Más ahorro pero débil inversión
La fortaleza del mercado laboral favorece el aumento del cochón de ahorro familiar, pero los elevados tipos de interés y la falta de confianza frenan la inversión.
Las familias españolas en su conjunto han mejorado su situación financiera, a tenor de su comportamiento ante el ahorro, y ello a pesar de la pérdida de su poder adquisitivo por las tensiones inflacionistas que hemos vivido y la subida de los tipos de interés. En el segundo trimestre del año, la tasa de ahorro de los hogares se elevó hasta el 21,2% de su renta bruta disponible -1,6 puntos superior a la registrada en el mismo período de 2023-. Se trata de magnitudes macroeconómicas, que encubren una profunda desigualdad: muchos hogares apenas llegan a fin de mes.
El ahorro de las familias alcanza así su máximo valor en los últimos tres años, concretamente desde el segundo trimestre de 2021 (gráfico 1), aproximándose a los 60.000 millones de euros. El volumen total de ese ahorro bruto que acumularon los hogares en junio de 2024 está muy cerca de los 67.000 millones de euros que se ahorraron en plena pandemia -en el segundo trimestre del 2020-.
La situación financiera de los hogares ha mejorado gracias al dinamismo económico y la fortaleza del mercado laboral, que han permitido aumentar las rentas (salarios y transferencias públicas como las pensiones, las subvenciones o las prestaciones). Los hogares españoles durante los meses de abril, mayo y junio de 2024, aumentaron su renta disponible bruta un 8,7% en relación a un año antes, a lo que ha contribuido no sólo el aumento de los salarios, sino también elmayor número de pensionistas y de migrantes. Tanto los pensionistas como la población migrante, por su necesidad de enviar dinero a sus países de origen, son proclives a ahorrar.
La mayor propensión al ahorro por parte de las familias españolas se explica, además, por miedo al futuro y el aprendizaje social de la crisis financiera de 2008 y la gran recesión por la Covid-19 de 2020. Asimismo, los elevados precios de la vivienda, los aún altos tipos de interés y la moderación de la inflación también están detrás del colchón de ahorro familiar.
Las familias tienden a ahorrar más cuando los tipos de interés son altos por varias razones. Primero, porque hacen que los productos de ahorro, como depósitos bancarios o bonos, ofrezcan mayores rendimientos. Esto incentiva a los hogares a destinar más dinero al ahorro para obtener mejores beneficios.
Además, el aumento en los tipos encarece los préstamos y las hipotecas, lo que les obliga a ser más prudentes y reducir el consumo o evitar nuevas deudas para no enfrentar mayores costes financieros. También, en un entorno lleno de incertidumbres impulsa un ahorro preventivo para enfrentar gastos más caros.
El mayor nivel de renta disponible no sólo ha posibilitado que creciera la tasa de ahorro de los hogares hasta el 21,2% en ese segundo trimestre de 2024, sino que también aumentara su gasto en consumo final un 6,7% -un crecimiento moderado en comparación con el ritmo del ahorro-. Tras dos años de crisis inflacionista, el poder adquisitivo mermado de las familias explica este comportamiento de su consumo, pese al crecimiento económico y a la fortaleza del mercado laboral.
La debilidad de la inversión productiva es otra manifestación del clima de incertidumbre, tras la irrupción del coronavirus, los posteriores shocks de los años 2021 y 2022, y el contexto internacional marcado por las tensiones geopolíticas. La formación bruta de capital fijo -que recoge la inversión productiva- está teniendo una evolución muy discreta, prácticamente estabilizada desde mediados del año 2022, ascendiendo a 78.064 millones de euros en el segundo trimestre de este año (gráfico 2).
A pesar del despliegue de los fondos europeos Next Generation UE, el débil comportamiento de la inversión podría deberse, en primer lugar, al ajuste del sector de la construcción en vivienda tras la burbuja inmobiliaria anterior a la Gran Recesión que ha provocado una escasa inversión residencial. En segundo término, las restricciones de financiación y los aumentos de su coste por los elevados tipos de interés no han ayudado al despegue de la inversión productiva.
Asimismo, las disrupciones en las cadenas mundiales de producción y las perturbaciones en los mercados energéticos han generado han afectado la confianza empresarial.
Todo apunta a que terminaremos 2024 con un crecimiento de la economía española próximo al 3%, pero si queremos consolidar un crecimiento económico futuro, es preciso abordar los frenos a la inversión. Se trata, en definitiva, de generar confianza social, ante las múltiples incertidumbres que existen, ahora incluso mayores por el conflicto en Oriente Medio, para que el mayor ahorro de las familias se canalice hacia inversión productiva.
*** Mónica Melle Hernández es profesora de Economía de la UCM.