El nacionalismo de verdad es de derechas. El llamado nacionalismo de izquierdas es una engañifa. A los primeros que engaña es a sus afiliados y electores a los que hace creer en la existencia de un ente nacional: “el pueblo” enraizado en un territorio y, a ser posible, en una cultura (como la lengua). Algo incompatible con la vocación universal de las izquierdas. La izquierda es por esencia internacionalista. Su inspiración filosófica, el marxismo, lo es.

Por tanto, un nacionalista de izquierdas es una contradicción en sí mismo. Porque el nacionalismo es territorialmente insolidario. Busca el rendimiento para su territorio, aunque sea a costa del de otros. Más aún, busca el beneficio para las clases burguesas instaladas en él. Son como los avaros que se regodean contando su fortuna y disfrutando en ese ejercicio.

A Junts y al PNV se les ha visto el plumero de nacionalistas de derechas con la discusión del impuesto extraordinario sobre las eléctricas/energéticas. Estoy en contra del mismo; al final paga el consumidor, digan lo que digan. Pero ellos están dispuestos a apoyar su transformación en gravamen permanente si hay determinadas condiciones

Un nacionalista de izquierdas es una contradicción en sí mismo

La primera de ellas es que parte de ese impuesto se quede en Euskadi y Cataluña. Junts ya piensa como partido foral. Como si ya hubiera un régimen de cupo en Cataluña. Es decir, que como si su territorio se rigiera ya fiscalmente por un cupo como el País Vasco y Navarra.

Si la hacienda española va a gravar permanentemente a las empresas eléctricas o energéticas, en la negociación del cupo anual que las haciendas forales (incluyendo Cataluña futura) tienen que pagar al Estado se tendrá en cuenta parte proporcional de ese impuesto a favor de las comunidades forales.

El cupo anual a pagar por la Autonomía foral al estado quedaría reducido en una cantidad a negociar, procedente de ese impuesto. Si ese impuesto ha sido recaudado directamente por la comunidad foral (País Vasco) discutirían que parte (a ser posible la mayor) se quedan.

Si lo recauda el Estado porque las empresas afectadas no tienen sede fiscal en ese territorio, como es el caso de Cataluña ahora, negociarían qué parte de esa recaudación le corresponde a la autonomía.

Eso ahora, porque la Generalitat espera recaudarlo en el futuro por el acuerdo de investidura de Illa como president de la Generalitat. Es decir, en cualquier caso, dinero para el bolsillo nacionalista.

Pero aún hay más. Repsol anunció hace unos días que invertiría en el extranjero por las condiciones fiscales españolas. A continuación, Junts amenazó que no votaría la permanencia de un impuesto a las energéticas si se ponían en peligro inversiones en Cataluña.

Las conexiones entre el capital energético y los partidos nacionalistas de derechas son evidentes. Iberdrola, que ha anunciado beneficios extraordinarios para el ejercicio, tiene su sede fiscal en el País Vasco.

Por otro lado, la parte más capitalista de Junts ya ha anunciado su reticencia a votar a favor de esa permanencia; teme que Repsol abandone inversiones mil millonarias en Tarragona.

Ocurra lo que ocurra el dinero queda en el bolsillo del nacionalista

Al final a los nacionalistas de verdad, a los de derechas, lo que les interesa es el bolsillo. Si no hay dinero ¿para qué moverse?

Se les ven las intenciones finales: hacer dinero para unos pocos privilegiados situados en su territorio. Por eso los independentistas no pueden ser liberales. Son derecha conservadora e insolidaria.

No toda la derecha es así, la hay también de inspiración liberal, que cree en el mercado la iniciativa privada y el valor individual de la persona.

En fin, en esta España nuestra seguimos con la dicotomía entre “liberalismo y territorialismo” que fue una constante en el siglo XIX. Entonces se llamaban isabelinos y carlistas. Ahora no discuten con armas en la mano, pero sí con votos en la urna.

Lo curioso es que España electoralmente es de derechas. Sumando PP, Vox, PNV y Junts la mayoría parlamentaria lo es.

Pero las derechas nacionalistas e independentistas han encontrado un camino sacar tajada: aliarse con una izquierda que ha perdido su identidad por mantenerse en el poder.



** J. R. Pin Arboledas es profesor del IESE.