La concesión del Premio del Banco de Suecia en Ciencias Económicas en Memoria de Alfred Nobel, conocido como Premio Nobel de Economía, a los profesores Daron Acemoglu (MIT), Simon Johnson (MIT) y James A. Robinson (Universidad de Chicago), supone la alegría del retorno de las instituciones al centro de la Economía.

No es la primera vez que el Banco de Suecia reconoce los avances en el campo del pensamiento económico institucional. Hubo, a comienzos de la década de 1990, unos años dorados para el institucionalismo que se inician, con el premio, en 1991, a Ronald Coase, al que siguió, en 1993, el recibido por Douglass North, al alimón con Robert Fogel.

A estos autores se les considera fundadores de la Nueva Economía Institucional. A ellos debemos valiosas aportaciones sobre los costes de transacción, los derechos de propiedad y el cambio económico en las sociedades humanas. Hubo que esperar dieciséis años hasta que, en 2009, se concedió el premio a Elinor Ostrom (la primera mujer en obtenerlo) junto con Oliver Williamson.

La Nueva Economía Institucional propone superar algunas limitaciones de la Economía convencional mediante la atribución a las instituciones de un papel protagonista. Las instituciones son las "reglas del juego" de North. Es decir, las restricciones creadas para regular las interacciones políticas, económicas y sociales.

Ejemplos de instituciones son las leyes, los derechos de propiedad, pero también los usos y códigos de conducta, así como las características de los elementos que controlan el cumplimiento de esas leyes y normas. Las instituciones reducen la incertidumbre en las relaciones humanas y los costes de transacción.

La Nueva Economía Institucional propone superar algunas limitaciones de la Economía convencional mediante la atribución a las instituciones de un papel protagonista

Pero volvamos a los recién premiados. En la "Información Popular" publicada por el Banco de Suecia puede leerse que: "Una importante explicación para las diferencias actuales de prosperidad [entre países] reside en los sistemas políticos y que los colonizadores introdujeron, o eligieron mantener, desde el siglo dieciséis en adelante. Los laureados han demostrado que esto condujo a una "inversión de fortuna". 

"Los lugares que eran, hablando relativamente, los más ricos en el momento de su colonización están ahora entre los más pobres".  La noción de "inversión de fortuna" constituye una de las aportaciones fundamentales de los premiados. La segunda aportación importante de los laureados es el desarrollo de un "marco teórico novedoso que explica por qué algunas sociedades acaban apresadas en una trampa con lo que los laureados denominan instituciones extractivas y por qué escapar de esa trampa resulta tan difícil", aunque no imposible.

Por contraposición, existirían también "instituciones inclusivas", a las que inicialmente denominaban "de propiedad privada",  que, a largo plazo, favorecerían el crecimiento y la igualdad.

Hispanoamérica ha sido frecuentemente objeto de atención por parte de los flamantes Nobeles. En una reciente entrevista con la BBC, Robinson afirmaba: "Nuestra investigación muestra que la pobreza y la desigualdad en América Latina están profundamente arraigadas en el colonialismo, la explotación de los indígenas y la existencia de la esclavitud".  Por el contrario, "Estados Unidos difiere históricamente de esos patrones".

Ciertamente, el desempeño económico de Hispanoamérica palidece frente al de los EEUU.

Ahora bien, ¿acaso no ha habido "instituciones extractivas" en ese país el norte? En su best seller Por qué fracasan las naciones, Acemoglu y Robinson definen como "extractivas" las instituciones diseñadas "para extraer ingresos y riqueza de un subconjunto de la sociedad para beneficiar a un subconjunto diferente".

Pues bien, siendo la esclavitud un ejemplo de ellas, quizá el mejor, ¿cómo olvidarse de los Estados Unidos? El sistema esclavista de EEUU no fue abolido hasta 1865 y para ello fue necesaria una carnicería -750.000 muertos sobre una población de 32 millones de habitantes- que asoló duraderamente buena parte del sur. Los efectos de la "herencia de la esclavitud" son todavía hoy bien palpables en la sociedad norteamericana.

Una porción significativa del éxito económico de los EEUU se debe a las más o menos violenta sustitución de la población originaria por otra mucho más numerosa de origen europeo. Ello podría considerarse un caso extremo de "extractivismo" en forma de una masiva sustitución de capital humano que originó la creación de una "Neoeuropa" de la que los indígenas fueron excluidos.

Acemoglu y Robinson definen como "extractivas" las instituciones diseñadas "para extraer ingresos y riqueza de un subconjunto de la sociedad para beneficiar a un subconjunto diferente"

Aunque no guste a los defensores de la "leyenda negra" a ambos lados del Atlántico, nada de esto ocurrió en los principales virreinatos (Nueva España y Perú) de Hispanoamérica, pese al retroceso demográfico de los indígenas en las décadas que siguieron a la conquista española.

Téngase en cuenta que, para Douglass North, el capital humano es un elemento determinante del desarrollo institucional. No se pueden entender las instituciones y su permanencia sin el capital humano que las acompaña. En este sentido, nos preguntamos si, en el caso de los indígenas norteamericanos, en vez de "inversión de fortuna" no debería más bien hablarse de "sustitución de fortuna" en favor de los invasores europeos.

Por otra parte, tal vez convendría reconsiderar la "inclusividad" de los EEUU a la vista del comportamiento reciente de la desigualdad en algunos países hispanoamericanos. Así, los índices de Gini de los EEUU y México están aproximándose, pasando de 41 y 50,9, respectivamente, en 2005 a 41,3 y 43,5 en 2022.

Volviendo a la "inversión de fortuna", cabe preguntarse qué sentido tiene el concepto cuando sabemos que, partiendo de un nivel no muy distinto al de sus vecinos al norte del río Bravo, Nueva España y Perú crecieron sustancialmente durante el período virreinal. Así, Arroyo y Van Zanden sostienen que los resultados de su investigación, titulada "Crecimiento bajo instituciones extractivas", cuestionan que "las instituciones coloniales empobrecieran a América Latina".

No se pueden entender las instituciones y su permanencia sin el capital humano que las acompaña

No disentimos de los premiados en considerar a la geografía como un determinante de la "riqueza de las Naciones".  Elliot, en Empires of the Atlantic World,sostiene que "las peculiares características geográficas y medioambientales" explican algunas de las "deficiencias económicas y políticas" observadas en Hispanoamérica. La abundancia de recursos de Norteamérica es sencillamente apabullante.

Por tanto, sin restar importancia a las instituciones, debemos buscar alguna razón más allá de la simple diferenciación entre extractivas e inclusivas. También más allá de la Economía, para, apoyándonos en otras ciencias sociales, como propone Greely en su artículo de Financial Times, buscar los factores que se encuentran detrás de las diferencias en desarrollo institucional.

Aquí nos encontramos con que las instituciones son implantadas y evolucionan en función de las relaciones entre los diferentes actores que las conforman, y en primer lugar entre las élites. Así, observamos que detrás de las instituciones de Hispanoamérica han predominado las relaciones de autoridad, frente a los vecinos del norte, donde las relaciones tenían un mayor componente transaccional o de negociación.

Ejemplos de instituciones que favorecen las relaciones de autoridad son las estructuras monopolísticas estatales en el caso de España (preponderantemente la Casa de Contratación de Sevilla), frente a estructuras, monopolísticas también,  pero de carácter privado, que derivaron pronto en sociedades por acciones en el caso de Inglaterra (Royal African Company o East India Company, por ejemplo).

Daron Acemoglu está en España para recibir el Premio Fronteras del Conocimiento de la Fundación BBA. Fundación BBVA

Además, no debemos olvidar que las instituciones son dinámicas y evolucionan. Resulta ingenuo pensar que, en el plano institucional, nada ha cambiado desde la época virreinal hasta nuestros días.

Los procesos de independencia -sólo excepcionalmente exitosos en lo económico, como señalan como señalan Tortella y Quiroga en Las semillas de la discordia- tuvieron resultados diferentes en Norteamérica e Hispanoamérica.

En esta última, se podría decir que las relaciones de autoridad se han conformado como una institución informal, una regla del juego, difícil de superar, mientras las élites permanecieron desunidas, e incapaces de establecer una igualdad de condiciones duradera para sus acuerdos. 

Esta situación ha mantenido las asimetrías y los costes de transacción relativamente altos durante la mayor parte de los siglos XIX y XX, lo que ha provocado ineficiencias económicas, mientras que en los vecinos del norte la transaccionalidad y el intercambio se conformó como la institución informal que dio lugar en su caso a un mejor desarrollo del estado de derecho y accesos más amplios y tempranos a los mecanismos de decisión política y a los recursos económicos y al capital.

Resulta ingenuo pensar que, en el plano institucional, nada ha cambiado desde la época virreinal hasta nuestros días

No queremos caer en otra dicotomía simplista, pero creemos que esta puede ser una nueva vía de analizar el desarrollo institucional para el que la ciencia política y herramientas como la Encuesta Mundial de Valores y otras tienen cosas que aportar.

Para concluir, dudamos de la utilidad de algunos conceptos ("inversión de fortuna" y división de las instituciones entre "extractivas" e "inclusivas"), especialmente en lo que al caso de

Hispanoamérica se refiere. Y ello porque ni Nueva España ni Perú experimentaron una "inversión de fortuna". De hecho, crecieron durante la época virreinal sin que se alcanzasen extremos de desigualdad. Además, el reduccionismo de la dicotomía "extractivas/inclusivas" limita la capacidad para explicar de la complejidad de la América virreinal y el auténtico alcance de la mal llamada "herencia colonial".

*** Rafael Dobado González, catedrático de Historia Económica de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales por la Universidad Complutense de Madrid; Ambrosio Moreno Moreno, Doctor por la Facultad de Ciencias Politicas y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid.