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Opinión

Desafíos de la banca ante el fin del multilateralismo

El sector bancario debe ser una pieza en el proyecto europeo para ganar competitividad.

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La transformación tecnológica, la transición hacia una economía más sostenible y el recién anunciado programa de inversión en defensa solo serán exitosos si cuentan con el concurso del sector financiero. Tras la crisis de 2008, el sector bancario se ha visto abocado a una cura de saneamiento y de reestructuración, para mejorar su eficiencia operativa, reducir sus ratios de dudosidad y prevenir los desmanes del pasado. 

La mayor concentración del sector no ha mermado la competencia, porque al mismo tiempo han aparecido nuevos competidores digitales -los neobancos- y se ha transformado el modelo bancario, con la creación de nuevos canales digitales. La transformación tecnológica es un reto que requiere una adaptación permanente del sector bancario.

Ahora, la Inteligencia Artificial supone la creación de nuevos productos financieros innovadores y más competencia, porque las fintechs y otras startups utilizarán esta tecnología para ofrecer servicios más ágiles y eficientes, desafiando a las instituciones financieras tradicionales. También se requieren nuevas capacidades para atender nuevos riesgos, como es el cibernético.

Además, Europa promueve la adaptación a los retos climáticos, a diferencia de Estados Unidos. Era así antes de la llegada de Trump a la Casa Blanca. Ahora, esas diferencias se hacen aún más palpables.  En pocos meses dispondremos de los resultados más recientes de los test de la banca europea ante los riesgos climáticos. 

Y, por si fuera poco, las entidades se enfrentan a un nuevo reto geopolítico tras el cambio de paradigma que representa la Administración Trump para el mundo. En primer lugar, el cambio certifica la crisis del multilateralismo. Es cierto que esta tendencia se venía observando desde hace años, pero ahora con Trump en la Casa Blanca se acelera esta crisis, incrementando la incertidumbre y la desinformación, grandes enemigos de los mercados financieros.

La Inteligencia Artificial supone la creación de nuevos productos financieros innovadores y más competencia

En segundo lugar, la tarea de la política monetaria –principal brújula de la actividad bancaria— es cada vez más compleja, y menos predecible. Existe incertidumbre sobre las medidas que el presidente de los Estados Unidos va anunciando sobre su nueva política arancelaria y de inmigración, aún no sabemos si esas medidas son estratégicas o tácticas.

Si finalmente se consolidan, se levarán los precios de producción nacional, tanto por los aranceles a los inputs importados como por el aumento de los costes de mano de obra. Todo ello hará repuntar la inflación, y afectará el crecimiento, como lo anticipan los índices bursátiles. Veremos cómo reacciona la Reserva Federal ante tendencias contradictorias. De ello depende también la evolución del euro, de los tipos de interés en Europa y de sus efectos en cascada sobre la maltrecha economía europea.

En el ámbito del sector bancario, unos tipos de interés en EEUU por encima de los de la UE, a corto plazo, representan una ventaja competitiva para los bancos norteamericanos. Éstos, además, gozan de más flexibilidad regulatoria y menos impuestos. Presentan, por otra parte, mayores valores de capitalización bursátil frente a los bancos europeos, por ejemplo JP Morgan tiene un valor que supera al de los cinco grandes bancos europeos.

No es de extrañar que tanto el informe Letta como el Dragui insistan en la necesidad de tener “grandes campeones europeos”, porque la escala juega un papel fundamental en las mejoras de la eficiencia operativa.

Finalmente, la participación del sector bancario es necesaria para acompañar el esfuerzo de competitividad que debe realizar Europa. No basta con la inversión pública para adaptar el tejido productivo del viejo continente. También hace falta que la inversión privada salga de su letargo. El superávit de ahorro europeo que estamos exportando, fundamentalmente a los EEUU, debería canalizarse hacia inversiones en Europa.

La participación del sector bancario es necesaria para acompañar el esfuerzo de competitividad que debe realizar Europa

Tal y como indica el informe Letta, las grandes transformaciones a acometer en la UE necesitan esa unión del ahorro privado europeo. Esto pasa por consolidar un mercado de capitales europeo, siendo este un proyecto que apenas avanza desde hace al menos una década.

La profundización del mercado único también ayudaría a dinamizar la inversión. En el ámbito financiero esto significa completar la unión bancaria. Siempre que se han producido crisis la UE apuesta por el reforzamiento de ese mercado, y sale fortalecida. La unión bancaria hace poco cumplió diez años, y hoy el sector bancario europeo muestra más resiliencia y estabilidad que antes.

Pero el pilar de resolución de crisis bancarias presenta algunas inconsistencias que deben mejorarse y el tercer pilar que se refiere a la creación de un sistema de garantía de depósitos común está aún incompleto. Hasta que esto no se culmine, hay riesgo en la banca europea.

Por último, la UE debe adecuar el marco regulatorio actual del sector bancario europeo para encontrar un equilibrio entre la necesaria estabilidad del sector y su mejor posicionamiento internacional. Las nuevas tecnologías han traído nuevos competidores, y la regulación debe adaptarse a esta realidad, que está transformando los procesos del negocio bancario, el talento y las capacidades necesarias del personal, etc. Es el momento de adaptar el marco regulatorio, cambiando aspectos sustanciales de proceso normativo que en muchas ocasiones es demasiado complejo y ello dificulta su cumplimiento.

Afortunadamente, las instituciones europeas han iniciado esta reflexión, fundamental para que la agenda regulatoria no suponga un freno a la competitividad del área de la UE. El fortalecimiento del sector financiero es imprescindible para cumplir los objetivos que se ha marcado Europa ante los desafíos globales, cada vez más amenazantes.