Es martes, 4 de julio, en los barrios céntricos de Madrid. Las mañanas son tolerables en la jungla de asfalto. Al menos, hasta las 12 horas. A partir de ahí, uno debe buscar las sombras como un bien preciado entre las calles y las plazas de la capital, que pasan a ser grandes 'sartenes' de losas.
El calor en la capital en esta época no es algo desconocido para nadie que haya vivido un tiempo en Madrid. Cada verano que pasa, las temperaturas son más altas que el anterior y las olas de calor, más frecuentes. Las quejas de los vecinos y la legislación también han ido aumentando progresivamente debido a esta situación, cada año más tórrida.
Este problema no solo se da en las horas centrales del día, cuando el sol está en lo alto del cielo, tampoco hay tregua por las noches debido a un efecto cada vez más destacado en la capital, la denominada "isla de calor".
Este fenómeno ambiental urbano se da en las grandes ciudades, especialmente en zonas con una alta densidad urbana y escasez de espacios verdes. Durante el día, los materiales como el hormigón, el metal o el asfalto absorben el calor del sol, el cual expulsan en forma de radiación de onda larga.
La clave está en que la emisión de calor de los materiales es lenta y prolongada, lo que genera que expulsen calor una vez pasado el día, manteniendo las temperaturas elevadas durante la noche y complicando así el sueño de muchos madrileños. A este efecto se le suman los aumentos de temperatura por la actividad humana y la contaminación. De esta forma surge la "isla de calor", que produce diferencias térmicas por las noches de hasta 5 grados entre varias zonas de Madrid.
El Estudio de detalle del clima urbano de Madrid, publicado en 2016 por la Universidad Autónoma de Madrid, lo investigó en gran profundidad. Además, Fernando Allende Álvarez, profesor titular de la UAM y director del estudio, afirma que la investigación sigue siendo válida hoy en día, y que los efectos estudiados han aumentado.
Zonas céntricas como Cuatro Caminos, que cumplen todas las condiciones del fenómeno, son las más afectadas. Así lo atestigua Almudena, una joven vecina de la calle Orense, asegura que el calor en su barrio es "insoportable". "Vivo en una zona de edificios altos llena de vida por la noche y es muy agobiante despertarse a las dos de la mañana sudando con 30 grados", añade.
Ante esta situación, los madrileños hacen acopio de agua fría y ventiladores, mientras tratan de airear sus casas entre la noche y el amanecer. "En las horas de más calor solemos poner el ventilador o el aire, porque tratar de ventilar con las ventanas es imposible, solo entra aire caliente", explica Ana, vecina de la calle Edgar Neville.
Otros residentes de la "isla de calor" tratan de esquivar las horas más duras del día reduciendo sus salidas. "Yo intento evitar salir de casa hasta las 7 de la tarde y estoy en casa con las persianas bajadas", asegura Rosa, residente en Plaza Castilla.
La solución frente a la "isla"
El estudio de la UAM también propone algunas soluciones viables para hacer frente al efecto "isla de calor" y tratar de revertirlo. Algunas de las medidas son, por ejemplo, "la renaturalización de espacios urbanos carentes de elementos vegetales o cubierta de fachadas desnudas y expuestas a una radiación excesiva con plantas trepadoras". En otras palabras, "un ajardinamiento de la ciudad", explica el profesor Allende.
También existen otras propuestas que no incluyen la plantación, como la utilización de materiales reflectantes en las cubiertas de los edificios o la inversión en un mayor seguimiento y control de las condiciones climáticas urbanas de Madrid.
Como explica la investigación, la descongestión urbana y la presencia de vegetación influye positivamente al contrarrestar el fenómeno ambiental, algo que marca una gran diferencia en la relación de los madrileños con las temperaturas.
Enrique, empresario residente en la calle Tramontana en Pozuelo de Alarcón, comenta que "ahí el calor se lleva razonablemente bien, por las noches hace bastante menos que en Madrid. Se nota el fresco sobre todo por la vegetación y la altitud". Por el contrario Juan, vecino del cruce entre las calles Orense y General Perón se queja de la "falta de espacios verdes" en su zona. "Hay un poco en la calle General Perón pero poco, tendría que haber tres o cuatro veces más", se lamenta.
Ante la perspectiva de otro tórrido verano y la llegada de nuevas olas de calor, solo queda ver cómo se desarrollará este nuevo periodo estival y qué medidas aplicarán los gobiernos para tratar de luchar contra un efecto que tiene cada vez más peso en la capital. Según afirma el profesor Allende, "aún queda mucho para una correcta adaptación climática".