Al entrar por primera vez en un lugar extraño y desconocido, una expresión de sorpresa suele marcar las caras de las personas que aparecen ante nuestra presencia. Y lo cierto es que en el templo sijista de Villaverde, están tan acostumbrados a recibir nuevas visitas que ya nada les sorprende.
Su lugar de encuentro está casi perdido entre las naves de un polígono, próximo a la boca de metro de Villaverde Alto. Y pasaría desapercibido de no ser por el intenso olor a comida exótica y el baile de turbantes que exhiben los devotos desde la puerta. "Entrar aquí te llena el espíritu", expresa Harpreet Singh.
Este hombre de edad adulta y origen indio luce turbante azul, barba densa y vestimentas blancas. Él es quien recibe a los visitantes y les invita a descalzarse y lavarse manos y pies al entrar. A continuación, de un cesto de mimbre, escoge varios pañuelos de tela con los que cubre las cabezas de sus invitados. "Están en casa", afirma.
Unas cien personas abarrotan el langar, nombre del comedor comunitario, propio de los sijs, donde todos comen juntos. Sin distinciones, todos los comensales están sentados en el suelo, con las piernas entrecruzadas. Aquí, cada uno de los presentes recibe un plato de pakoras (verduras rebozadas en harina de garbanzos) con dos salsas (una dulce y otra picante), un vaso de té, y el yalebi (postre frito en jarabe de azúcar). Todos toman el "aperitivo" mientras suenan por megafonía las primeras proclamas sijistas al ritmo de acordes orientales.
Una vez acabado el aperitivo y sin romper la mística atmósfera, los asistentes suben por las escaleras donde se halla el Guru Granth Sahib. El libro sagrado. Postrándose ante él, los fieles aportan su donativo en el cofre que preside el altar.
La comida también es una ofrenda bien recibida. Aquí, los hombres se sientan sobre la larga alfombra, en el lado derecho del altar, y las mujeres lo hacen en el izquierdo. Todos rezan en armonía, guiados por el gurú y acompañados de una música que no cesa, en la que se oyen proclamas en panyabí como "La victoria pertenece a Dios" o "Dios inmortal, es la verdad". Esta es la lengua de la región del Punjab, al norte de la India, lugar de donde procede el sijismo.
Una religión igualitaria
Conocida por su gran espiritualidad, el sijismo (o sikhismo) es la quinta religión más seguida del mundo. Surge en el norte de la India hace más de 500 años como consecuencia de la predicación de su fundador, el gurú Nanak (1469-1539) en su esfuerzo por potenciar el igualitarismo. En España la profesan unas 70 mil personas. La mayoría de ascendencia india.
Madrid solo tiene una pequeña comunidad formada por unos 400 fieles, entre los que se encuentran algunos españoles conversos. El Gurudwara Nanaksar Sahib de Villaverde, es el único templo sij de la capital y cada domingo acoge a decenas de curiosos de distintas procedencias y por supuesto a sus habituales devotos.
"Paz mental"
"En el sijismo, todos somos iguales. Por eso todo el mundo es bienvenido", explica Girish Singh, procedente de la India y anfitrión de la visita de varios de sus amigos españoles. "La gran mayoría de los hombres, nos apellidamos Singh, que significa león o guardián del gurú. Las mujeres, Kaur, princesa leona. Esto también es un signo de igualdad", apunta Girish.
Tras la larga celebración, todos bajan de nuevo al langar. Esta vez para recibir el almuerzo, de nuevo en comunidad. Para Tej Singh, "estar aquí es como transportarse a la India, sin salir de Madrid". A sus 43 años, Tej es profesor de Kundalini Yoga desde el año 2002. Y pese a que es madrileño y en tiempo fue jugador del Atlético de Madrid, prefiere que se refieran a él por su nombre espiritual.
"Aunque no estoy bautizado, me gusta venir aquí cada vez que puedo. Me da paz mental", asegura Tej. Este madrileño encontró en el yoga un refugio y una inspiración y fue precisamente a raíz de sus maestros en esta disciplina que se inició en el sijismo. Por eso, a día de hoy, acompaña las ceremonias del Gurudwara a ritmo de la percusión de las tablas indias.
La tranquilidad y el bienestar se palpan entre los comensales, que hacen de la rigidez del suelo la mayor de sus comodidades. Los más niños corretean entre plato y plato. Y los cocineros no descansan en los fuegos. "A mí casi me gusta más venir solo, porque así no tienes que estar pendiente de nadie", confiesa Ram Jap, también profesor de yoga español, y que al igual que Tej, suele invitar a sus alumnos a visitar el templo.
Y es que El Gurudwara Nanaksar Sahib de Villaverde está de aniversario: cumple 15 años desde que abriera sus puertas por primera vez en el año 2008. Una comunidad, que muchos confunden con musulmanes por sus turbantes, cada vez despierta más la intriga de nuevos visitantes, que a pesar no entender el idioma, tienen una experiencia tan positiva que afirman que "una vez que vienes, siempre quieres volver".
*Pablo Danubio, autor del reportaje, es alumno de la primera promoción 2023-2024 del Máster de Periodismo de ELESPAÑOL/UCJC.