A diferencia de décadas anteriores, las crisis actuales están profundamente entrelazadas, desde las amenazas climáticas hasta la fragmentación social y los cambios geopolíticos. Esta convergencia es lo que se conoce como policrisis. En ella, los fenómenos conocidos como puntos de inflexión, esos momentos críticos en los que pequeños cambios pueden desencadenar transformaciones irreversibles, se están acelerando a un ritmo nunca antes visto. Lo vemos desarrollarse ante nuestros ojos, con catástrofes climáticas inesperadas, pero también con tensiones geopolíticas.

En las finanzas se echa en falta la consciencia de que los modelos tradicionales de evaluación de riesgos ya no bastan. Son retrógrados y reduccionistas. Los inversores deben mirar más allá y adoptar un enfoque que no solo busque la rentabilidad, sino que también integre la resiliencia, la adaptación y la transformación en sus decisiones. La vulnerabilidad de los sistemas críticos, desde los ecosistemas a las estructuras sociales, exige un replanteamiento urgente de dónde y cómo asignamos nuestros recursos. En otras palabras, la capacidad de navegar por este complejo panorama determinará el éxito o el fracaso de las futuras estrategias de inversión.

Uno de los elementos más inquietantes de la policrisis es cómo pone de relieve y exacerba la fragilidad de nuestros sistemas actuales. Factores como el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la erosión del capital social amenazan con desestabilizar la economía mundial. Dado que el 55% de la actividad económica mundial depende de la naturaleza y sus servicios, las implicaciones económicas del colapso medioambiental son sencillamente incalculables. Sin embargo, entre estas amenazas surgen importantes oportunidades.

La clave para invertir con sensatez en este entorno incierto es evitar prácticas insostenibles como la deforestación y la contaminación, y apoyar al mismo tiempo sectores alineados con las transiciones a largo plazo. Ámbitos como la alimentación, los recursos, la energía, la estabilidad social y el bienestar son esenciales para crear resiliencia y equidad. Son los pilares sobre los que podemos construir sistemas sostenibles para el futuro.

Ya no basta con incluir criterios de sostenibilidad por razones estéticas, es un imperativo evitar vulnerabilidades que el mercado ya no puede ignorar

Los puntos de inflexión tecnológicos y sociales están abriendo vías de crecimiento que podríamos haber considerado inimaginables hace tan sólo unos años. Estos cambios ofrecen la oportunidad de mitigar los riesgos y fomentar el crecimiento sostenible. La transición energética hacia fuentes renovables, la electrificación del transporte y el uso de baterías para el almacenamiento son sólo algunos ejemplos notables de cómo la tecnología puede forjar un camino hacia una economía menos dependiente de los combustibles fósiles, y también abre nuevas oportunidades de inversión. Sin embargo, el éxito tecnológico también depende de la adaptación social, que implica cambios de comportamiento, normas y políticas como parte de la descarbonización global.

De este modo, invertir en agricultura y producción alimentaria sostenibles es clave para abordar la seguridad alimentaria y el impacto medioambiental. Las economías circulares y la eficiencia de los recursos son vías vitales para contrarrestar los residuos y la contaminación. Promover las energías renovables y las tecnologías limpias no solo descarboniza las industrias, sino que también reduce la dependencia de los combustibles fósiles. Al mismo tiempo, impulsar la inclusión, la equidad y la estabilidad institucional fortalece los sistemas sociales. Del mismo modo que invertir en salud y bienestar garantiza una calidad de vida adecuada en un mundo que cambia dinámicamente.

El reto actual para los inversores es, por tanto, doble: mitigar los riesgos asociados a los puntos de inflexión negativos y capitalizar los positivos. Ya no basta con incluir criterios de sostenibilidad por razones estéticas, es un imperativo evitar vulnerabilidades que el mercado ya no puede ignorar.

En comparación con las prácticas actuales, esto puede parecer un sacrificio para muchos inversores: disminuir la exposición a riesgos insostenibles exige desinvertir y renunciar a rendimientos a corto plazo. Sin embargo, las inversiones estratégicas en sectores prósperos como las energías renovables y el almacenamiento de energía, y en sectores futuros como la circularidad, pueden situar a los inversores en una posición ventajosa para obtener rendimientos sustanciales al tiempo que contribuyen al desarrollo sostenible. Adoptar lo que llamamos un "enfoque de punto de inflexión" significa identificar y apoyar las transformaciones a largo plazo, que garanticen que no solo sobrevivimos a este nuevo entorno de policrisis, sino que prosperamos en él.

Al considerar la incertidumbre del presente como una oportunidad de transformación, garantizamos un legado de sostenibilidad que podemos estar orgullosos de dejar a las generaciones futuras.

*** Hans Stegeman es economista jefe de Triodos Bank.