Con todo el país horrorizado por las espantosas consecuencias de la DANA en Valencia, me parece fundamental tratar de explicar las cosas como realmente son, y no como algún tipo de jugarreta del destino o de combinación de mala suerte.
Y la realidad es que esos fenómenos catastróficos capaces de dar lugar a inundaciones súbitas, esas precipitaciones récord en una zona concreta en la que prácticamente “se rompe el cielo”, esas víctimas y esos desastres son, simplemente y por mucho que muchos no quieran verlo, parte de una nueva normalidad.
Empecemos por el principio: la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera es, a día 2 de noviembre, de 423.22 partes por millón (ppm). Ese número, visto así, resulta muy abstracto, pero supone 3.94 ppm más, un 0.94%, que hace un año, y sigue subiendo. Es un número en el que seguramente no te has fijado en tu vida. Pero ese dióxido de carbono en la atmósfera proviene fundamentalmente de una cosa: del uso de combustibles fósiles.
Te digan lo que te digan y te cuenten lo que te cuenten, la causa es esa, y es completamente producto de la actividad humana. No es una deriva geológica, ni algo inevitable, ni nada que tenga que ver con peregrinas hipótesis de glaciaciones o de llamaradas solares. La única realidad, refrendada por la totalidad de climatólogos del mundo, es la que es: que el consumo de combustibles fósiles está desestabilizando nuestra atmósfera y, por tanto, nuestro clima. No hay más.
Pero volvamos a ese número abstracto, esas 423.22 ppm. Según los climatólogos, la fase comprendida entre las 400 y las 450 ppm se denomina desestabilización catastrófica del clima, y es exactamente eso: una fase en la que, fruto de la desestabilización, se producen muchas más catástrofes. Inundaciones como la de Valencia, o como las recientes de Pakistán o de Alemania, pero también incendios forestales infinitamente más violentos, sequías más prolongadas, huracanes que agotan el abecedario cada temporada, y olas de calor cada vez más mortales. Es, simplemente, lo que hay. Ya sé que es duro, pero es lo que hay. Lo. Que. Hay.
Pero ese dióxido de carbono en la atmósfera proviene fundamentalmente de una cosa: del uso de combustibles fósiles
Pero hay más: es que entre las 425 y las 600 ppm, los climatólogos definen una fase nueva de desestabilización, a la que denominan desestabilización del clima irreversible. Sí, eso: irreversible. Tal y como suena. Y aunque no hace falta que lo explique, quiere decir lo que quiere decir: que ya no tendremos vuelta atrás. Recordemos: estamos en niveles de 423 ppm, y la irreversibilidad comienza en 425. Si en un año volvemos a subir lo mismo que se subió en el año anterior, ya habremos superado esa cifra. Estamos, literalmente, en el umbral de la irreversibilidad.
Si seguimos subiendo, a partir de las 600 ppm llegamos ya a la fase de desestabilización del clima a nivel de extinción, que creo que tampoco necesita explicación alguna. Se explica solo.
¿Lo de Valencia? Los eventos de este tipo se han vuelto aproximadamente un 12% más intensos y alrededor de dos veces más probables de lo que lo habrían sido en un clima preindustrial, alrededor de 1.3º más frío, sin el cambio climático causado por el hombre. Si crees que lo de ahora es la nueva normalidad, me temo que no. Que dado que estamos en camino de un calentamiento de 2.6 grados dentro de este siglo, solo estamos a medio camino de la nueva normalidad. Y dentro de todo, hasta tenemos suerte: en Florida, el Caribe y el Golfo de México están mucho peor.
Cada vez que escuches a alguien negar la emergencia climática, ya sabes que por personas como esas estamos viviendo lo que estamos viviendo. Si nadie negase lo que la ciencia demuestra irrefutablemente, la presión sobre la sociedad y los políticos sería tal, que no estaríamos hablando de metas de descarbonización para dentro de veinte o treinta años, sino para ya.
Porque la realidad es que cada coche de combustión que se vende, cada calentador de gas, cada central eléctrica o fábrica que sigue quemando combustibles fósiles es lo que está provocando lo de Valencia y muchas más catástrofes que vamos a ver. Que nos vamos, de hecho, a hartar de ver. Y negarlo o posponerlo tiene las consecuencias que estamos viendo.
Cada vez que escuches a alguien negar la emergencia climática, ya sabes que por personas como esas estamos viviendo lo que estamos viviendo
Si descarbonizamos la generación de electricidad (que vamos por buen camino), descarbonizamos el transporte dejando de vender vehículos de combustión inmediatamente, y dejamos de hacernos trampas al solitario enviando los vehículos obsoletos que deberían ser desguazados a países en vías de desarrollo para que los sigan utilizando como si no compartiésemos todos la misma atmósfera, tenemos aún alguna posibilidad de evitar un futuro en el que lo de Valencia y catástrofes similares no se conviertan en rutina. Pero cada vez queda menos tiempo, y cada vez hay más idiotas negando la realidad y negando la ciencia.
La emergencia climática era esto. ¿Preferías no oír hablar del tema? Pues ahora ya la tienes delante. Para que sigas negándola.
***Enrique Dans es Profesor de Innovación en IE University.