Una de las noticias mas importantes de la semana ha sido la decisión de Volkswagen de cerrar al menos tres plantas en Alemania y reducir el tamaño de todas las fábricas restantes, tal y como lo anunciaba la presidenta del comité de empresa, Daniela Cavallo, a los empleados en Wolfsburg. Estos cierres podrían provocar la pérdida de decenas de miles de puestos de trabajo. Es posible que se cierren departamentos enteros o se trasladen al extranjero.

No es una sorpresa. El descenso de las ventas en China de casi el 20 por ciento en el primer semestre de 2024 implica que Volkswagen, muy implicada en el mercado chino, tenga pocas opciones para remontar las pérdidas. Eso sí, es una decisión trascendental porque supone la cancelación por parte de la empresa del acuerdo de 1994 que protegía a sus trabajadores de despidos hasta 2029, permitiendo despidos relacionados con la empresa a partir de mediados de 2025.

Este histórico cierre de fábricas de Volkswagen se produce en un malísimo momento para Alemania, cuyo producto interior bruto, de acuerdo con las expectativas, se contraerá por segundo año consecutivo. La causa de esta decadencia de la industria automotriz alemana, la más importante de su economía, es múltiple.

La invasión rusa de Ucrania y la guerra en que ha desembocado con la consiguiente interrupción del suministro ruso produjo una caída del uso de combustibles fósiles en 2022, con una disminución del consumo de gas natural por parte de la industria alemana de aproximadamente el 30%. Las fábricas se vieron forzadas a reducir su producción.

Los objetivos climáticos también están forzando cambios drásticos en el importantísimo sector automovilístico alemán: el cambio a los vehículos eléctricos definirá su futuro. Pero esto implica una adaptación complicada.

Construir la infraestructura de generación y transmisión de energía necesaria para cumplir los objetivos climáticos del Gobierno germano es un reto enorme que requerirá una inversión significativa. Alemania pretende reducir las emisiones de carbono un 65% por debajo de los niveles de 1990 para 2030 y un 88% por debajo de 1990 para 2040.

La causa de esta decadencia de la industria automotriz alemana, la más importante de su economía, es múltiple.

Simultáneamente, Alemania ha cerrado sus plantas de generación de energía nuclear. Tras el terremoto de Japón y el accidente nuclear de Fukushima, el Gobierno alemán decidió cerrar sus 17 reactores nucleares y empezó ese mismo año. El proceso de cierre culminó con la clausura de los tres reactores finales el pasado mes de abril.

En esos trece años han sucedido muchas cosas que han puesto en cuestión la sensatez de esa decisión. En su punto de mayor producción, más del 22% de la electricidad alemana procedía de la energía nuclear. Cerrar esta capacidad de generación debido a un sentimiento antinuclear que se ha demostrado poco científico ha tenido y seguirá teniendo consecuencias para la red eléctrica del país.

Los objetivos medioambientales tan ambiciosos no son muy adecuados para las nuevas circunstancias. La economía es dinámica, hipercompleja, atada inexorablemente al entorno. Y el contexto de Alemania y del resto de Europa en los últimos años ha mostrado de manera bastante cruda hasta qué punto estamos dominados por la incertidumbre.

Por supuesto, Alemania contaba con sustituir energía fósil por energías renovables, pero no se puede afirmar que este proceso se haya producido con éxito. Gran parte de ese déficit energético se ha cubierto con importaciones de los países vecinos. 

Los objetivos medioambientales tan ambiciosos no son muy adecuados para las nuevas circunstancias. La economía es dinámica, hipercompleja, atada inexorablemente al entorno.

Inmediatamente después del cierre de las tres últimas unidades nucleares del país en abril del año pasado, las importaciones se dispararon y pasaron de poco más de 4.000 gigavatios hora al mes en marzo de 2023 a casi 7.000 gigavatios hora tres meses después. La gran paradoja es que uno de los principales países proveedores de energía a Alemania es Francia, cuya red eléctrica es mayoritariamente nuclear. Es decir, Alemania sigue consumiendo energía nuclear, aunque sea indirectamente.

Por supuesto, el principal efecto de mantener estas decisiones, a pesar de que la Alemania de hoy no es la de antes, es el aumento de precios de la energía. Aunque los precios de la electricidad en Alemania se han estabilizado desde el pico alcanzado en plena guerra de Ucrania, cuando estaba reciente la pérdida de acceso al gas ruso, aún siguen siendo mucho mayores a los precios de 2021. Esto supone un enorme aumento de costes que deberán soportar tanto los hogares como la industria.

Hay otro factor importante que está estrangulando a Volkswagen y la industria automovilística alemana, y es la competencia en la fabricación de coches eléctricos por Estados Unidos y China. Al éxito de Tesla hay que sumarle la recuperación de China tras la pandemia, que se ha aplicado y ya está comercializando sus vehículos eléctricos a muy buen precio.

La pregunta es si la marca construida a lo largo de los años y la confianza de los consumidores serán suficiente para sostener a la industria alemana. Si podrán los beneficios de los automóviles con motores de combustión interna, los tradicionales, generar fondos para financiar la inversión en vehículos eléctricos o no.

El ajuste de la industria va a ser doloroso y va a exacerbar la crisis alemana.

No es fácil. La inflación está cediendo pero aún hay mucha incertidumbre respecto a su evolución. El perjuicio del cierre de las centrales nucleares no se puede subsanar sin engrosar los costes energéticos de las empresas industriales alemanas, que son el músculo de la economía del país. El ajuste de la industria va a ser doloroso y va a exacerbar la crisis alemana.

¿Cuál va a ser la derivada de esta complicada situación para la Unión Europea? Primero, hay intereses en frenar la competencia china para proteger a Alemania. Además, a tenor de lo sucedido con la energía nuclear, y dado que China, la nueva potencia, los ignora, la insistencia en cumplir los compromisos medioambientales empieza a relajarse.

Finalmente, y esto nos afecta, las economías que íbamos a rebufo de la locomotora de Europa ya no vamos a poder hacerlo. Baja la marea y va a llegar el momento de ver qué economías de la Unión Europea están o no "desnudas".

Sin el Reino Unido y con una Alemania en baja forma, ¿quién va a tirar del carro? ¿Qué economía europea tiene músculo empresarial suficiente?