El presidente del gobierno, Pedro Sánchez y la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz

El presidente del gobierno, Pedro Sánchez y la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz EP

Opinión

No más intervencionismo en la economía española

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La obsesión del Gobierno por desarrollar políticas intervencionistas en lugar de fortalecer nuestro marco institucional y la libertad económica, amenaza con profundizar nuestros desequilibrios estructurales y obstaculizar la transformación y la competitividad de nuestro tejido productivo. Si los economistas y el sector empresarial no estamos dispuestos a dar la batalla intelectual, pagaremos un alto precio en el medio y largo plazo.

Intervenir en la economía es la ambición de todo populista de izquierdas, cuyo máximo anhelo es una sociedad creciente en su dependencia de las pagas y subvenciones públicas. Así, los mismos responsables del incremento de la carga impositiva sobre las empresas, los hacedores de la maraña regulatoria que ahoga la competitividad de las empresas, justificarán más intervencionismo económico bajo la coartada de los "fallos de mercado" o la necesidad de proteger "sectores estratégicos" (para los intereses del Gobierno).

¡¡Bienvenidos al "Estado emprendedor" de Mariana Mazzucato!! Una narrativa que busca justificar el intervencionismo estatal presente y futuro en la economía española. Es la fatal arrogancia socialista de siempre, revestida de un halo académico y progresista que tenía en Teresa Ribera a su principal embajadora dentro del Gobierno y que resulta profundamente errónea.

Lejos de fomentar el crecimiento y la innovación, el Estado emprendedor, en la práctica, genera ineficiencia en la asignación de recursos, frena el dinamismo del mercado y expulsa la inversión privada. Todo el gabinete sanchista, especialmente el Ministerio de Industria, está entusiasmado con la idea de utilizar empresas públicas, fondos sin personalidad jurídica y programas públicos de ayudas para la toma de capital empresarial como instrumentos para intervenir en la economía bajo la excusa de "orientar el futuro". La nueva Ley de Industria es un ejemplo.

Sin embargo, los resultados serán siempre decepcionantes y confirman lo que los liberales venimos advirtiendo desde hace décadas: el dirigismo y el intervencionismo en la economía no han funcionado nunca, en ningún sitio. El Estado no es emprendedor, porque no asume riesgos reales, lo que hace es socializarlos, trasladando las pérdidas al contribuyente mientras obstaculiza la innovación que podría emerger de un mercado libre, donde las empresas puedan aprovechar todo el talento y el conocimiento disperso mediante la cooperación espontánea que valida el mercado a través de los precios.

Lejos de fomentar el crecimiento y la innovación, el Estado emprendedor, en la práctica, genera ineficiencia en la asignación de recursos, frena el dinamismo del mercado y expulsa la inversión privada

El ejemplo más claro del fracaso del modelo estatal lo encontramos en las empresas públicas gestionadas por la SEPI. Desde 2019, estas empresas han acumulado pérdidas operativas por un valor de 1.698 millones de euros. Correos, Navantia, Hunosa y la Agencia EFE ilustran la incapacidad socialista en la gestión.

Si no era suficiente para Sánchez, el Gobierno se ha dotado de más instrumentos: el FOCO con 2.000 millones, el Fondo NextTech con 4.000 millones, el Fondo Spain Audiovisual Hub con 1.500 millones, 12.000 millones para la Sociedad Española para la Transformación Tecnológica (SETT) que gestionará el PERTE CHIP, la transformación de SEPIDES en el juguete de Industria para gestionar 3.000 millones de los PERTE, el FRER de Transición Ecológica, entrada en el capital de sociedades cotizadas o rescatadas, etc…

Estas cifras, junto con los nuevos instrumentos del Gobierno, permiten dibujar una pregunta clara, ¿qué recursos y oportunidades se pierden al destinar estos fondos al sostenimiento de un intervencionismo público ineficiente? Es el ejemplo clásico de "lo que se ve y lo que no se ve" de Frédéric Bastiat. Lo visible son empresas públicas funcionando a duras penas con recursos que salen del bolsillo de los ciudadanos y nuevos mecanismos para intervenir en la economía. Lo que no vemos son las innovaciones y proyectos que podrían haber surgido si esos recursos estuvieran en manos de las empresas privadas.

La obsesión de Sánchez por emplear los fondos públicos para tomar participaciones en empresas olvida que la exacción de unos recursos finitos de ciudadanos y empresas podría haber respaldado iniciativas privadas con un potencial disruptivo mucho mayor.

Además, hemos comprobado como el "Estado emprendedor" de Sánchez ha provocado un efecto crowding out por el gasto público y la mala gestión de los fondos europeos, que desplazan la inversión privada y la iniciativa empresarial. No puede sorprendernos que la inversión sea un 0,5% inferior a los niveles prepandemia y que la inversión en maquinaria y bienes de equipo se sitúe más de cuatro puntos por debajo.

Es, sencillamente, un coste de oportunidad enorme. No existe base empírica que sustente la premisa de que el Estado puede planificar y ejecutar mejor que el mercado. Si el modelo de Mazzucato fuera cierto, las economías con mayor intervención estatal liderarían la innovación. Sin embargo, esto no ocurre. Las economías más dinámicas e innovadoras del mundo, como Estados Unidos, son aquellas donde el sector privado lidera y el Estado se limita a proporcionar un marco legal propicio al desarrollo empresarial.

El argumento de las "inversiones estratégicas" se cae por su propio peso cuando analizamos la verdadera naturaleza de esas inversiones. La visión recogida en documentos del PSOE donde se afirma que solo el Estado puede ofrecer esa visión estratégica a largo plazo, se aprovecha de que el Estado no puede quebrar, mientras que los emprendedores sí. Esto distorsiona completamente los incentivos.

Las empresas que invierten e innovan están asumiendo un riesgo real: si fallan, pierden su capital. Por el contrario, el Estado simplemente traslada el coste a los contribuyentes, no hay riesgo real porque las pérdidas siempre se socializan. ¿Hay algo más injusto que ahondar en un sistema que premia el fracaso y castiga al ciudadano? ¿Creen que se toman las decisiones con los mismos criterios?

Dejemos unas últimas cuestiones claras. La innovación tiene lugar a pesar del Estado, no gracias a él. Las grandes revoluciones tecnológicas han sido impulsadas por emprendedores, por visionarios que han experimentado, han fallado, se han adaptado y finalmente han triunfado. En lugar de buscar el control de la economía y alinear los intereses de las compañías a los del Gobierno, lo que debemos exigir a nuestro gobierno es garantizar la seguridad jurídica, la competencia y la libertad de mercado.

Solo prosperan las economías donde la innovación surge del ingenio y el esfuerzo individual, no del control estatal. El "Estado emprendedor" de Sánchez es una peligrosa ilusión que amenaza con perpetuar un sistema ineficiente y dependiente. El futuro de la innovación está en las manos de millones de personas creativas que necesitan un entorno de libertad para desarrollar su potencial. Solo así podremos construir un futuro verdaderamente próspero en el largo plazo.

*** Santiago Sánchez López es economista.