Es bien sabido que, por lo general, mezclar los negocios con la política termina generando malos resultados.

En las últimas décadas del siglo XIX, los Estados Unidos tuvieron una buena oportunidad de aprenderlo durante lo que se dio en llamar “the Gilded Age”, que suele traducirse por “la época dorada”, pero que en realidad se refiere a “la era del oropel”, cuando el dorado es simplemente una fina capa de purpurina sin prácticamente valor real.

En aquella era, una serie de empresarios conocidos como “robber barons” asumieron prácticamente el control del poder político, apoyados en los que se denominaron “the forgettable presidents”, políticos inanes y completamente prescindibles.

Por supuesto, se enriquecieron hasta el límite a través de todo tipo de esquemas de corrupción, construyeron algunas de las más grandes fortunas del momento, y terminaron viendo cómo sus monopolios eran desmontados y sus prácticas empresariales, ilegalizadas.

Elon Musk era, cuando tomó la decisión de adquirir Twitter, la persona más rica del mundo, un honor que sigue ocupando a día de hoy. Sin embargo, en aquel momento todavía era un hombre de negocios enormemente admirado, con reputación de visionario y capaz de revolucionar industrias enteras.

Hoy, es una persona asociada con uno de los gobiernos más despreciados y temidos de todo el mundo, capaz de hacer que muchos países que tradicionalmente lo habían considerado aliado dejen de hacerlo.

Las ventas de una de las compañías más importantes propiedad de Elon Musk, Tesla, están cayendo en todo el mundo.

Elon Musk es una persona asociada con uno de los gobiernos más despreciados y temidos de todo el mundo

En los Estados Unidos tiene todo el sentido que sea así: por un lado, la inmensa mayoría de sus compradores eran personas por lo general con una mentalidad progresista, preocupados por el medio ambiente y la emergencia climática, y alejados de la mentalidad más tradicional.

El alineamiento del CEO de la compañía con las tesis más ultraderechistas y con un presidente que no solo desprecia la ciencia sino que lo hace con arrogancia, como un bully de patio de colegio, hace que cada vez menos personas decidan adquirir un Tesla. 

Por buenos que sean los vehículos hay un componente de identificación con la marca y su filosofía que, para muchos, ha muerto, y que no volverá por mucho que el resto de accionistas decidan, desesperados, intentar desvincular a Musk de la dirección de la compañía.

Fuera del país, la cosa es aún peor. En Francia, las ventas de vehículos de la compañía se han desplomado un 63.4%, reflejando la enorme antipatía que ahora genera el empresario metido a político ultra.

Por mucho que los Tesla sean buenos, hay un componente de identificación con la marca que para muchos conductores ha muerto

En Alemania, donde Musk participó entusiasmado en mítines del partido neonazi Alternativa para Alemania, AfD, las cifras de ventas han caído un 59.5%. I

ncluso Suecia y Noruega, donde la marca era líder en ventas desde hacía tiempo, han visto descensos del 44.3% y 37.9% respectivamente.

No, esos compradores no están esperando por ningún modelo renovado, ni nada por el estilo. Simplemente, no se pueden imaginar a sí mismos dándole dinero a semejante personaje, alineado ahora además con las tesis de un político repugnante, ignorante, simplista y que representa lo peor del populismo.

Los que ya habían comprado sus automóviles, ahora les ponen pegatinas con mensajes como “me lo compré antes de saber que Elon estaba loco” o “precaución: el conductor está bien, preocúpense por el fabricante”.

Otro de los negocios del billonario, Starlink, que se anunció el pasado lunes en la Super Bowl, se encuentra con problemas similares.

Si eres uno de los ucranianos que alabó a Musk cuando comenzó a enviar sus antenas al frente de guerra con los rusos, ahora seguramente creas que ese mismo tipo te cortará el acceso a internet si no te avienes a pactar lo que se le pase por la cabeza al idiota de su jefe.

Y así en muchos más mercados: Ontario, en Canadá, interrumpió el despliegue de antenas de Starlink para dar acceso a sus pueblos más aislados cuando recibió la noticia de los aranceles que Donald Trump quería imponer al país.

¿Quién quiere dejar sus comunicaciones en manos de un gobierno extranjero que seguramente las espíe sin límites y pueda amenazar con interrumpirlas en cualquier momento? ¿Qué tipo de socio son ahora los Estados Unidos? Con aliados así, ¿quién necesita enemigos?

Si eres un ucraniano que alabó a Musk cuando envió sus antenas para luchar contra Rusia, ahora creerás que te cortará el acceso a Internet

Mezclar negocios y política pocas veces da buenos resultados, y cuando los da, lo hace por razones por lo general muy poco edificantes.

Seguramente Musk ganará mucho dinero corrompiendo todos los procesos de decisión en la NASA y prácticamente auto-concediéndose contratos para su compañía de exploración espacial SpaceX, pero ya veremos si le compensa.

De ser un empresario admirado y respetado, ha pasado a ser un megalómano que quiere imponer al mundo su visión por la fuerza, y que no dudará en hacer lo que sea para conseguirlo.

Veremos si, dentro de un tiempo, Elon Musk sigue siendo el hombre más rico del mundo, aunque posiblemente le importe solo lo justo.

Pero sobre todo, veremos cuánto de oportunidad perdida para todos ha tenido el que abandonase sus nobles fines y pasase a convertirse en lo que se ha convertido: en una caricatura de sí mismo, vinculada además a uno de los mayores monstruos que ha creado un populismo convertido ya a todos los efectos en el cáncer de la democracia.

***Enrique Dans es profesor de Innovación en IE University.