Pedro Ruiz asumió su cargo pocos meses antes de que una pandemia sin precedentes nos cambiara la vida. El director general de Emergencias de la Comunidad de Madrid llevaba a sus espaldas 25 años trabajando como bombero y viviendo el día a día -literalmente- en la línea de fuego. “Me incorporé el 15 de enero del 2020 y al mes y poco después fue cuando comenzó la pandemia”, recuerda el director en conversación con Madrid Total. Esta entrevista se celebra el mismo día que dos ancianos han muerto en un incendio en Madrid.
A Ruiz también le ha tocado bregar con Filomena, o los incendios de Cebreros o Aranjuez. En 2022, el Cuerpo de Bomberos regional realizó un total de 16.869 intervenciones a lo largo del año, lo que da una media de 46 actuaciones diarias, según los datos oficiales a los que ha tenido acceso este periódico.
Un tercio de estas actuaciones fueron incendios, concretamente, el 37,4% de los casos. El resto de actuaciones han sido las de carácter técnico (38,3%), salvamentos (17,3%) y un 7% restante de emergencias de otra naturaleza. El mes de julio fue el de mayor actividad, con 1.909 incidencias, y marzo, el menor, con 1.027.
[Muere una pareja de ancianos en un incendio en un piso frente a la plaza de Las Ventas de Madrid]
En 2022 el número de fallecidos se ha incrementado en 2022 en un 18%, respecto al año anterior. Sin embargo, ha habido un 4% menos de heridos. La principal explicación que da Ruiz viene por los accidentes de tráfico en los que tienen que intervenir los bomberos. “Puede ser uno de los motivos que se han sucedido. Ha habido más accidentes de tráfico”.
Sin ir más lejos el caso del kamikaze de la M-11, el pasado 5 de marzo, necesitó de la intervención de los bomberos para sacar el cuerpo sin vida de Edoardo di Lorio del taxi donde viajaba.
El año pasado, los parques de bomberos de Alcalá de Henares, Parla, Alcobendas, Getafe y Las Rozas fueron, por este orden, los que atendieron un mayor número de servicios.
En 2021 hubo 18.737 actuaciones de bomberos en la Comunidad, un 10% más que el año siguiente. La explicación es sencilla: Filomena. Enero de 2021 reflejó un pico de actividad excepcional: solo en 16 días hubo 4.000 incidencias extraordinarias.
Seseña, 2016
En 2020, Pedro Ruiz, que ahora tiene 53 años, cambió el camión de bomberos por un despacho. Anteriormente fue bombero, jefe de dotación, cabo, sargento, jefe de parque, suboficial, oficial técnico y director técnico, cargo que desempeñó durante 13 años.
—¿Echa de menos la acción?
—Lo voy a dejar en mucho porque podría decir que muchísimo.
—¿Tanto?
—Sí, sí. Y además, al ser todavía tres años, pues bueno, es algo reciente. Es parecido a cuando dejas de hacer deporte, si has estado enganchado y lo dejas, al principio cuesta. Luego ya al final te acostumbras a no hacer nada. Puede que me hubiera pasado lo mismo, pero para mí es muy reciente y sigo muy en contacto todavía con el colectivo de bomberos. Porque claro, mi vida ha sido eso. Se echa de menos y hasta cuando te llegan vídeos, fotos y algunas noticias, reparas y analizas un poco qué es lo que estás viendo en esos vídeos y cómo se ha gestionado la emergencia.
Antes de llegar a su cargo en la Comunidad de Madrid, Ruiz ejerció en Castilla la Mancha, más concretamente, en Toledo. Allí le tocó vivir uno de los episodios más complicados de su carrera: el incendio del cementerio de neumáticos de Seseña en 2016. Lo recuerda con pelos y señales: “Fue el 13 de mayo, a la una y 23 minutos”.
“Teníamos muy claro que una vez que el incendio se desarrollara, la capacidad de extinción era nula. No se podía hacer con un ataque directo, no iba a ser posible por la carga de fuego, por las dimensiones que tenía. Estábamos hablando de un total de 12 hectáreas, de las cuales nueve estaban ocupadas por neumáticos de todos los tamaños, en algunos casos con alturas entre nueve y 12 metros”, recuerda el director general de Emergencias.
“No había sectorización, no había caminos, no había accesos y luego había una zona donde estaba el tratamiento esa noche. Además, como luego se demostró, fue un incendio provocado. Ocurrió lloviendo, que además dificultó las labores de extinción en ese primer momento, en ese primer ataque, porque los vehículos no podían acceder, había una pendiente en positivo y los vehículos no traccionaban”.
“Cuando ya se intentó atacar directamente, el incendio estaba fuera de control. Había una seria dificultad porque también había una línea de alta tensión y, como digo, para mí ese fue uno de los más importantes que he tenido. De hecho, la decisión que se tomó desde el primer momento es no hacer un ataque ofensivo, sino defensivo”.
Así pues, los bomberos al mando de Ruiz se dedicaron a abrir cortafuegos entre aquella montaña de caucho con maquinaria pesada. “Buldóceres, palas cargadoras, retroexcavadoras…”, lo que fuera necesario. 21 días después el incendio se dio por extinguido. Un tiempo récord, asegura Ruiz, tras analizar sucesos similares en otros países.
¿Plan nacional?
La idea de un plan nacional contra los incendios forestales lleva en boca de los expertos mucho tiempo, pero nunca termina de llegar. Los bomberos son una competencia autonómica, pese a que, como bien indica el entrevistado, “los incendios no tienen líneas administrativas”.
“Dentro de la Dirección General está la prevención de incendios y la extinción de incendios. Por tanto, tenemos un periodo del año en el que se hace prevención. Eso que se ha oído en muchas comunidades y es uno de los puntos que se repite a menudo: los incendios se apagan en invierno. Hay una parte de razón, está claro”.
“La Comunidad Madrid mantiene un dispositivo en torno a las 360 o 380 personas al año haciendo prevención durante la campaña de prevención, es decir, no en la campaña de incendios. Por tanto, estamos ahí entre seis y ocho meses haciendo esa prevención constantemente en el monte, limpiando y adecuando todas las fajas de seguridad. Eso es una de las competencias que tenemos y luego, ya en verano, ese dispositivo se aumenta a más de 500 profesionales dentro de la parte forestal de prevención y extinción de incendios forestales, junto con los 1.500 bomberos más que tenemos”.
A falta de ese plan nacional para combatir los incendios, la Comunidad de Madrid firmó convenios de actuación con las dos comunidades fronterizas, es decir, las dos Castillas. “Ese convenio se firmó, si mal no recuerdo, el 28 de junio del 2020 y es un hito histórico”.
“Básicamente lo que se consiguió es que en una faja de cinco kilómetros a ambos lados de la frontera de una comunidad con otra, cualquiera de esas comunidades puede intervenir inmediatamente sin que se haya solicitado su trabajo o ni siquiera informar de que va a participar. Es decir, en esa faja de intervención puede intervenir automáticamente cualquiera en cualquiera de las dos comunidades”.
“En este caso, Madrid podría intervenir en Castilla-La Mancha o en Castilla y León, como se ha dado el caso este año pasado en el incendio de Cebreros. En algunos momentos teníamos entre tres o cuatro medios aéreos diariamente y unas 100 personas trabajando”. En la Comunidad de Madrid hay 21 parques de bomberos que en época de incendios se ramifican en lo que se podrían llamar subparques, lo que añade otros 19 al cómputo global.
—¿Está funcionando bien la coordinación entre comunidades?
—Perfectamente. De hecho, en el momento que se desarrolló el incendio de febrero en Castilla-La Mancha, en la zona de Valdepeñas, muy cerca de la de la zona del Alcázar, hubo otro incendio y los medios de Madrid estuvieron colaborando. Pero igual que digo eso, los medios de las otras comunidades también han venido a Madrid a colaborar.
Los incendios forestales en la península ibérica, tal y como han advertido muchos expertos, son y serán algo inevitable en el futuro. Además, cada año la campaña empieza antes. “Esta semana, los compañeros de Cataluña han tenido un incendio bastante importante y era una de las cosas que comentaban. No sabemos si es todavía de la campaña anterior o es que empieza muy pronto. Y el año pasado también tuvieron los primeros incendios ya en el mes de mayo”.
Así pues, la labor de prevención, con la construcción de cortafuegos, la limpieza de montes y el fomento de la ganadería extensiva y el pastoreo son vitales para minimizar los efectos de las llamas sobre el suelo español.
—¿Qué puede hacer el ciudadano de a pie para prevenir incendios?
—El uso de fuego, si se hace, se tiene que hacer con conocimiento del servicio de incendios para que se pueda o no autorizar en función de unas condiciones. Unos fuegos artificiales, por ejemplo, u otro tipo de actividad que tienen que estar solicitadas. Si estamos hablando del exterior, que siempre va a dar origen a un incendio forestal, hay que evitar el uso de barbacoas o el uso de cualquier elemento que pueda ser susceptible de generar ese incendio. También dejar de utilizar determinadas herramientas que pueden generar una chispa que al final es otra fuente de ignición. El año pasado nos encontramos que algún incendio importante se generó con una desbrozadora o con un elemento de corte haciendo limpieza en un jardín. Entonces eso produce una chispa y sobre todo a determinadas horas del día. El incendio se va a originar mucho más fácil a las cuatro de la tarde que a las 10 de la mañana. Pero luego hay veces que son inevitables, como los últimos incendios importantes que hemos tenido aquí en los últimos dos o tres años. Por ejemplo, el de Robledo de Chavela, que quemó mil y pico hectáreas, lo provocó una moto al salirse de la vía.
—¿Cómo?
—El derrame de combustible y el roce del carenado y el chasis provocaron que se generara una chispa y eso dio pie a ese incendio bastante importante.