Este 2024 se ha erigido como uno de los años cruciales en el desarrollo y consolidación de la inteligencia artificial (IA), pudiendo compararse con los primeros años de la revolución que marcó la computación en la nube (cloud computing). En aquel entonces, las inversiones en las empresas tecnológicas eran sustanciosas, llegando incluso a afectar a los márgenes de ganancias. En este sentido, son varios los factores que vaticinan una trayectoria similar para la IA, teniendo en cuenta que las inversiones por parte de las grandes tecnológicas alcanzaron más de 200.000 millones de dólares sólo este primer año.
Así, es esencial contextualizar dichas cifras y tomar concienciación acerca del coste elevado que implica la tecnología inicial en la que se basa la IA. Aunque sólo un puñado de gigantes tecnológicos puede permitirse inversiones masivas en esta tecnología, las empresas de menor capitalización pueden también prosperar creando negocios de éxito sobre la nueva infraestructura. Así lo hicieron Salesforce y ServiceNow durante el auge de la computación en la nube.
No cabe duda de que la demanda de aplicaciones inteligentes se está acelerando y las empresas exploran casos de uso en ámbitos como la atención al cliente, la generación de códigos y el marketing. Aun encontrándose en una fase de desarrollo incipiente, grandes corporaciones esperan ahorrar unos 1.500 millones de dólares gracias a la mejora de las interacciones con los clientes y la prevención del fraude mediante IA. Estos ahorros iniciales serían sólo el principio, ya que se espera que la adopción de esta tecnología impulse y aumente la productividad y, a su vez, genere valor adicional.
Sin embargo, los inversores deben ser pacientes, ya que los grandes cambios tecnológicos llevan su tiempo. Pasaron siete años desde el lanzamiento del iPhone hasta que los smartphones alcanzaron la adopción masiva que ahora se observa. La IA tiene un potencial similar, y el lanzamiento de ChatGPT se podría considerar el "momento iPhone". La inteligencia artificial generativa podría reconfigurar sectores existentes y crear otros completamente nuevos, de forma similar a lo que ocurrió con Uber, Airbnb y Netflix.
Aunque no se prevean restricciones energéticas inmediatas, los requisitos a largo plazo exigirán soluciones innovadoras
Asimismo, su adopción plantea otra consideración de relevancia y es que la energía necesaria para apoyar su funcionamiento es significativa. Aunque no se prevean restricciones energéticas inmediatas, los requisitos a largo plazo exigirán soluciones innovadoras. En algunos casos, esto puede implicar la reutilización de tecnologías existentes, como, por ejemplo, la energía nuclear, aunque se haya planteado como una solución opcional. Por ello, resulta esencial pensar más allá y plantearnos alternativas como emplear energía diversificada.
Acuerdos recientes, como el contrato de compra de energía (PPA) de Microsoft con Brookfield Infrastructure, ponen de relieve la tendencia hacia proyectos de energía limpia a gran escala. Se espera que se produzcan más acuerdos de este tipo, que combinen mejoras avanzadas de las infraestructuras con mayores inversiones en energías limpias para satisfacer eficazmente las crecientes necesidades energéticas de la IA. Asimismo, es posible que se produzcan mejoras en la arquitectura de chips y modelos que aumenten la eficiencia y reduzcan la demanda de energía.
Por otro lado, respecto a la nueva situación tras los comicios norteamericanos, todo parece indicar que se producirá una liberación del gasto tecnológico contenido. De este modo, se espera que la victoria de Donald Trump pueda traer una regulación más ligera que favorezca a las grandes empresas tecnológicas y acelere potencialmente las fusiones y adquisiciones entre las empresas más pequeñas. Además, si el nuevo ejecutivo, como prometió, revoca la orden ejecutiva de la administración Biden en relación con la seguridad de la IA, esto podría acelerar su progreso e innovación, dado que EEUU compite por mantener su ventaja tecnológica a nivel mundial. De esta forma se podrían aliviar los retos que se plantea su adopción masiva.
En lo que respecta a las valoraciones actuales del sector tecnológico, el sector de TI cotizaba a finales de octubre con un descuento del 33% respecto al índice S&P 500, muy por encima de su media histórica del 15%. Sin embargo, si se excluyen las empresas de gran capitalización como Microsoft, Apple y Nvidia, la prima se reduciría a tan solo el 7,4%, lo que sugiere oportunidades atractivas en valores tecnológicos más pequeños y medianos. De cualquier modo, a medida que progrese la incorporación de la IA en el día a día, se espera que se beneficie una gama más amplia de empresas, desplazando la atención de los inversores de unos pocos actores dominantes.
Tratando de vislumbrar qué le depara 2025 a la IA, consideramos que el sector tecnológico, respaldado por su poder transformador, ofrece un argumento de inversión convincente. A medida que la IA evoluciona e impulsa las ganancias en productividad, esperamos que surjan nuevas industrias y líderes de mercado, de forma similar a los cambios tecnológicos del pasado. Para los inversores, se trata de una oportunidad única de participar en las primeras fases de un nuevo ciclo de crecimiento, en el que la paciencia podría verse recompensada a medida que se despliega todo el impacto de la IA.
*** Matt Cioppa, CFA, es VP/portfolio manager y research analyst en Franklin Equity Group.