El Instituto Nacional de Estadística (INE) ha elevado el crecimiento de la economía española en el periodo 2019-2023 del 2,5 por 100 al 3,6 por 100. Desde el Gobierno eso se considera un éxito de su política y, en consecuencia, una refutación de las críticas formuladas contra ella por buena parte de los profesionales de la ciencia lúgubre.

Esto avalaría la tesis según la cual, España se ha convertido en el motor de la economía europea y tiene ante sí un futuro esplendoroso. Las negras profecías de los agoreros del Apocalipsis, cuyo único objetivo es desacreditar al Gabinete al servicio de claros u oscuros intereses, son, pues, falsas.

La corrección al alza del PIB realizada por el INE sorprende por su inédita dimensión y ha sido recibida con sorpresa cuando no con un cierto escepticismo por un sector no desdeñable de los economistas patrios.

Con indignación, el Gabinete y sus paladines se han abalanzado sobre quienes han expresado o insinuado esa opinión, acusándoles de poner en cuestión la independencia de la agencia estadística del Estado, la profesionalidad de sus técnicos, etc. etc. etc.

Pero ese ejercicio de distracción u ataque preventivo no puede ocultar lo fundamental: la realidad reflejada por los datos de la agencia estadística del Estado, lejos de generar optimismo, ofrece un panorama muy diferente al lanzado a la opinión pública por el Gabinete social-comunista y sus corifeos.

"La corrección al alza del PIB realizada por el INE sorprende por su inédita dimensión"

Dibuja un escenario de una extraordinaria preocupación. Sin duda, crecer es muy importante, pero también lo es, de hecho tiene una mayor relevancia, cuál es la composición del crecimiento. De ella depende su sostenibilidad y su capacidad de generar riqueza y bienestar para todos más allá del horizonte inmediato.

Si se analizan los datos del INE antes y después de su revisión, el escenario es más o menos el mismo a afectos analíticos. Dos tercios del incremento del PIB entre 2019 y 2023 se deben al aumento del gasto público (consumo e inversión) que ha tenido una expansión inédita con relación a la experimentada en cualquiera de los estados de la OCDE y de la UE.

Esa exuberancia gastadora se ha visto acompañada por una muy mediocre evolución de los indicadores macroeconómicos que muestran el comportamiento del sector privado.

Entre 2019 y 2023, el consumo de los hogares y la inversión empresarial han registrado un estancamiento, caso del primero; una contracción, caso de la segunda. El gasto de las familias explica 0,15 puntos de los 1,1 puntos de crecimiento del PIB conforme a la última estimación realizada por el INE frente a la anterior.

"Dos tercios del incremento del PIB entre 2019 y 2023 se deben al aumento del gasto público"

Por su parte, la aportación negativa de la inversión privada al incremento del PIB proyectada en la revisión previa, 2 puntos, pasa a ser positiva, 0,35 puntos, a causa del ajuste de una variable etérea, la variación de existencias, del que se desconoce, porque no se justifica, si se debe a la caída de la demanda o a una decisión voluntaria de las empresas.

Otro elemento del crecimiento económico español durante los últimos cinco años ha sido el espectacular aumento de la población, un 2,5 por 100, el mayor de toda la UE, Esto se ha debido al enorme flujo de inmigrantes recibido por la Piel de Toro. La teoría económica enseña que eso incide de manera positiva sobre el empleo y sobre el PIB en el corto plazo.

Pero, en el medio-largo se traduce en el estancamiento o en el descenso de la renta per cápita, salvo que se produzca un salto de la productividad. Esto no ocurre en España ni tiene visos de suceder. La única manera de evitar esa dinámica es que se produzca un salto de la productividad, lo que no ocurre y en promedio, los trabajadores inmigrantes lo hacen en las actividades donde aquella es menor.

En términos agregados, el sector exterior ha registrado en el conjunto del quinquenio una trayectoria positiva y el saldo de la balanza por cuenta corriente ha sido superavitario.

"El crecimiento económico nacional se asienta de manera artificial e insostenible sobre los desmesurados desembolsos del sector público"

Ahora bien, su aportación al crecimiento del PIB se caracteriza por tres rasgos; primero, una excesiva dependencia de las exportaciones de servicios turísticos, cuyo vigor tenderá de manera natural e inevitable a estabilizarse o disminuir, y de los no turísticos; segundo, la debilidad de las ventas al exterior de bienes, que se mantienen niveles muy bajos; tercero, la atonía de las importaciones, en especial las de bienes de equipo, lo que refleja el encefalograma plano de la inversión privada.

Estos son los resultados de practicar una sencilla autopsia a la economía española o, si se quiere usar un eufemismo, de someterla a un rápido chequeo, de acuerdo con los datos de crecimiento revisados al alza por el INE. El panorama no es alentador ni invita al optimismo.

El crecimiento económico nacional se asienta de manera artificial e insostenible sobre los desmesurados desembolsos del sector público, cuyo impacto en el consumo de los hogares es marginal y en la inversión privada negativa; esto es, el keynesianismo cañí aplicado por la coalición gubernamental no tiene ningún efecto multiplicador sobre esas dos variables. Al contrario, lo tiene depresor y, en el supuesto, de la inversión empresarial muestra tener un claro efecto expulsión.

Así pues, el cohete económico español apunta tener la misma solidez y durabilidad que los lanzados al espacio por los soviéticos.