El 22 de diciembre está marcado en rojo en muchos hogares españoles. Y todo porque se celebra el Sorteo de la Lotería de Navidad, ese que premia el primer premio (el ‘Gordo’) con 400.000 euros al décimo.
Se trata de un sorteo diferente al resto, donde sólo hay dos bombos (uno con los 100.000 números que entran en juego) y otro con los premios. Recordemos que, en el resto de sorteos, se juega el sistema de bombos múltiples (cinco bombos).
Pero también hay otra seña de identidad. Y esa no es otra que los niños de San Ildefonso, que cantan a lo largo de la mañana los números y sus respectivos premios. Una ‘actuación’ en la que no han fallado errores, meteduras de pata, ‘gallos’ y despistes varios.
¿Por qué cantan los niños de San Ildefonso la Lotería de Navidad?
Hay que remontarse al reinado de Carlos III, en concreto al 9 de marzo de 1771, para ver a un niño del colegio de San Ildefonso cantar la lotería. La normal, porque la de Navidad no llegó hasta 1812.
¿Por qué fueron los niños de ese colegio los elegidos? Esa respuesta no se sabe a ciencia cierta. Lo que sí se sabe es que dicho colegio fue un orfanato hasta que llegó la Democracia. También que fue sólo masculino hasta 1981. Tres años después cantaron las niñas en el sorteo de Navidad.
A finales de los 90 del siglo XX se dividió en dos partes: residencia-internado y colegio público dependiente de la Comunidad de Madrid. Son los niños que están residentes los que cantan los premios (y no son huérfanos, sino hijos de familias con pocos recursos económicos).
Los niños y niñas se presentan voluntariamente. Pero deben tener unas condiciones para ser elegidos: ser mayores de 8 años, tener buena fluidez verbal y buena voz. Los elegidos empiezan a ensayar dos meses antes.
¿Cuáles son las mayores ‘meteduras de pata’?
Con 212 años de historia, y de sorteos a sus espaldas, no han faltado anécdotas que, en más de una ocasión, han desatado la risa (y los aplausos) de quienes siguen el sorteo. Y es que, como a cualquier otra persona, los nervios acaban traicionando por mucha preparación que se tenga. Y los micrófonos son un ‘enemigo’ que desvelan cualquier fallo o comentario.
Así, por ejemplo, en un sorteo se oyó decir a uno de los niños a otro: “Canta mejor, tío. Mil euros, no mi eurós”. En otra ocasión, fue una niña la que soltó la siguiente frase: “Joder, se me ha caído la bola. No la encuentro. ¡Qué vergüenza!”.
Y es que la suma de bolas de pequeño tamaño, más el sudor en las manos propio de los nervios, juega malas pasadas. Así, el año pasado, se cayó una bola de una de las tolvas. También hubo quien tuvo dificultad a la hora de cantar los números.
Esto último es algo que suele suceder a menudo. Entre otras razones, porque lograr el tono adecuado en determinadas fracciones no es tarea fácil. Un ejemplo: el número 58.052 fue una ‘tortura’ para una niña. Tanto, que al no salirle, soltó un “¡Ay, que no me sale!”. Lo que vino a continuación fueron lágrimas.
Pero, para ‘cantada’, la de otra niña que cantó el número 20064 como si fuera uno más de la pedrea cuando, en realidad, era el ‘Gordo’. El funcionario de Loterías le recriminó con la siguiente frase: “Pero niña, ¿qué has cantado?”.
Otro error sucedió cuando se cantó un número como la pedrea (el 79973) pero no era el que estaba impreso en la bola (el 71973). Y es que los niños de San Ildefonso, como el más común de los mortales, son humanos y cometen errores. Eso sí, también hay momento para la emoción.
Así, cuando dos niñas cantaron el ‘Gordo’ en 2021, una le dijo a la otra: “Me voy a poner a llorar, eh”. Y la otra le respondió: “No llores, tía”. Una vez enseñadas las bolas a la mesa, se dijeron lo siguiente: “Tía, te quiero un montón”. La respuesta fue: “Yo también”.