En España, el segundo país de la zona euro con más población viviendo en pisos, el 80% de los edificios son ineficientes energéticamente y superan los 45 años. De hecho, 9 de cada 10 viviendas cuentan con una calificación energética E, F o G, las peores en términos de consumo y emisiones.
Es decir, que la mayoría de las viviendas en nuestro país carecen de adecuadas medidas de eficiencia energética y presentan problemas debido a su antigüedad, lo que contribuye a un mayor consumo de energía, mayor pobreza energética y a la degradación del medio ambiente.
Este y otros desafíos similares son los que busca abordar la nueva Directiva Europea de Eficiencia Energética de los Edificios (EPBD) publicada en la primera mitad de 2024.
Fechas clave
Entre sus objetivos cabe destacar varios hitos: el primero es lograr un parque inmobiliario de cero emisiones para 2050 en Europa, además de duplicar la tasa de renovación energética anual de los edificios de cara a 2030, lo que supondría renovar 35 millones de unidades de edificios.
Además, a partir de 2027, los Estándares Mínimos de Comportamiento Energético (MEPS) de la directiva serán obligatorios, lo que significa que se deben rehabilitar energéticamente los edificios con una baja certificación. Y esto afecta no solo a la vivienda privada sino también a los edificios públicos. Para estos últimos, supone alcanzar la calificación energética F en 2027 y E en 2030. Las viviendas residenciales deberán cumplir con estos estándares en 2030 y 2033, respectivamente.
Esta directiva, que representa un paso importante hacia la sostenibilidad y la lucha contra el cambio climático, supone también un desafío considerable en términos de inversión y adaptación para los hogares y las autoridades españolas, ya que requiere poner en marcha importantes actuaciones en el parque inmobiliario español.
Mejorar el confort y reducir el consumo de energía
Por todo lo anterior, una de las primeras medidas a poner en marcha para poder cumplir con la normativa europea en los años venideros pasa por mejorar el aislamiento de los edificios. Algo que cada vez tienen más presente los propietarios de viviendas en edificios.
De hecho, según el II Observatorio de UCI sobre vivienda y sostenibilidad, ante la pregunta sobre qué reformas consideran más necesarias en su comunidad, el Sistema de Aislamiento Térmico Exterior (SATE) ocupa el primer lugar con una media de 6,32 sobre 10, un resultado que habla también del crecimiento de la concienciación sobre la importancia del aislamiento y sus beneficios de cara a conseguir una mayor eficiencia energética y, de paso, reducir emisiones.
No hay que olvidar que un mejor aislamiento tanto térmico como acústico repercute en el confort, en la salud de los ocupantes de los edificios y, por supuesto, en su bolsillo.
En este punto, es importante recordar las distintas opciones de financiación a través de los Fondos Next Generation de la UE y las ayudas del Instituto de Crédito Oficial (ICO) disponibles para dichas actuaciones pues, como es de imaginar, el coste de las obras de rehabilitación sigue siendo el principal escollo para su puesta en marcha, especialmente en el mercado residencial.
Aislamiento y huella de carbono
Volviendo a la fecha clave de 2050 para alcanzar las cero emisiones del parque inmobiliario, hay que señalar que de acuerdo con el reciente informe elaborado para AFELMA por ARUP, los materiales que más impactan la huella de carbono de los edificios son los de la estructura. Para reducir este impacto, se recomienda priorizar el uso de materiales con menor carbono embebido (contabilizando las emisiones generadas durante todo el ciclo de vida), optimizar la cantidad de material y aumentar el uso de los que tengan mayor índice de reciclado.
Materiales como las lanas minerales (lanas de vidrio y lanas de roca), que solo representan el 2,5% del carbono embebido total e integran entre un 50% y un 75% de materiales reciclados, ofrecen grandes beneficios al reducir la demanda energética del edificio. En concreto, aumentar el aislamiento con lanas minerales supone mejoras aún mayores de lo exigido por la normativa, ya que incrementa mínimamente el carbono embebido (+2,33% en 50 años) pero reduce en un 65% el carbono operacional (las emisiones relacionadas con el consumo energético del edificio durante su uso), mejorando la eficiencia energética y el confort.
Además, el uso de materiales como las lanas de roca y de vidrio pueden generar ahorros de hasta un 45% en los consumos energéticos en viviendas adecuadamente aisladas, una cifra nada desdeñable.
A todo ello se suma una mayor seguridad contra incendios, ya que las lanas minerales son incombustibles por su naturaleza, no generan gases ni humos asfixiantes o tóxicos al entrar en contacto con el fuego y reducen la velocidad de propagación.
En conclusión, la nueva Directiva Europea de Eficiencia Energética de los Edificios no solo representa un desafío significativo para España, sino también una oportunidad única para transformar nuestro parque inmobiliario hacia un futuro más sostenible y eficiente. La implementación de medidas como el aislamiento térmico y acústico no solo contribuirá a reducir las emisiones y el consumo energético, sino que también mejorará el confort y la calidad de vida de los ciudadanos, garantizando y asegurando un entorno más saludable y sostenible para las generaciones futuras.
** Mónica Herranz, secretaria general de AFELMA, Asociación de Fabricantes de Lanas Minerales Aislantes.