Esta semana se ha publicado el informe de supervisión de la Unión Europea, un documento muy positivo, en general, pero sesgado en algunos aspectos. Por ejemplo, se ensalza el crecimiento del PIB y se asume una fortaleza económica basada en esa macromagnitud que me sorprende.

Sí, el país crece pero, como reconoce el informe, "la no indexación de los tramos del impuesto sobre la renta de las personas físicas explica una parte considerable del aumento de la relación ingresos/PIB desde el estallido de la pandemia".

Por otro lado, no tiene en cuenta el PIB per cápita, que en 2022 fue 10,2% del PIB, en 2023 cayó a 7,7% del PIB, y, si hacemos la media de la evolución trimestral hasta ahora, esté 2024 estará en torno al 6,2% del PIB.

Paralelamente, el aumento de los ingresos públicos, que parece celebrarse, constituye un lastre para los ciudadanos, los verdaderos activadores de la economía. La evolución de lo que sucede en la economía real, en la calle, choca con el optimismo del Gobierno y del informe de supervisión.

Por otra parte, se analiza la concesión de préstamos. En este sentido, se señala que los criterios de concesión de préstamos se mantuvieron sin cambios especialmente en la financiación a empresas, pero se endurecieron ligeramente en préstamos a hogares, para vivienda y para consumo y otros fines.

La evolución de lo que sucede en la economía real, en la calle, choca con el optimismo del gobierno y del informe de supervisión.

Esto refleja la menor tolerancia al riesgo por parte de los bancos, el aumento de la percepción del riesgo, el incremento de los costes de financiación y el deterioro de las perspectivas económicas generales.

A pesar de ello, como señala el informe, la encuesta sobre préstamos bancarios de la zona euro (Banking Lending Survey) considera que este mayor endurecimiento de las condiciones de préstamos bancarios en España especialmente desde mediados del 2023 se deben en parte a "los riesgos asociados al cambio climático".

Si hubiera que beber un chupito cada vez que se atribuye alguno de los males que nos acechan al cambio climático estaríamos alcoholizados. La lógica del argumento es que se han endurecido los criterios de concesión y las condiciones de préstamos a las empresas denominadas "marrones", mientras que simultáneamente se ha producido un aumento de la demanda de crédito por parte de las empresas "verdes".

Como si la inestabilidad del Estado de derecho y las improvisaciones en la política fiscal no afectaran a la percepción de riesgo de los bancos y de las familias. Un riesgo racional basado en la dificultad para pagar una vivienda, las quejas de los jóvenes, las cifras de desempleo que siguen en dos dígitos... Pero, especialmente, la crisis de las pensiones que arrastramos desde hace décadas.

Si hubiera que beber un chupito cada vez que se atribuye alguno de los males que nos acechan al cambio climático estaríamos alcoholizados.

Tras el vaciado de la "hucha", las pensiones se mantienen con "préstamos" del Estado, que se saca dinero de un bolsillo para meterlo en otro. Un problema que va a empeorar a pesar del maquillaje anual de aumentar la edad de jubilación.

Para colmo, la opción alternativa, el plan de pensiones o el ahorro y la inversión, que permitan a cada español retirarse cuando considere sin mucho descalabro para su nivel de vida, se ven penalizados. Bien porque se reduce ridículamente la desgravación fiscal, bien porque la inversión se penaliza en este país, dejando a los ciudadanos a merced de quien ha quebrado la hucha de las pensiones.

Por desgracia, la cosa no va a mejorar y el año 2025 nos guarda diferentes subidas de impuestos. Entre otros, el de la banca con la excusa de que no es posible que los bancos se forren mientras todos sufrimos. Un mantra populista y cáustico que puede empeorar mucho la situación de la menguante clase media española.

El mismo informe de supervisión recién publicado señala el peligro de este impuesto que afecta específicamente a las entidades con ingresos superiores a 800 millones de euros. La advertencia de la Unión Europea es doble. Por un lado, la prórroga de la tasa bancaria española puede penalizar a los bancos eficientes y perjudicar a los ciudadanos con rentas más bajas, al llevar a una subida de tipos de interés.

Un problema que va a empeorar a pesar del maquillaje anual de aumentar la edad de jubilación.

Pero, además, "garantizar la igualdad de condiciones en toda la UE es vital". Los bancos españoles, que, al fin y al cabo, compiten con los bancos de los demás países europeos lastrados por esta prórroga, van a ver cómo sus clientes van a optar por trasladar sus cuentas a bancos extranjeros que no aplican gravámenes similares. El empeño populista de mantener este impuesto constituye una grave distorsión del mercado bancario.

El último punto que quería señalar es el de la deuda presente y futura y la solvencia de la economía española para afrontarla. El informe afirma que se espera que las necesidades brutas de financiación sigan siendo en torno al 15% del PIB en 2024-2025, y que las tenencias del Eurosistema de deuda española sigan reduciéndose.

Pero para ello, el papel de los inversores no residentes y residentes es cada vez más importante. Y ahí pinchamos en hueso. Porque la inversión es uno de nuestros puntos más débiles. Finalmente, el informe considera que es previsible que el pago por intereses siga aumentando.

Así las cosas, y después de un vistazo incompleto al informe de seguimiento de otoño, no puedo evitar preguntarme las razones para el optimismo tan ruidoso respecto a nuestra economía, por parte de la Unión Europea.

Con Alemania en caída, la actitud de las autoridades europeas recuerda a la orquesta que no dejaba de tocar en el Titanic.

Una institución que acaba de poner a Teresa Ribera a liderar el refuerzo de la energía nuclear en la UE, mientras se apresuraba a cerrar las centrales españolas, y tras una catástrofe en la que hay razones para considerarla corresponsable, al menos de manera indirecta. Aunque ella no fuera responsable de la gestión, sus políticas en los años previos han empeorado notablemente la situación.

¿Qué tiene la UE? Mi diagnóstico es disonancia cognitiva, que consiste en la justificación irracional de comportamientos refutados por hechos o datos, fruto de la existencia de costes hundidos, no sólo o necesariamente financieros.

Y la Unión Europea se encuentra en la encrucijada de si confiar a ciegas en la gestión del Gobierno español o dar la señal de alarma. Ya nos libramos del apercibimiento por déficit excesivo a cambio de algunos "favores". Con Alemania en caída, la actitud de las autoridades europeas recuerda a la orquesta que no dejaba de tocar en el Titanic.