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Opinión

Competitividad y crecimiento: ¿UE o EEUU, quién tiene la mejor receta?

Ricardo Pedraz
Publicada

En estos días se puede ver que la Unión Europea y Estados Unidos van a adoptar estrategias marcadamente distintas en materia de competitividad y crecimiento. Mientras la UE apuesta por un modelo basado en la optimización de la regulación y el fomento de la inversión en tecnologías limpias, EEUU está optando por una estrategia más centrada en el impulso de los combustibles fósiles y la desregulación. Estas diferencias no solo reflejan visiones opuestas sobre la transición energética, sino que también plantean interrogantes sobre cuál de estos enfoques garantizará una mayor resiliencia económica y liderazgo en el futuro.

En su segundo mandato, la Comisión Europea liderada por Ursula von der Leyen ha reafirmado su compromiso con la sostenibilidad, destacando su papel no solo como un imperativo ambiental, sino como un eje central para la competitividad empresarial en Europa. No obstante, con una serie de iniciativas clave, la Comisión busca simplificar el marco regulatorio y promover la integración de la sostenibilidad en la estrategia empresarial, posicionando a la Unión Europea como líder en la transición hacia una economía verde. Esta visión plantea tanto oportunidades como desafíos cruciales para asegurar una mejora tangible en la competitividad empresarial.

La simplificación normativa es uno de los ejes principales de esta estrategia. La próxima normativa ómnibus, prevista para el primer trimestre de 2025, tiene como objetivo unificar y simplificar las exigencias de reporting en sostenibilidad, consolidando regulaciones clave como la Directiva de Información sobre Sostenibilidad Corporativa (CSRD), la de Debida Diligencia (CSDDD) y la Taxonomía de la UE.

Esta simplificación busca aliviar la carga administrativa sobre las empresas, permitiéndoles redirigir recursos hacia áreas estratégicas como la innovación y la optimización operativa. Aunque la simplificación no garantiza, por sí sola, mejoras operativas en la actividad empresarial, sí aspira a crear un entorno más centrado en la eficiencia y competitividad.

El enfoque europeo, más que buscar un simple equilibrio entre sostenibilidad y competitividad, apuesta por una transformación estructural en la manera en que las empresas gestionan sus recursos y operaciones. La estrategia de la Comisión no solo se centra en reducir el consumo de recursos naturales, sino en cambiar fundamentalmente la forma en que se consume la energía, promoviendo una transición hacia fuentes renovables.

La estrategia de la Comisión no solo se centra en reducir el consumo de recursos naturales, sino en cambiar fundamentalmente la forma en que se consume la energía

Esta transición no es solo un imperativo ambiental, sino una oportunidad económica. Las energías renovables, en muchos ámbitos, ofrecen una eficiencia económica superior a la de los combustibles fósiles, reduciendo costes operativos a largo plazo y aumentando la resiliencia de las empresas frente a fluctuaciones en los precios de la energía.

El Clean Industrial Deal es un componente clave de esta estrategia, diseñado para desbloquear inversiones en tecnologías limpias y crear mercados líderes en tecnología sostenible. La inversión en tecnologías renovables y sostenibles es crucial para asegurar una transición energética que no solo cumpla con los objetivos climáticos, sino que también impulse la competitividad de las empresas europeas en el escenario global. Las empresas que adopten estas tecnologías de manera proactiva podrán mejorar su eficiencia operativa, reducir costes y explorar nuevas oportunidades de mercado, consolidando su posición competitiva.

En contraste, la administración Trump en Estados Unidos ha adoptado una estrategia orientada al aumento de la producción y exportación de combustibles fósiles, buscando reducir los precios internos de la energía y fomentar exportaciones masivas. Esta postura podría impactar significativamente los mercados energéticos globales, reduciendo los precios del petróleo y el gas, y generando un desafío para las empresas europeas que están invirtiendo en tecnologías limpias. Además, la retórica del gobierno estadounidense sobre desequilibrios comerciales con la Unión Europea y la posibilidad de imponer aranceles podría llevar a una reconfiguración de las relaciones comerciales transatlánticas.

La clave para el éxito de esta agenda europea radicará en su capacidad para mejorar la competitividad empresarial. Las iniciativas para simplificar las cargas administrativas, fomentar la adopción de tecnologías renovables y proporcionar un marco de apoyo temporal están bien orientadas, pero su efectividad dependerá de si las empresas consiguen capturar estas oportunidades para transformar sus modelos de negocio o mejorar la eficiencia operativa de su actividad.

*** Ricardo Pedraz es profesor de Afi Global Education.