Jaime Susanna Miguel Fiter

87 años separan la foto que abre este reportaje y la famosa instantánea de Robert Capa. Los personajes han cambiado; la realidad de cada instante, para qué hablar. Pero el lugar es el mismo: el número 10 de la calle Peironcely, en Entrevías (Madrid). Aquí inmortalizó el reportero húngaro a tres niños durante el asedio de las tropas franquistas a Madrid. Hoy, solo queda una familia, que vive okupada. Son Israel, Loli y el menor de sus hijos.

La okupación de este inmueble ha vuelto a la palestra mediática este martes, concretamente, en la comisión del Área de Cultura del Ayuntamiento de Madrid. Adriana Moscoso del Prado, concejal socialista en Cibeles, preguntó por los planes del Consistorio para darle un futuro a este espacio y para advertir de que no existe ninguna partida concreta para ello en el proyecto de presupuestos para 2024. 

En 2018, bajo el mandato de Manuela Carmena, el PSOE promovió que este lugar se convirtiera en el 'Centro Robert Capa para la interpretación de los bombardeos aéreos de Madrid'. La iniciativa salió adelante en el pleno sin ningún voto en contra.

La foto de Robert Capa de unos niños delante del número 10 de la calle Peironcely, en Entrevías (Madrid), en noviembre de 1936. Museo Reina Sofía

La Covid, el cambio de alcalde y el hecho de que en este lugar vivía gente ha ralentizado todo, hasta estancar el proceso. "Esto se lo alquilaba una gente a otra, una gente a otra… Hasta que se quedó vacía", explica Israel, uno de los últimos habitantes de este histórico edificio. Al verse sin casa, okupó una de las 14 viviendas "en enero o febrero del año pasado".

"Yo me he criado en el barrio. Todo el mundo me conoce", asegura este hombre de 49 años, que atiende amablemente a los periodistas que han llamado a su puerta este martes, pocas horas después de la citada comisión en Cibeles. "Cuando yo era niño, aquí había un puesto de frutos secos". Por el momento, asegura no haber recibido ninguna orden de desalojo.

En mitad de la conversación, aparece Loli, de 44 años. "Acabo de venir de la trabajadora social. Les hace falta mucho más papeleo para podernos ayudar", explica. El matrimonio tiene un hijo de 14 años con discapacidad intelectual. Todavía no saben exactamente cuál. "Están los médicos viéndolo". Israel, por su parte, tiene a sus espaldas un infarto y dos operaciones por hernias discales. La familia subsiste con la renta mínima que percibe Loli.

¿Hay o no hay museo?

De vuelta al Ayuntamiento, en la comisión de este martes, la directora general de Patrimonio Cultural, Elena Hernando Gonzalo, afirmó que el Gobierno municipal solicitó hace unos meses a los tribunales el desalojo de esta vivienda. Hasta la fecha, "no se ha recibido autorización del juzgado para la entrada en el domicilio".

"Es necesario esperar al desalojo de la última vivienda ocupada para que podamos iniciar los trabajos de intervención en el edificio, una vez se inscriba en el Área de Cultura".

Durante su intervención, Hernando no habló del proyecto para convertir Peroncely en un museo. Por ahora, lo que maneja el Consistorio es un estudio elaborado por expertos sobre la historia del inmueble donde, además, se propone "mantener el volumen y la estructura exterior original" y acomodar el interior a un nuevo uso, siempre y cuando cumpla la normativa. Una vez desalojado el inmueble, el Ejecutivo municipal encargará "un proyecto para garantizar la consolidación estructural del inmueble".

De hecho, Cultura quiere abordar la redacción de este trabajo en el segundo semestre de 2024 -un objetivo que sí que corre a cargo de una partida en los presupuestos del año que viene- y ejecutar la obra en 2025 y 2026.

El origen de la okupación

Durante el mandato de Manuela Carmena, el Consistorio madrileño compró el inmueble e impulsó su inclusión en el catálogo de edificios protegidos. En noviembre de 2018, el pleno aprobó la creación del Centro Robert Capa, una iniciativa solicitada, entre otros, por la plataforma #SalvaPeironcely10. El siguiente paso administrativo pasaba por expropiar el edificio y realojar a sus vecinos.

Pese a que a simple vista parezca difícil, en Peironcely 10 vivieron hasta principios de 2021 más de una decena de familias. Sus vecinos, 14 adultos y 21 niños, residían en viviendas diminutas, de entre 17 y 34 metros cuadrados, que además estaban en "mal estado, con humedades y amianto en los patios", recuerda el Grupo Municipal Socialista. "Era un sitio muy duro".

Fachada del edificio, con un mural emulando la foto de Capa. Jaime Susanna

En marzo de ese año se realojaron a 13 familias a viviendas de la Empresa Municipal de Vivienda y Suelo (EMVS). Con la mudanza, el histórico inmueble quedaba vacío y tapiado. Pero un contratiempo ha complicado desde entonces las actuaciones del Ayuntamiento para reconvertir la construcción fotografiada por Capa: la okupación del bajo primero.

Varias fuentes consultadas confirman a este diario que esta situación se debe a un problema con el hombre que figuraba como titular del alquiler de esta vivienda. Al parecer, antes de que los vecinos de Peironcely fueran realojados, esta persona no vivía en la casa. La tenía subarrendada a terceros. Por eso, cuando quiso mudarse también a un inmueble social de la EMVS, Cibeles no lo permitió. 

"Cuando se le exigió la entrega de las llaves parece ser que no se personó y entregó las llaves a una persona necesitada", detalla una de las voces conocedoras del proceso. Desde las mismas semanas de 2021 en las que se produjo el realojo de los vecinos, el bajo 1 ha estado okupado de manera ilegal.

El tiempo ha ido avanzando y los inquilinos se han ido sucediendo rápidamente hasta llegar a la situación actual. Hace poco menos de dos años este matrimonio entró a vivir en una vivienda vacía. Su mobiliario se reducía a "unas cajas de cartón para dormir en el suelo", detalla Israel. En este tiempo, han adecentado la casa y hoy un televisor de generosas proporciones preside un salón modesto, pero habitable. "Para vivir un poco dignamente, ¿sabes?".

"Si no podemos estar aquí, por lo menos que nos ayuden", pide Loli. Si llega el día en que la Policía llame a sus puertas con una orden de desalojo, acatarán religiosamente. "Yo ya no estoy para luchar con nadie", resume su marido, mientras le da otra calada a un cigarrillo de liar.