The Economist acaba de publicar un reportaje, Which economy did best in 2024?, en el cual evalúa el comportamiento de las economías de la OCDE este año. Para ello emplea cinco indicadores (crecimiento del PIB, inflación, la rentabilidad de las bolsas, la evolución del paro y el saldo de las finanzas públicas) y compara su evolución en los países de la muestra.

Conforme a ello, España encabeza el ranking de las economías de esa área que mejor lo hicieron en 2024. Como es lógico, el Gobierno y sus paladines se felicitan de ese resultado y lo consideran una muestra de su acertada política y una refutación de las críticas lanzadas contra ella. 

Los espejismos son ilusiones ópticas y, en consecuencia, una visión distorsionada de la realidad. Por otra parte, el ranking de The Economist es una foto estática y pone de relieve sólo la superficie de la economía española sin tener en cuenta la precariedad de su posición en términos estructurales y dinámicos.

El ranking de The Economist es una foto estática y pone de relieve sólo la superficie de la economía española

Por eso, su valor a efectos de comprender el estado y las perspectivas económicas de España es escaso. Como diría Keynes, “a largo plazo, todos muertos” y este símil ilustra con bastante precisión el futuro si no se produce un radical cambio de rumbo en la política nacional. 

De entrada, el incremento del PIB se asienta sobre arenas movedizas sin perspectivas de que ese patrón cambie en el horizonte del corto-medio plazo.

El crecimiento se ha sustentado y se sustenta sobre tres variables: el brutal aumento del gasto público desde 2019, el aumento de la población derivado de la inmigración y las exportaciones de servicios, en especial, de los turísticos. Eso y sólo eso, unido en su componente nominal al aumento de la inflación explica el “falso milagro” patrio y su enorme fragilidad. 

El espectacular crecimiento de los desembolsos del sector público, inédito en el resto de los estados de la OCDE tiene un carácter estructural y además ha tenido un evidente efecto expulsión de la inversión privada, que tiene un encefalograma plano, no sólo por las medidas macro y micro adoptadas por el Gobierno, por la incertidumbre e inseguridad generada por él. 

También por su incapacidad de hacer llegar a la empresas la ingente cantidad de Fondos Next Generation, 160.000 millones de euros desde 2021, cuyo nivel de ejecución real ha sido hasta la fecha del 12,3 por 100. La acumulación de capital fijo está aún por debajo de los niveles registrados en la pre pandemia.

Entre 2019 y 2024, España fue el país de la UE con un mayor aumento de la población. Este es la consecuencia de los flujos migratorios recibidos por la vieja Piel de Toro. Esto ha tenido un impacto alcista sobre el PIB, pero no sobre el PIB per cápita ya que no se ha visto acompañado por un crecimiento simultáneo y paralelo de la productividad.

En otras palabras, el crecimiento económico no se ha traducido en el del nivel de vida de los españoles y la brecha con la media de la UE y de la Eurozona se ha ampliado en 11 y 14 puntos respectivamente. Y, ceteris paribus, esta tendencia no tiene visos de revertirse.

El paro ha descendido, pero sigue siendo el más alto de los países de la UE-Eurozona, casi el doble. Y, en este sentido, es básico señalar dos cuestiones: primera, la reciente crisis y presente la debilidad de la economía europea no han producido una elevación del desempleo en la mayoría de los países cuyas tasas de paro son casi las propias de una economía de pleno empleo; segunda, la divergencia entre el paro registrado y el efectivo es de casi 6 puntos en España; esto es, las cifras reales son muy superiores a las ofrecidas por las estadísticas oficiales. Y esto parece ignorarlo The Economist. 

El crecimiento económico no se ha traducido en el del nivel de vida de los españoles

Por lo que respecta a la política presupuestaria, el Gobierno debe poner en marcha un ajuste del 0,5 por 100 anual para cumplir las reglas fiscales a partir de 2025. Como no tiene intención alguna de recortar el gasto, pretende reducir el déficit vía subidas de impuestos y ante esa iniciativa se enfrenta a un firme rechazo de la misma por parte de algunos. de algunos de sus socios que son decisivos para sacarla adelante.

Esto apunta a un escenario en el cual el Ejecutivo es muy probable que no pueda aprobar un Presupuesto para 2025 y prorrogar el actual y, a la vista de los planes gubernamentales, quizá sea la opción menos mala. Ahora bien, ello se traduce en un empeoramiento del déficit estructural.

Por último, la situación descrita se ve reforzada por un clima de aumento exponencial de la inestabilidad política que genera un entorno económico cuajado de incertidumbre que deteriora las expectativas de las familias, de las empresas y de los inversores.

Ello terminará por afectar de manera negativa al crecimiento económico y con mayor intensidad cuanto más tiempo se mantenga el actual Gobierno, azotado por una marea de escándalos y cuyo único afán es blindarse contra ella manteniéndose en el poder. Y este panorama persistirá mientras lo haga la presente Legislatura. El Gobierno sólo tiene capacidad para pensar en cómo defenderse. 

Sin duda hay quien considerará que este Gobierno paralizado es mejor que activo y tendrá en parte razón porque su capacidad de hacer daño a la economía nacional se ve limitada.

Ahora bien, España necesita una estrategia económica capaz de hacerla crecer de manera sostenida en el tiempo y de elevar el nivel de vida de los ciudadanos. Esta tarea es inalcanzable con el mantenimiento en el poder de una coalición Frankenstein, un zombie que ha de ser enterrado.