno.

Comprar una mala idea solo porque es aparentemente popular es extremadamente dañino. Con ello, se perpetúa un modelo de país empobrecido y precario, se compra el diagnóstico plañidero y falaz de la ultraizquierda y encima se desprotege a las empresas más débiles.

Son medidas que parecen buenas pero que perjudican a los que fingen proteger, como el salario mínimo. El salario modal se ha desplomado a 14.586 euros anuales, una reducción de casi 4.000 euros en comparación con el año anterior. Igualmente, el salario de 16.495,84 euros (4,2% del total de asalariados) y de 18,494,32 (4,1%) reflejan el desastre de nuestro país, pero es especialmente aterrador ver que el salario medio de los directivos y gerentes, los del “Lamborghini” de Sánchez, es de 59.748 euros.

Es muy triste que se planteen ideas como la jornada de cuatro días en un país que lleva dos décadas con la productividad estancada

No tiene ningún sentido hablar de semana laboral de cuatro días en todo el territorio y en todos los sectores. Habrá algunas empresas de algunos sectores que la pueden adoptar, otros no.

En un país que tiene 55.000 empresas cotizando menos que en 2018, con salarios reales de miseria y la productividad estancada, hablar de la semana de cuatro días es simplemente inaceptable.

Con lo fácil que es decir que defendemos la libertad de empresa y que la mejor manera de garantizar la conciliación y los derechos de los trabajadores es aumentar el tamaño empresarial, tener empresas más rentables y competitivas. Pues no. Parece que cualquier idiotez que se le ocurra a los comunistas hay que aceptarla, pero de manera light, para que no se nos acuse de antisociales.

En vez de decir que no hay nada más profundamente antisocial que adoptar una medida que encarece los costes a las empresas más débiles en un 20% mínimo, el centro derecha parece lanzarse a comprar el mensaje mentiroso de la ultraizquierda.

Este gobierno ha disparado los costes de contratación un 50%, asfixiado a las empresas a impuestos y encarecido la actividad empresarial como no se había visto en décadas. 

Este gobierno ha disparado los costes de contratación un 50%

No merece la pena debatir las ideas intervencionistas de la ultraizquierda, pero les recuerdo que el Reino Unido de Keir Starmer solo acepta la reducción de la semana para las mismas horas trabajadas si se pueden hacer acorde a la actividad de la empresa.

Lo que no te dice la ultraizquierda es que la semana laboral de cuatro días la vas a pagar tú. En menores salarios reales y en perpetuar la precariedad que asola al país del cohete.

¿Por qué defiende el centro derecha esta medida? Porque piensa que es popular, y las grandes empresas le dicen que no es un problema. Normal. Las grandes empresas, que son poco más de 5.000 en España, pueden permitirse el coste y además pueden repercutirlo al consumidor, y lo harán, legítimamente. El efecto desastroso es sobre el 99% de las empresas españolas, que son pequeñas y medianas. Las empresas que no puedan trasladar a precios los costes cerrarán. Con ello, los precios unitarios de los bienes y servicios no reemplazables seguirán subiendo.

El problema con las grandes empresas es que se creen que les irá bien si siguen haciendo pleitesía a las veleidades intervencionistas del Gobierno. Luego, muchas de ellas se quejan ante la baja valoración bursátil y ven que tampoco les ayudan en el BOE. Cuando las empresas deciden facilitar el socialismo, reciben todo lo malo del mismo y cero beneficios.

El centro derecha también debe entender que cuando vende el 50% del intervencionismo del Gobierno, la gente simplemente les da la espalda. Pierdes, aunque ganes. 

Estamos en un país donde la mayoría se queja del sanchismo y parece a veces que la oposición no escuche y se crea que “la mayoría” es lo que reflejan los medios de comunicación controlados por el Gobierno. Deberían leernos más. 

Defender la libertad de empresa se ha convertido en actividad de alto riesgo en España. Aquí seguiremos.