El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en la Casa Blanca en Washington.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en la Casa Blanca en Washington. Reuters

Opinión

Trump y sus 60 días en la Casa Blanca instalan la imprevisibilidad en los mercados

Enrique Díaz-Álvarez
Publicada

Han pasado prácticamente dos meses desde que Donald Trump juró como residente de los Estados Unidos, y decir que han sido ocho semanas agitadas supondría quedarse corto.

En este tiempo, cientos de órdenes ejecutivas han sido firmadas. La lucha contra la inmigración ilegal se ha recrudecido, los recortes están dejando a los departamentos gubernamentales en los huesos y los aranceles han sido impuestos en algunos casos, y en otros utilizados como amenazas.

Han sido anunciados, retrasados y anunciados nuevamente, sólo para ser pospuestos una vez más, generalmente con poco margen de antelación y, en paralelo, el presidente Trump se ha lanzado a acabar con los combates en el Medio Oriente y Ucrania con un éxito más que cuestionable.

La impresión que deja todo este frenesí “reformista” es que estamos ante decisiones políticas importantes que lejos de estar fundadas en una lógica sólida y bien concebida, parecen tomarse impulsivamente, lo que ha creado un entorno muy incierto y volátil en los mercados financieros.

En el mercado de divisas, si bien los inversores se volcaron en el dólar después de la victoria electoral de Trump en noviembre (en los 76 días entre la noche de las elecciones y su investidura, su revalorización fue del 4.8%), todo ha cambiado desde entonces.

En este medio centenar largo de días desde la instauración de la versión Trump 2.0, el dólar ha perdido el 4.9% de su valor frente a sus principales pares.

También ha sufrido un notable bajón la bolsa estadounidense en las últimas semanas. El Índice S&P 500 ha caído casi un 10% en el último mes, y el Nasdaq Composite, más orientado al sector tecnológico, ha registrado pérdidas cercanas al 14% en ese periodo.

La impresión que deja todo este frenesí “reformista” es que estamos ante decisiones políticas que parecen tomarse impulsivamente

Mientras tanto, las bolsas europeas están rindiendo positivamente. Los temores sobre la seguridad del continente europeo, exacerbados por el aparente giro de Trump hacia Rusia, han hecho poco para descarrilar al euro.

De hecho, el euro registró una de sus mayores ganancias en siete días desde la crisis financiera del 2008 hace dos semanas, impulsado por el cambio radical fiscal en Alemania, a su vez motivado por el rapprochement entre EEUU y Rusia.

Hasta cierto punto, se podría argumentar que los movimientos recientes que hemos visto en el dólar y los mercados de valores estadounidenses han sido algo contraintuitivos.

No olvidemos que las políticas de Trump son vistas en gran medida como inflacionistas, particularmente los aranceles, que se esperaba que elevaran los precios al consumidor doméstico y mantuvieran las tasas de la Reserva Federal más altas durante más tiempo.

Sin embargo, la situación ha cambiado mucho en cuestión de pocas semanas, y cabe preguntarse qué factores han impulsado este cambio radical en la postura de los inversores hacia los activos estadounidenses.

Pues bien, el primero de ellos, sería los temores que concita en los inversores la economía estadounidense. El optimismo que suscitaba el nuevo período de excepcionalismo económico estadounidense se ha convertido en pesimismo, ya que los últimos indicadores de actividad sugieren que los cambios políticos radicales y erráticos de Trump, y notablemente sus aranceles, pueden ser más perjudiciales que ventajosos para la economía, al menos en el corto plazo.

De hecho, la temida palabra recesión se está utilizando mucho en los principales medios de comunicación, e incluso el propio Trump no la ha descartado. Con todo, cabe recordar que esta debilidad en los indicadores de confianza, por ejemplo, aún no ha se visto reflejada en absoluto en los datos de empleo.

En segundo lugar, la Reserva Federal se enfrenta a una difícil disyuntiva este año, ya que la política comercial de Trump podría llevar a una mayor inflación y, a la vez, inducir un deterioro en el mercado laboral y un crecimiento más reducido.

La debilidad de los indicadores de confianza todavía no se ha visto reflejada en los datos de empleo

De momento, a tenor de lo ocurrido en la reunión de marzo de la Fed, que mantuvo el tipo de interés en el rango del 4,25 y el 4,50%, la postura adoptada por el banco central estadounidense ha sido la de “esperar y ver”.

Ahora bien, en la declaración final de la reunión, el propio Powell reconoció que la incertidumbre en torno a las perspectivas económicas ha aumentado. Es más, las predicciones de la Fed en dicha reunión han dado un claro giro estanflacionario, aumentando las de inflación y disminuyendo las de crecimiento.

Sin duda, es un guiño inequívoco al impacto económico incierto de la errática política arancelaria del presidente Trump.

Tampoco hay que perder de vista que los mercados están poniendo a prueba la verosimilitud de los aranceles de Trump. El inquilino de la Casa Blanca ha enviado mensajes ambiguos sobre sus restricciones comerciales hasta ahora, proporcionando a los inversores muy poca claridad sobre su política arancelaria.

Donald Trump

Donald Trump REUTERS

Sus amenazas grandilocuentes y a menudo improvisadas han sido recibidas con un creciente escepticismo, y las negociaciones y los retrasos han alimentado la creencia de que la magnitud y la duración de estas restricciones comerciales serán menos severas de lo temido.

Esto ha respaldado el argumento de que su retórica proteccionista sirve principalmente como mecanismo de negociación para los acuerdos comerciales de EE.UU. y resolver otras disputas, y no necesariamente para promover la industria nacional y aumentar los ingresos públicos para compensar los recortes de impuestos que tiene previstos.

A todo ello se suma el aumento de los temores de seguridad en Europa que han terminado por incrementar las previsiones del gasto.

Estos temores han aumentado desde el deterioro de la relación entre EEUU y Ucrania, y la retórica agresiva y abiertamente aislacionista de funcionarios estadounidenses de renombre, que han llegado incluso a pedir una salida de la OTAN por parte de EEUU.

Sus amenazas grandilocuentes y a menudo improvisadas han sido recibidas con un creciente escepticismo

En consecuencia, los países europeos cercanos geográficamente a Rusia ya han aumentado significativamente el gasto en defensa, y Trump también está provocando un cambio radical en la postura de Alemania y la UE en general.

El Bundestag ha aprobado una reforma constitucional que permite inversiones multimillonarias en defensa, infraestructuras y medio ambiente, rompiendo con la política del déficit cero.

Este plan incluye un fondo especial de 500.000 millones de euros para infraestructuras en los próximos 12 años, así como de eximir al gasto en defensa de contabilizar.

Por su parte, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha propuesto movilizar cerca de 800.000 millones de euros para el gasto en defensa en la UE, bajo el plan denominado "ReArm Europe”. 

Estos anuncios han llevado a un fuerte aumento en los rendimientos de los bonos soberanos europeos, y han impulsado a las monedas europeas, especialmente el euro.

Si bien es poco probable que esto cambie las cosas en el muy corto plazo, los mercados están apostando a que el impulso fiscal ayudará a la recuperación económica a largo plazo de la Eurozona.

En esta línea, un potencial crecimiento y un nivel de inflación superiores podrían provocar un ritmo menos agresivo de recortes del BCE. Al final, una de las consecuencias que ha tenido la irrupción de Trump en el escenario mundial ha sido el haber despertado a Europa de su profundo letargo, y quizás haber empezado a cerrar la brecha entre el crecimiento económico a ambos lados del Atlántico.

*** Enrique Díaz-Álvarez es director de Riesgos Financieros de Ebury.