Ni las fronteras territoriales, que todos creíamos consolidadas, se quieren respetar en la segunda decena del siglo XXI. Putin lo está llevando a la práctica en el Dombás y Trump quiere resucitar el expansionismo territorial con Groenlandia.

Ambos territorios cumplirían dos funciones para ambos mandatarios. Una función política: consolidar sus liderazgos internos en Rusia y EEUU; devolver el orgullo nacionalista de viejas nostalgias. La otra función es la económica.

El Dombás es una zona industrial/minera de Ucrania, además de tener un buen potencial agrícola. Durante los dos últimos siglos sus minas de carbón y acerías han sido el motor de su economía. Recientemente, ha aumentado el valor de sus tierras raras. Por ejemplo, Rusia ya ocupa una de las minas de litio, esencial para los móviles, y está a punto de hacerse con la segunda.

Además, el Dombás es geoeconómicamente importante porque supone otra entrada al mar de la Federación Rusa y una base marítima de defensa en la península de Crimea. Groenlandia, entidad autónoma de Dinamarca, solo tiene 57.800 habitantes censados. Como es una de las islas más grandes, su densidad de población es de las más bajas del mundo (0,14 habitantes/Kmtr2).

Pero también tiene una riqueza minera abundante. Desde petróleo, uranio hasta tierras raras, se supone que tiene en su subsuelo una de las mayores minas de esos preciados tesoros, incluso oro (Alaska lo tenía y EEUU se la compró a Rusia). Pero aún está casi sin explotar.

Groenlandia, entidad autónoma de Dinamarca, solo tiene 57.800 habitantes censados

El pequeño parlamento groelandés debate a menudo si ponerlas en producción o no. Los hay que defienden mantener su forma de vida tradicional, apegados a la naturaleza no contaminada. Sin embargo, una inmigración de población descontrolada -por ejemplo, estadounidense- inclinaría la balanza hacia su explotación. 

Por si eso no bastara para desatar la codicia de Trump, Groenlandia es un territorio ártico, que él define cómo esencial para la defensa. Adentrándose en el Ártico, EEUU se acerca a los territorios que también ambiciona Putin.

De manera que ni Putin, ni Trump, son sólo dos políticos en busca de su gloria buscando devolver el orgullo nacionalista a sus países. Detrás de ellos hay poderosos grupos empresariales. Los oligarcas de la Rusia de Putin y las corporaciones mineras de USA. Incluyendo sus industrias de defensa y armamento. 

Así que haciendo política-ficción imaginemos una reunión secreta en el Ártico. Putin y Trump cambian “cromos”.

Trump diría: “tú te quedas con el Dombás y yo con Groenlandia”; o al revés, Putin afirma: “tú te quedas con Groenlandia y yo con el Dombás, pero Ucrania no entra en la OTAN ni en la UE”.  ¿Y cómo le vendo eso a la UE y a Dinamarca en concreto?, terciaría Trump. 

Ni Putin, ni Trump, son sólo dos políticos en busca de su gloria buscando devolver el orgullo nacionalista a sus países. Detrás de ellos hay poderosos grupos empresariales

Putin respondería: “Fácil, como yo lo hice, crea una corriente favorable a la adhesión a través de tus agentes y luego vas a rescatarlos con el ejército en una operación militar singular”. “O, como sabemos por nuestros espías, que el actual gobernante es partidario de la independencia, una vez independientes, un posterior referéndum de adhesión sería una buena salida. Incluso para Dinamarca, que cada año subvenciona con 540 millones de dólares al año, 10.000 dólares por habitante, lo que para el tesoro americano son “peanuts” (cacahuates)”.

Finalmente, se chocan las manos.

Imaginación aparte, las ideas expresadas por Trump y los hechos realizados por Putin indican que el actual equilibrio geoeconómico puede cambiar. Para ello la UE debe prepararse. Lo que no está claro es si los dirigentes europeos son conscientes de la situación. Más aún, si siendo conscientes, están de dispuestos a buscar soluciones para enfrentarse a ella y posicionarse de manera favorable a los intereses de sus ciudadanos.

¿Y España? Enredados en nuestros líos políticos de aldea, estamos en la miopía de siempre. Ajenos a lo que puede ocurrir y a lo que ocurrirá. Con un presidente que, perdido su brillo en el exterior, es incapaz de ser interlocutor de nadie, y solo piensa en consolidar a sus ministros en la política de barrio. Al menos, Aznar hablaba de tú a tú con Bush ¡Qué tiempos aquellos!