El sector automotriz europeo está inmerso en una crisis de confianza impulsada por factores económicos, tecnológicos y políticos que han afectado tanto sus márgenes como sus ventas. La convergencia de estos elementos, junto con una presión competitiva sin precedentes, ha llevado a una significativa depreciación bursátil de los fabricantes.
El aumento en los costes de producción ha erosionado significativamente los márgenes de los fabricantes, quienes enfrentan el desafío de mantener su competitividad frente a las marcas extranjeras, principalmente asiáticas. La transición hacia vehículos eléctricos, impulsada por regulaciones estrictas en la Unión Europea, llevó a realizar una inversión considerable en infraestructura, investigación y desarrollo, así como en la reconversión de las líneas de producción. Los costos relacionados con la electrificación llegaron a duplicarse y triplicarse en algunos casos, lo que ha provocado un aumento en los costes fijos y una reducción la rentabilidad operativa.
Los costos relacionados con la electrificación llegaron a duplicarse y triplicarse en algunos casos
Una reciente encuesta realizada por la patronal Clepa y Mckinsey a la industria europea de suministros dejó entre otras interesantes conclusiones una sensación predominante de incertidumbre después de que el 42% de los proveedores mostrase una perspectiva negativa, lo que indica una disminución en el sentimiento general de la industria.
Además, la crisis energética europea ha elevado los precios de la energía en mercados clave como Alemania, Francia e Italia. Este incremento afecta no solo a las plantas de ensamblaje sino también a toda la cadena de suministro. Las políticas energéticas de la UE y los incentivos fiscales aún no han podido compensar este impacto, generando un entorno de costes altos que castiga especialmente a las empresas que dependen de una estructura de producción intensiva en energía.
Caída en las ventas y preferencias del consumidor
La demanda de vehículos en Europa ha mostrado signos evidentes de contracción, especialmente en el segmento de gama media. La combinación de inflación alta y la anterior política monetaria restrictiva del Banco Central Europeo, han afectado la capacidad de compra de los consumidores lo que se ha traducido en una disminución de las ventas de automóviles de combustión interna.
En contraste, el segmento de vehículos eléctricos ha mostrado un crecimiento moderado muy inferior a las expectativas, mientras que la mayor parte de esta expansión ha sido capturada por marcas extranjeras, especialmente Tesla y BYD. Según un análisis de Reuters, la entrada de fabricantes chinos con precios agresivos y una oferta que satisface la demanda de vehículos eléctricos asequibles está impactando negativamente a los fabricantes europeos.
Este cambio en las preferencias del consumidor, unido a una oferta local limitada de modelos eléctricos asequibles, representa un riesgo estratégico para fabricantes como Renault, Stellantis o Volkswagen, quienes dependen del mercado europeo para sostener sus márgenes lo que ha expuesto a estas empresas a un ciclo económico débil y a una competencia creciente.
Malos fundamentales, peor evolución bursátil
En el ámbito financiero, las acciones de los fabricantes europeos de automóviles han reflejado la incertidumbre del sector con un rendimiento inferior al de las empresas automotrices de EEUU y China. Esta subvaloración se observa en múltiplos de precio-beneficio históricamente bajos, lo que contrasta con las valoraciones premium de empresas tecnológicas como Tesla, que se benefician de un enfoque puramente eléctrico y una perspectiva de crecimiento más favorable.
En cinco años, recogiendo por tanto la etapa pre y post pandemia, Tesla ha alcanzado un rendimiento del 1.000% que contrasta con el -11% de Renault o el magro 16% del gigante Stellantis, surgido de la fusión del grupo Fiat y Peugeot. Ni siquiera los vehículos de gama media-alta se han acercado mínimamente al rendimiento de Tesla, siendo Mercedes con un 65% quien mejor se ha comportado en este período. Solo el lujo admite cierta comparación.
Las acciones de los fabricantes europeos de automóviles han reflejado la incertidumbre del sector con un rendimiento inferior al de las empresas automotrices de EEUU y China
Los inversores han penalizado a los fabricantes europeos debido a la falta de rentabilidad clara en el corto plazo y a las elevadas inversiones necesarias en infraestructura de electrificación y digitalización convirtiendo al sector en una trampa de valor.
Volkswagen, BMW y Daimler, que antaño fueron pilares de rentabilidad en el mercado de valores europeo, enfrentan actualmente una percepción de mercado que considera que sus estructuras de costes y estrategias están menos adaptadas a la transición hacia la electrificación en comparación con competidores no europeos. La volatilidad en el sector también ha sido exacerbada por el flujo constante de noticias relacionadas con la inestabilidad en la cadena de suministro y las revisiones de las políticas de emisiones de la UE.
Implicaciones políticas y regulatorias
Precisamente las políticas de la Unión Europea en términos de regulación de emisiones y objetivos de carbono, tienen implicaciones profundas para los fabricantes europeos. El “Fit for 55” de la UE, un paquete regulatorio que busca reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en un 55% para 2030, exige a las automotrices una transformación total de su producción. Esto coloca a las empresas en una situación compleja: deben equilibrar la sostenibilidad y la rentabilidad mientras afrontan el riesgo de deslocalización de la producción hacia mercados con menores costes, como China o Europa del Este.
Además, las tensiones entre la UE y los Estados Unidos respecto al “Inflation Reduction Act” (IRA), que otorga subsidios y créditos fiscales a la producción de vehículos eléctricos en EEUU, añade una capa de complejidad política. Los fabricantes europeos ven en estas políticas proteccionistas una amenaza para su competitividad global, ya que limita el acceso al mercado estadounidense, obligando a algunos a considerar inversiones directas o alianzas estratégicas para cumplir con los requisitos de contenido local.