La Puerta del Sol sigue colocando piezas, como el nuevo tablero de ajedrez en el que se ha convertido tras su última reforma. Ha sido el Oso y su madroño al que le ha tocado hacer las maletas para mudarse otra vez, eso sí, sólo unos 10 metros de distancia de donde estaba ahora. Así que ningún turista va a despistarse demasiado.
La estatua se situará alienada con los nuevos bancos que se van a instalar en el arco norte de la plaza para ganar espacio para el paseo y también para el descanso.
Es el cuarto sitio que ocupa uno de los símbolos más importantes de Madrid en sus 56 años de vida. La obra de Antonio Navarro fue ubicada en primer lugar entre la calle de Alcalá y la carrera de San Jerónimo, pero en 1986, la trasladaron al inicio de la calle del Carmen.
La ubicación no acabó de convencer a las autoridades, sobre todo por la cantidad de personas que iban y venían por esa calle, y en 2009, se decidió que el Oso volviera a hacer las maletas y devolverlo a su posición original.
Ahora la estatua y el pedestal de granito de la sierra de Madrid se mudan unos metros para, en principio, quedarse de forma definitiva.
Para su mudanza, se ha preparado una caja especial y se ha utilizado hilo de diamante que ha permitido cortar los anclajes que tenía al pavimento sin provocar ni un solo desperfecto.
Además, en esta ocasión, a diferencia de hace 14 años, el Oso no ha tenido que pasar por ningún almacén municipal hasta que estuviera lista su nueva casa sino que la mudanza ha sido instantánea.
El trabajo lo ha realizado el equipo de profesionales de la UTE Madrid Centro Azvi-Licuas, dirigido por el arqueólogo y conservador Miguel Ángel López Marcos, quien ya fue el encargado también de otra mudanza mucho más complicada en la Puerta del Sol: la de la estatua de Carlos III.
Este arqueólogo lleva dos décadas trabajando en Egipto como responsable de la reconstrucción de la estatuaria colosal en el templo funerario de Amenhotep III, uno de los gobernantes de la Dinastía XVIII. Ha realizado más de una decena de reconstrucciones y traslados de colosos, como los célebres de Memnón, de hasta 300 toneladas de peso. Incluso ha tenido que rescatar a algunas de estas gigantescas esculturas de más de 3.000 años de antigüedad del fondo pantanoso del río Nilo.
La estatua más conocida de Madrid que ocupa también el corazón de su escudo pesa aproximadamente 20 toneladas, mide cuatro metros y está elaborada en piedra y bronce.