La transición hacia energías limpias representa una ocasión histórica para revalorizar el medio rural. Después de años viendo cómo la población en estas zonas disminuye y las oportunidades se alejan, el campo tiene ante sí la oportunidad de convertirse en un pilar crucial en la transición energética, permitiendo al sector agrario y ganadero mantener y fortalecer su actividad.
Los desafíos a los que nos enfrentamos son enormes, pero también lo son las posibilidades. Se trata de cumplir con objetivos de descarbonización y, en paralelo, integrar esta transformación con el desarrollo local y regional. Es en estos territorios donde reside gran parte del potencial de generación renovable, ya que albergan las instalaciones de parques solares y eólicos que impulsan nuestro avance hacia un modelo energético más limpio.
Asimismo, juegan un papel fundamental en la transformación de residuos agroganaderos en biometano, contribuyendo así a una verdadera economía circular. Estos territorios tienen ante sí la oportunidad de transformar un problema en una solución, dando una segunda vida a un residuo que hoy contamina aire y tierra, y que pronto representará un coste para las economías rurales, en un recurso energético renovable que genera economía local y fomenta nuestra independencia energética.
Uno de los grandes valores del medio rural para convertirse en una palanca fundamental para la transformación hacia un modelo energético más sostenible es su conocimiento profundo del entorno. En este sentido, la transición energética puede ser una oportunidad para que las zonas rurales diversifiquen y transformen su economía, generando nuevas oportunidades en sectores como la investigación en tecnologías verdes, la formación en sostenibilidad o la creación de empresas locales vinculadas a nuevas tecnologías.
En este contexto, es fundamental que las comunidades rurales sean más que simples receptoras de infraestructuras energéticas. Estas comunidades han gestionado la tierra durante generaciones y deben estar en el centro del proceso, participando activamente y beneficiándose de los proyectos que se desarrollan en sus tierras. Gracias a ellas podemos dar más pasos hacia la verdadera economía circular.
Es fundamental que las comunidades rurales sean más que simples receptoras de infraestructuras energéticas
La colaboración entre empresas, administraciones y comunidades es crucial para garantizar que la transición energética promueva un modelo más limpio y sostenible, y también cree empleo y revitalice la economía rural. En Cepsa, por ejemplo, hemos apostado por avanzar en esta dirección a través de iniciativas como "Sumamos Energías", que busca codiseñar proyectos renovables con las administraciones y comunidades locales, asegurando que los beneficios lleguen a todos.
Hemos observado cómo, en territorios como Castilla-La Mancha y Castilla y León, el desarrollo de proyectos de biocombustibles y renovables está alineado con los objetivos de transición energética y se ha convertido en un catalizador para el crecimiento local. Nuestra experiencia en alianzas con actores como Kira o PreZero, para el desarrollo de biometano, refleja cómo las sinergias entre empresas y territorios pueden dinamizar el entorno local y generar empleo en sectores innovadores. Dentro de nuestra apuesta por esta tecnología nos hemos propuesto impulsar el desarrollo de alrededor de 30 plantas de biometano para 2030.
Sin embargo, no debemos subestimar los desafíos. Para que esta transición sea justa, es necesario garantizar que los beneficios se distribuyan de manera equitativa. Las comunidades rurales no pueden ser meras espectadoras en este proceso; deben ser protagonistas, contribuyendo con su conocimiento y participando en las decisiones. En Cepsa, somos conscientes de que los proyectos energéticos deben estar plenamente integrados en el territorio, colaborando estrechamente con las administraciones y los principales actores locales para garantizar que cada iniciativa responda a las necesidades y prioridades de la región. Solo así se podrá asegurar que los empleos creados por las energías renovables sean de calidad y sostenibles favoreciendo que los beneficios económicos de estos proyectos se queden en las comunidades donde se desarrollan.
Nos encontramos ante un punto de inflexión. La transición energética no es solo una necesidad urgente para combatir el cambio climático, sino una oportunidad única para transformar nuestro modelo económico y social. Si somos capaces de integrar al medio rural en este proceso, aprovechando su experiencia y generando valor en su entorno, estaremos construyendo un futuro más sostenible, así como una economía más justa e inclusiva. La clave está en la colaboración, en sumar energías y en hacer que las comunidades locales, las administraciones y las empresas trabajen juntas en este objetivo común.
*** Matteo Vaglio es director de Biocombustibles de Cepsa.