Euro

Euro

Opinión

El momento de los mercados de capitales en Europa

Publicada
Actualizada

La Unión viene registrando un superávit externo desde hace lustros. Es decir, el ahorro europeo no encuentra proyectos de inversión en nuestro continente de tal modo que, año tras año, la Unión pierde cantidades ingentes de recursos: estos se exportan para invertirse en el tejido productivo de EEUU y otros países terceros.  - Esto explica que, según el informe Draghi, la UE se enfrenta a un déficit anual de financiación de unos 800.000 millones de euros para alcanzar sus objetivos de digitalización, infraestructuras y sostenibilidad. Todo un lastre para la competitividad de la UE frente al resto de economías.

La fragmentación de los mercados financieros, de los bancarios y de los de capitales, segmenta la bolsa de ahorro europeo en sus compartimentos nacionales. De este modo, el primer paso para abordar la consolidación de los distintos mercados sectoriales pasa por la europeización de los mercados de ahorro.

La irrupción de la crisis financiera de 2008 manifestó un debilitamiento de los préstamos interbancarios entre entidades financieras de la zona euro y en la renacionalización de las carteras de los bancos. Al mismo tiempo, el coste de financiación del mercado interbancario y el coste de cobertura de los créditos (CDS), comenzaron a depender cada vez más de la solvencia del país en el que cada banco estuviese operando, en lugar de en la percepción común de la solvencia de la eurozona.

Esta fragmentación financiera impide el aprovechamiento de las oportunidades de inversión, particularmente en los países del Sur de Europa -España, Portugal, Italia y Grecia-, cuyo tejido empresarial, caracterizado por PYMEs, tiene una dependencia casi total de la financiación bancaria, careciendo de otras fuentes de financiación.

La unión bancaria, cuyo anuncio se produce precisamente a raíz de la crisis de 2008, supone una cesión de soberanía y competencias nacionales formales en el ámbito de la supervisión y resolución de crisis bancarias, que sin duda constituye un pilar fundamental de la integración europea. Actualmente, existe un marco normativo armonizado que se aplica de manera homogénea en la eurozona y permite mejorar la transparencia, resistencia y eficiencia de los bancos. Pero queda un largo camino para movilizar el ahorro disponible y así desatascar la inversión. 

La irrupción de la crisis financiera de 2008 manifestó un debilitamiento de los préstamos interbancarios entre entidades financieras de la zona euro

Para completar esta unión bancaria, y eliminar la fragmentación financiera que aún existe y que puede hacer que una situación delicada de un país acabe contagiando a sus bancos, es necesario aprobar el Esquema Europeo de Garantía de Depósitos, para garantizar los depósitos de los europeos con independencia de la jurisdicción donde se encuentren. No habrá unión bancaria hasta que se acuerde finalmente un seguro de depósitos común que iguale la seguridad de cualquier ahorro bancario. 

Otro elemento que contribuiría a tener un mercado bancario único europeo sería la homogeneización de los regímenes de insolvencia nacionales. También cabe facilitar las operaciones transfronterizas: no deja de sorprender que el sector bancario sea uno de las más fragmentados, operando casi exclusivamente dentro de cada país. Esto reduce la competencia, encarece los costes financieros para los particulares y merma la circulación del ahorro para inversión.

El problema de la fragmentación financiera y de la financiación del crédito a las empresas debe abordarse también con el avance de otro gran proyecto europeo pendiente: la Unión del Mercado de Capitales. Sin embargo, esta estrategia lleva tiempo aparcada en la agenda comunitaria, aunque con pocos avances. Hasta ahora ha habido algún impulso para mejorar el marco regulatorio de las bolsas europeas, se ha reducido la burocracia para facilitar la cotización de mediana empresas, y se ha incentivado la participación de los hogares en los mercados de capitales.

Algunas de estas medidas tienen poca ambición, abordando en algunos casos asuntos que no tienen correlación directa con la consolidación de los mercados de capitales. De este modo, es necesario un impulso decisivo que debe estar centrado en remover barreras nacionales, pero no debe conducir a una reducción de las medidas de control y supervisión.

Para salvaguardar la estabilidad del sistema financiero de la UE, la Autoridad Europea de Valores y Mercados (ESMA, por sus siglas en inglés) debe aumentar sus competencias y financiación para mejorar la protección de los inversores y la estabilidad de un mercado de capitales único.

Por otra parte, hay que europeizar también vía reglamentos y no sólo directivas, en la medida que estas últimas siguen ofreciendo discrecionalidades nacionales, la definición de mercados europeos en titulizaciones, seguros, fondos de inversión, fondos alternativos, pensiones y cualquier otro instrumento de ahorro. Los ahorradores no pueden limitar su marco de actuación a productos financieros exclusivamente nacionales y aun cuando los mercados para financiar empresas de ámbito local puedan seguir siendo especialmente nacionales, los mercados de financiación de empresas globales deben tener una naturaleza plenamente europea.

Para asegurar la competitividad de la UE a nivel global, necesitamos reformas audaces que movilicen mejor el capital y desbloqueen la financiación del sector privado. Reformas cruciales que potencien el acceso a financiación para empresas  y la liquidez de los mercados.

Con el fin de que Europa alcance las tasas de financiación a la economía real en proporciones similares a los Estados Unidos, avanzando en una movilización plena y segura del ahorro privado hacia proyectos europeos de inversión. El statu quo debilita la posición de Europa ante los desafíos geopolíticos y tecnológicos de nuestros tiempos. 

*** Mónica Melle Hernández es profesora de Economía de la UCM.